Mi padre sólo tenía cuarenta años cuando murió, pero aparentaba
veinticinco y mucha gente creía que papá y Darry eran hermanos en vez de padre e
hijo. Pero sólo se parecían; mi padre nunca fue bruto con nadie, ni siquiera sin
querer.
Darry mide uno noventa y tantos, es ancho de hombros y muy musculoso. Tiene el
pelo castaño oscuro, con un remolino en la frente y otro menor en la nuca -igual
que papá-, pero tiene los ojos distintos. Son ojos como dos pedazos de hielo azul
verdoso. Tienen un aire decidido, muy suyo, como todo él. Aparenta más de veinte
años... duro, tranquilo y listo. Sería verdaderamente apuesto si sus ojos no fueran
tan fríos. No entiende de nada que no sean hechos sin vuelta de hoja. Pero usa la
cabeza.
Volví a sentarme, frotándome .la mejilla que más me habían zurrado. Darry
apretó los puños en los bolsillos.
-No te han hecho mucho daño, ¿verdad?
Sí que me lo hicieron. Me escocía y me daba pinchazos y tenía el pelo
dolorido, y estaba tan nervioso que me temblaban las manos y tenía ganas de
ponerme a sollozar, pero esas no son cosas para contárselas a Darry.
-Estoy bien.
Sodapop se acercó a paso largo. Para entonces ya me había dado cuenta de
que todo aquel ruido que había oído eran los de la pandilla, que venían a
rescatarme. Se dejó caer a mi lado y me examinó la cabeza.
-Te has llevado algún que otro corte, ¿eh, Ponyboy? -Sacó un pañuelo,
humedeció la punta con la lengua y me lo apretó con cuidado sobre la sien-
.Sangras como un cerdo en el matadero.
-¿Sí?
-¡Mira,! ,-me mostró el pañuelo, enrojecido como por arte de magia-.
¿Tiraron de faca?
Recordé la voz: «¿No te hace falta un buen corte de pelo, greaser?» La
hoja debía de habérsele resbalado mientras intentaba callarme.
-Sí.
Soda es más guapo que cualquiera de los chicos que conozco. No como Darry:
Soda tiene ese aire de estrella de cine que hace que la gente se pare en la calle y se
dé la vuelta para vedo pasar. No es tan alto como Darry, y es un poco más delgado,
pero tiene una cara finamente dibujada, delicada, que de alguna manera se las
arregla para estar pensativa y temeraria al mismo tiempo. Tiene el pelo rubio
oscuro y se lo peina hacia atrás, largo, sedoso y recto, y en verano el sol se lo
aclara hasta hacerlo parecer dorado como el trigo. Tiene los ojos oscuros -ojos
vivos, danzarines, temerariamente risueños, que en un instante saben ser amables y
simpáticos y, al siguiente, relampaguear de indignación-. Tiene los ojos de papá,
pero Soda es único. Es capaz de emborracharse con una carrera de drags1
o a
fuerza de bailar, sin acercarse al alcohol siquiera. En el barrio es dificil encontrar
un chaval que no empine de vez en cuando. Pero Soda no toca ni una gota; no le
hace falta. Se emborracha nada más que con vivir. Y entiende a todo el mundo.
Me observó más de cerca. Aparté la mirada a toda prisa, pues, si quieres
que te diga la verdad, estaba a punto de empezar a sollozar. Sabía que estaba tan
pálido como me sentía, y que temblaba como una hoja.
Soda me puso la mano en el hombro.
