Capitulo 1

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Capítulo 1

Corría 1995 y yo tenía siete años. Mi madre estaba terminado de ordenar las últimas cosas mientras mi padre esperaba detrás del volante del auto; por mi lado, estaba encerrada con el cinturón de seguridad en la parte trasera. Era muy inquieta, no querían que me moviera mucho ya que siempre me mareaba en los viajes largos.

—¡Vamos, Lorena, se nos caerá la reserva! —dijo mi padre algo ansioso.

—¿A dónde es que vamos, papá? —pregunté.

Lo escuché suspirar.

—Te lo dije ya varias veces, Adelina —habló sin quitar los ojos de la puerta de entrada.

Siempre me llamaba por mi nombre entero cuando estaba enojado.

—Iremos a Cariló —dijo lentamente—. Marcos, por favor, ponte el cinturón de seguridad —comentó mi padre viendo a mi hermano mayor a un costado.

Este bufó mientras dejaba sus cómics a un costado y se lo ponía.

—Me siento asfixiado con esta cosa —dijo molesto.

—Es mejor que te sientas afixiado y no que salgas volando por la ventana —mi padre lo miró levantando una ceja y él simplemente volvió a bufar.

Mi madre salió de la casa para luego cerrar la puerta y correr con un gran bolso de mano.

—Listo, ya está todo. Quería poner la alarma —finalizó con la respiración agitada.

—No llegaremos a tiempo. Tenemos muchas horas de viaje —habló mi padre mientras ponía en marcha el auto.

Miré por la ventana mientras mantenía a mi amiga Betty, la muñeca, agarrada en mi mano derecha. Era mi mejor amiga.

Una canción de las que le gustaba a papá sonaba en el auto, las casas grandes empezaron a desaparecer para convertirse en una larga calle con mucho pasto alrededor.

—¡Una vaca! —exclamé viendo al animal a lo lejos.

—Veremos muchas vacas, Lina —dijo mi madre con voz dulce.

Pero yo ya me encontraba pegada a la ventana con ojos grandes, viendo cada vaca y caballo que pasaba.

—¿Hay vacas en Bariló? —pregunté luego de un rato.

Mi madre rio mientras que mi padre me miró a través del espejo.

—Cariló —corrigió—. Es un lugar a unas horas, cerca de Pinamar. ¿Recuerdas Pinamar? Fuimos el año pasado... No creo que haya vacas, pero vas a tener mucho lugar para jugar, hay bosques y playas —explicó mi madre—. Y un amigo de tu abuelo está encantado de alquilarnos la casa —finalizó sin más.

—Por un gran precio —carcajeó mi padre—. ¿Puedes creer que ayer en la oficina Mario me dijo que necesitamos nuevamente hablar con un escribano por la nueva casa? —y ahí es cuando empezaron a hablar de cosas difíciles y mi atención volvió a la ventana.

Observé a Betty que de repente parecía tener algo pegado en la frente; la toqué, lo que fuera que tuviera pegado estaba húmedo.

—¡Maaaarcos! —grité viendo a mi hermano que se reía a los gritos.

—¡Adelina! —mi mamá me miró y yo le mostré a la pobre Betty con el chicle pegado en la frente. Ella la agarró mientras sacaba de la cartera un papel para limpiarla— ¡Marcos! Nada de juegos hasta que lleguemos —dijo mientras estiraba la mano. Al no ver reacción alguna de mi hermano, mi padre intervino.

Amor de verano - Jaz Riera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora