Capitulo 2: Una nueva ciudad.

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— ¡Henrik Pevensie! ¡Vuelve aquí en este instante! — Grite enojada, Henrik por el contrario rió divertido y saliendo corriendo hasta la otra esquina de la sala.

Todo fue muy bien en el desayuno, Edmund, Henrik y yo comimos el desayuno muy bien. Luego de un rato Edmund se fue a su casa a terminar de arreglar sus cosas y cerciorarse de que Lucy haya recogido todo.

En este momento son las 3:14 de la tarde, dentro de unos cuarenta minutos aproximadamente sale el tren a Cambridge. Ya tengo las maletas listas pero Henrik no quiere vestirse. Lo único que hace es reírse y correr.

Seguí a Henrik muy molesta, lo encontré escondido detrás de los muebles del salón.

— ¡Henrik Pevensie! ¡Vamos a vestirte a la habitación! ¡Ya! — Le dije molesta, mi pequeño me miro y asintió con la cabeza baja.

Henrik tiene que comportarse muy mal para que lo regañe así, normalmente no es un niño muy travieso, pero Edmund le dio chocolate en el desayuno. Un clásico de Edmund, siempre le da chocolate y Henrik se vuelve muy travieso.

Rápidamente llegamos a mi habitación y coloqué a Henrik sobre la cama. Lo vestí rápidamente con unos pantalones cortos color negro, una camisa blanca junto con un chaleco negro y un saco vinotinto. Por último unos zapatos negros.

Le coloqué un poco de gomina en el cabello y lo peiné de lado. Tratando de acomodar su ondulado cabello.

Al estar listo le coloqué un poco de perfume y sonreí al verlo ya listo, definitivamente mi hijo es idéntico a Edmund. Es muy hermoso.

— Mírate cariño, que guapo quedaste — Dije abrazándolo y dándole besos por la cara, el hizo una mueca y rió.

— ¡Mama! — Gritó Henrik riendo, yo me contagie de su risa.

Yo ya me encontraba totalmente lista, tenía puesto un lindo vestido de cuadros verde oscuro, con negro y un tenue color vinotinto. Junto con unas medias pantis negras y unos tacones negros. Me había maquillado algo natural, tenía un delgado delineado de gato en mis ojos, un delicado rubor rosado en mis mejillas y los labios pintados de vinotinto.

Me vi en el espejo junto con Henrik y sonreí. Es increíble como Narnia me cambio la vida de una manera impresionante. Jamás había pensado en tener un hijo tan joven, a pesar de que lo tuve a los 25 años en este momento solo soy una joven adolescente de 16 años, con un hijo de dos años y medio.

Voltee a ver el reloj de bolsillo que se encontraba sobre mi tocador. Este marcaba las 3:48 de la tarde. Oh dios, se me había echo tarde.

Rápidamente agarre mi equipaje y el de Henrik, juntos salimos de la casa, afuera nos esperaba un chofer para llevarnos en auto hasta la estación, pasando primero a buscar a Edmund y Lucy.

El chofer del auto guardo nuestro equipaje en el maletero y rápidamente emprendimos camino a la casa de Edmund y Lucy.

Ambos ya se encontraban viviendo solos, su madre se había ido hace una semana y media hacia América y no había tenido más opción que dejarlos solos hasta que saliera el tren a Cambridge.

Había mucho tráfico y eso me frustraba ya que teníamos riesgo de perder el tren. Tardamos unos minutos muy largos en llegar a la casa de Edmund y Lucy, por suerte no vivíamos tan lejos. El chofer tocó el claxon y automáticamente salieron Edmund y Lucy cargando sus respectivas maletas.

Desde adentro del automóvil mire con una sonrisa a Lucy. Había crecido mucho, ya no era esa pequeña niña que descubrió un mundo dentro de un ropero. Había crecido considerablemente para su edad, su cabello pelirrojo también había crecido, aunque este se encontraba un poco más arriba de su cintura con unas ondulaciones en las puntas. Tenía puesto un vestido verde oscuro junto con un suéter beige y unas zapatillas negras.

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