gesto tlalqualiztli, y sólo preguntó: - Esa esclava, ¿tenía una pequeña cicatriz en un pómulo? Cipactli se quedó pensativo. - Ss...sí, creo que sí. - Así que es cierto. Y si bien lo sabías, ¡¿por qué tantas preguntas inútiles?!Ahora los ojos del iyac denotaban furia, más que tristeza o dolor. - No lo sabía con seguridad. Esto que te he contado lo oí por casualidad de una conversación entre un cuachic y el Caballero Jaguar que había recibido a la esclava. Aparte, sabes cuántas mujeres en Tenochtitlan pueden tener ese nombre. Itzqiahuitl no dijo nada. Se sentía como si todo aquello no le estuviera ocurriendo a él, pero al mismo tiempo era incapaz de escapar a la evidencia. - Ya nada se puede hacer- murmuró el ticitl- pero si murieses en la batalla, por tu pueblo y tu Huey Tlatoani, tal vez volveríais a veros en el paraíso de Tonatiucan. Tú decides. Hubo un largo silencio, y después Itzqiahuitl se levantó y sin mediar palabra marchó al combate. Para entonces gran parte de los texcaltecame habían sido derrotados, y los que aún quedaban en pie habían sido divididos y aislados, así que con un poco de suerte la contienda acabaría pronto. A pesar de lo que había padecido, Itzqiahuitl luchó con tanto valor como antes, y cercenó tantas cabezas y atravesó tantos pechos como pudo, hasta que la sangre del último adversario fue vertida. Entonces Moctezuma ordenó a los guerreros reagruparse, y emprendieron la marcha. Los guerreros, desde los altos Caballeros hasta el último yaoquizqui, iban entonando salvas a Huitzilopochtli, y más alto que los demás cantaban los amarradores, pues habían capturado muchos futuros xochimique. Sin embargo, Itzqiahuitl no cantaba, pues una gran angustia le roía por dentro: qué le sucedería cuando llegasen a Tenochtitlan. Esto es lo que ocurrió: fue llevado a juicio, y gracias a que había luchado siempre con valor y lealtad no le condenaron a morir, pero sí al exilio. Cipactli recreó la conversación que tuvo con él, y su cuachic y el Caballero Jaguar que había hablado con la esclava corroboraron sus palabras. Así, Itzqiahuitl abandonó las tierras de los mexica, y afortunadamente logró asilo en Tlacopan, como ayudante del Maestro de Artes de Guerra en un Tiachcaub, mintiendo eso sí sobre la razón de su destierro. Sin embargo, abrumado por la tristeza se suicidó a los pocos días. Pero Cipactli el ticitl también había mentido, pues ese mismo día, en el barrio de Tlaquechiucan, una joven llamada Atl-Ameyatl esperaba el regreso de su prometido. Al ver que el ejército ya estaba en la ciudad y él no aparecía, fue a Moyotlan y pidió hablar con el Águila Vieja de Itzqiahuitl. - ¿Eres tú Fuente de Agua?- murmuró confundido el tequiua al que había

preguntado- Mi señora, ¡se dijo en el juicio contra Lluvia de Obsidiana que estabas muerta! Al oír aquello, la muchacha se quedó helada, y dijo casi para sus adentros: - Pocheoa, yo muerta... Cuando se hubo recobrado volvió a hablar: - ¿Un juicio?¿Por qué?, ¿y cuál fue la condena?¿Está Itzqiahuitl muerto?¡Habla! Entonces el tequiua le contó lo de la batalla, el posterior juicio y el destierro de Lluvia de Obsidiana, haciendo hincapié en lo que el ticitl había dicho. Al terminar, dijo: - El método que empleó Cipactli para reavivar el espíritu de Itzqiahuitl fue eficaz, pero a la par sumamente cruel, y por ello lo maldigo; pero por haber mentido y seducido a la mentira a un Caballero Jaguar y al cuachic de un guerrero en la causa contra éste, ¡que Tonantzin, nuestra diosa de la Justicia, lo maldiga a él y a su descendencia! Ameyatl no pronunció palabra. Las lágrimas que comenzaban a aflorarle ya hablaban por ella. - Ven conmigo, mi señora, y démosles a esos hombres lo que merecen. No dijo más. La tomó de un brazo y fueron en busca del tlamatini juez que había llevado el juicio de Lluvia de Obsidiana. El hombre, como antes el propio tequiua, se sorprendió mucho al descubrir que Atl-Ameyatl estaba tan viva como él, después de que Cipactli y sus dos sobornados juraran una y diez veces que había muerto, e inmediatamente los condenó a ser expulsados del ejército y a vivir como macehualtin, plebeyos. A ella le concedieron una pequeña renta para el resto de su vida, como recompensa por haber delatado a aquellos hombres y, sobre todo, por la lealtad y el coraje de su malogrado prometido; pero apenas se había despedido del buen tequiua, se dirigió a la orilla de la isla y allí, lanzándose al agua permaneció sumergida hasta que se ahogó. A veces los Dioses tuercen los tonaltin de las personas para conducirlas a amargos finales.

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2010 ⏰

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