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Reiniciar, si tuviera la oportunidad de reiniciar mi vida lo haría... Y lo hice.

— Alice...

Me sentía diferente. Algo dentro de mi había cambiado.

— ¡Alice!

Nunca había experimentado algo así. Era nuevo e intrigante. ¿Por qué Emelie no elige a uno?

— ¡Alicette!

— ¿Qué...?

Reaccioné al ver a Lily, quien me miraba de forma molesta con la mano extendida y una soda en la misma, yo sólo le regresé una sonrisa incómoda.

— ¡Te estoy dando ésto y ni si quiera me haces caso por leer ese libro tan tonto! — exclamó Lily.

— Es que es muy bello, es sobre cuatro chicos apuestos y talentosos que apuestan por el amor de una chica — respondí cerrando el libro y tomando la soda —. Gracias por la soda.

Lily volteó sus ojos negros frustrada. Tomé un sorbo de soda mientras me acomodaba mi cabello rubio. Mi nombre es Alicette Williams, soy una chica de dieciocho años, introvertida y provengo de una familia religiosa. Por otra parte, Lily, mi mejor amiga. Es una chica fiestera, divertida y ama a su familia.

Nos encontramos en el parque Starin, en mi bella ciudad de Wisconsin, en Estados Unidos, estaba comenzando a atardecer, desde el parque se veía hermoso.
Lily comenzó a levantarse, pues ya era momento de que me fuera a dejar a mi hogar. Me levanté del pasto verdoso de aquel lugar y ambas nos dirigimos a su auto de la marca Toyota, ella se sentó en el asiento piloto y me senté a su lado de copiloto. Lily arrancó y el auto se puso en marcha mientras empezaba a oscurecer.

— Aún no puedo creer que te hayan quitado tu auto — habló Lily mirando el camino —. No me molesta moverte, pero me parece injusto.

— Sólo se preocupan por mi — hablé mirándola —. Después de lo que pasó, entiendo porque son así.

— Son cristianos. No doctores — aclaró ella.

Suspiré rendida, seguí mirando el cielo, el cual, ya estaba cubierto por la noche.

— ¿Ya pensaste a que universidad entrarás? — preguntó Lily y le regresé la mirada.

— Quiero una que sea lejos de aquí - confesé —. Quiero ser independiente y disfrutar mi vida.

— Ven a Michigan conmigo — habló —. Viviremos con mi familia lejana, son geniales. Y nunca te faltará nada.

— Lo tendré en mente — respondí.

Empezamos a reír a carcajadas.
No tardamos mucho en llegar a mi hogar, pues vivíamos cerca del parque. Bajé del Toyota y ella se despidió, la miré tomar rumbo a su hogar y me adentré en el mio.

Abrí la puerta mirando el interior de mi hogar, las escaleras que daban a el piso de arriba, la sala de estar y la cocina. Me acerqué a la cocina encontrándome a mi padre sentado en el comedor.

— Hola — saludé para que notaran mi presencia.

— Llegas a tiempo para cenar.

Mi madre se acercó a mi besándome la mejilla, mi padre la imitó. Me senté en el comedor junto a mi padre, el cual, estaba leyendo la biblia.

— ¡Niños, a cenar! — gritó mi madre mientras servía la comida.

En pocos segundos, mis hermanos menores, unos niños rubios y de ojos verdes entraron frenéticamente al comedor. Se sentaron a mi lado y empezamos a hablar.

— ¿Por qué eres la única que no tiene nombre bíblico? — preguntó mi hermana Rut.

— ¿Por qué eres la única con ojos azules? — preguntó mi hermano Abdiel.

— En realidad no lo sé — pensé unos segundos —. Tal vez lo saqué de papá, y como ustedes son mellizos...

— Basta de hablar — me interrumpió mi madre —. Vamos a agradecer los alimentos.

Mi padre agradeció por los alimentos y empezamos a comer. Mis hermanos se la pasaban jugando en la mesa y mi madre los regañaba. Una vez terminamos, ayude a mi madre a lavar los trastos sucios mientras ella se ponía a limpiar la mesa. Mi padre se había ido a ver la televisión y mis hermanos a su habitación. De pronto, escuché que me llamaban.

«¡Alice!»

Miré a mi madre, la cual, permanecía limpiando la mesa. Ignore el llamado y seguí lavando.

«¡Alice!»

Volví a voltear a ver a mi madre por unos segundos.

— ¿Me hablaste mamá? — le pregunté y ella me miró.

— No, cariño — respondió extrañada —. Tal vez estás cansada, sube a relajarte. Yo termino éso.

La obedecí, subí las escaleras y entré al baño a darme una ducha. Salí y entré a mi habitación, me vestí y me recosté en la cama mirando al techo, el cual estaba cubierto de estrellas neón. Me la pasé mirándolas hasta que caí en un profundo sueño.

«Bienvenida».

Abrí los ojos, aquella voz era indefinida. Me levanté del suelo notando que estaba en un sitio vacío y oscuro.

— ¿Dónde estoy? — pregunté.

«Estás dentro de tu mente».

— ¿Quién eres? — pregunté con la voz temblorosa.

«Soy un ser inexistente y existente a la vez. Permanezco dentro de tu mente».

— ¿Y me harás daño? — pregunté acercándome a donde provenía la voz — ¿Tú fuiste quien me habló?

«Soy incapaz de hacer algún mal. Y no, las voces que escuchas, no son mías».

Seguí caminando por la nada empezando a rendirme y de repente. Una pequeña luz amarilla salió de alguna parte y me rodeó para luego desvanecerse.

«Despierta, Alicette. Nos volveremos a reunir».

— ¿Cómo? — pregunté —. Ni si quiera sé como llegué aquí.

«Nos seguiremos reuniendo entre sueños».

En éso miles de luces amarillas y blancas salieron de todas partes. Empezaron a rodearme envolviendome en un torbellino de tonos amarillos. De un momento a otro, desperté en mi habitación con el corazón acelerado, los rayos de sol empezaron a asomarse por la ventana de mi habitación. Me senté en la cama sobando mi frente, me invadió un dolor de cabeza. Solté un suspiro.

— Que sueño tan extraño...

En busca de vivirWhere stories live. Discover now