28. Por segunda vez

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Una semana después

Salto de la cama y corro hacia el baño. Dejo caer mis rodillas al piso, levanto la tapa y vomito los deliciosos bocadillos que había cenado esa noche.

Siento como las manos de Peeta me agarran el cabello en una coleta para después acariciar mi espalda.

-Katniss ¿estás bien? -pregunta mientras lavo mis dientes y mis manos. Asiento-. Te ves muy mal.

-No te preocupes, Peeta -digo y miro el mar azul en sus ojos-, sólo son náuseas, a lo mejor algo me cayó mal.

-Vamos a dormir, apenas son las cuatro de la mañana.

Asiento.

Nos acomodamos de nuevo en la cama, Peeta pasa su brazo por mi espalda y mi cabeza en su pecho escuchando sus latidos.

Cierro los ojos y suspiro.

Así es como quiero estar siempre.

Oh no.

Corro de vuelta al baño, me tiró de rodillas y vuelvo a vomitar.

Que asco, maldición.

-Katniss, hoy iremos al doctor -Peeta acaricia mi espalda y sostiene mi cabello.

-Sabes que no me gustan los hospitales -me pongo de pie y lavo mis dientes.

-Katniss, es necesario -me abraza por la cintura y su nariz la apoya entre mi cuello y mi hombro.

-Quizá sólo comí algo que me hizo mal, eso es todo -acaricio su mejilla.

-¿Cada cuándo te hacía mal la comida? Katniss, a veces comían comida en mal estado y nunca te hizo mal, ¿cierto?

Mierda, eso es cierto.

-Tranquilo, Peeta, todo esta bien -beso la comisura de sus labios y camino hacia la cama.

-De acuerdo -suspira y volvemos a acomodarnos.

Cierro los ojos y caigo profundamente dormida.

Siento un pisotón en la pierna y abro los ojos de golpe.

-¡Willow! -Peeta se soba la pierna, supongo que también lo lastimó.

-¡Mami! ¡Papi! -Willow brinca en toda la cama mientras aplaude.

-¿Qué sucede, hija? -suelto un suspiro -. Deja de brincar.

Mi niña obedece de inmediato y se sienta en la cama.

-Tengo hambre -se toca la panza y me mira con sus hermosos y enormes ojos azules.

-Bien, ahora bajamos a desayunar -cierro los ojos.

Pasé muy mala noche, estoy demasiado cansada, me duele la espalda y las piernas.

-Katniss, yo haré el desayuno -Peeta se pone de pie y toma a nuestra hija en sus brazos-. Tú descansa, casi no dormiste, si no mejoras para el mediodía, iremos al doctor -se acercó a mi a depositar un casto beso es mis labios.

-Peeta -él sabe cuánto desprecio los hospitales.

-Sin peros -sale de la habitación y baja a la cocina.

Cierro los ojos y me relajo.

-¡Mami! ¡Mami! -escucho el grito de un niño, más no reconozco quién es el que esta gritando.

Comienzo a correr y en el piso están una niña y un niño, ambos llorando.

Me acerco y es Willow junto con el niño al cual no reconozco.

Los juegos del hambre: Yo lo amo, él me ama, ¿cuál es el problema? (#1)Where stories live. Discover now