La revolución.

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Pues desde aquella noche tan maravillosa han pasado ya casi dos años, y sí, contra todo pronóstico y para el asombro de muchos, Mimi sigue aquí, recostada en mi regazo, canturreando alguna de sus canciones en inglés y acariciando inquieta mi pierna esperando a que termine de escribir este final que parecía que nunca llegaría.

Y entre frase y frase, la miro de reojo  y sonrío pensando en que esta historia cobra un poco más de sentido cada vez que la veo a mi lado.

Y os preguntaréis que qué hemos hecho en estos dos años para conseguir superar todas nuestras diferencias y nuestros miedos.
Y la respuesta es muy sencilla: nos hemos limitado a querernos, sin más.

Y a pesar de mis dudas, funcionó. Ella volvió a demostrarme que tenía razón y que las cosas son bastante más sencillas de lo que aparece.

Funcionó tan bien que ahora yo ya no soy capaz de imaginar mi vida sin ella, y sin todas sus circunstancias.

Porque estoy locamente enamorada de ella y, por tanto, de cada uno de sus defectos, y es ahí adonde teníamos que llegar para tener lo que ahora tenemos.

Desde que conseguimos retomar la relación de una manera adulta y sana, que era lo que principalmente buscábamos, Mimi se convirtió en mi familia.

Que en parte ya lo era, sí, o yo la consideraba como tal, pero hubo un punto de inflexión bastante notable en el que aprecié un cambio brutal en nuestra confianza y que fue imprescindible y un verdadero acierto para construir lo que hoy tenemos.

Y hemos tenido miles de discusiones, pero han sido miles de veces que hemos terminado en la cama, reconciliándonos a la antigua usanza como diría mi padre. 

Hemos viajado y hemos estado separadas mucho tiempo, y aunque parezca increíble, jamás se ha tambaleado la confianza que creamos.

Seguimos llenando esa hucha para ser mamás en algún momento y he de decir, que a Mimi ya no le producen tanta urticaria los monstruitos, como ella los llama. Yo he aprendido a soportar el desorden, a no planificarlo todo, a ser un poco más aventurera y a dejarme llevar.

Al fin y al cabo se puede decir que hemos abierto la mente a cosas con las que jamás teníamos pensado tener que enfrentarnos.

Pero no en todos los aspectos se puede decir que han sido unos años fáciles. Hemos tenido que renunciar a muchas cosas para seguir con nuestra relación, nos han cerrado puertas, hemos perdido trabajo y se nos ha caído el mundo encima más de una vez con las malditas habladurías. 

Pero hemos asumido que estamos inmersas en una industria musical homofoba y que hay que tener las prioridades muy claras para no caer en el pozo de la locura y entrar en un bucle de mentiras y de juegos sucios. Y nosotras teníamos clara cual era nuestra prioridad.

Aún así, he de decir que nuestros singles y nuestro paso por el programa, por supuesto, nos posicionaron en muy buen lugar de cara a un público fiel que valoraba mucho la transparencia y la naturalidad que siempre les hemos dado, y han estado al pie del cañón  para no dejarnos caer.

Además, a pesar de haber salido de universal, ambas hemos tenido suerte y hemos encontrado un equipo maravilloso que nos ha facilitado el camino para llegar a dónde hoy estamos, que es adonde realmente queríamos llegar.

Por otra parte, la relación con nuestros compañeros desapareció casi por completo. Sólo mantuvimos la amistad con Roi, Ricky y Miriam, y, de vez en cuando, quedábamos con Raoul  y Agoney, por separado siempre, por supuesto. 

No hubo más malos rollos, pero el contacto se fue perdiendo poco a poco y no pudimos hacer nada por recuperarlo. 

Yo este tema lo llevé realmente mal, para que engañarnos, pero gracias a Mimi y a mi trabajo conocí a mucha gente nueva de la cual, muchos, son hoy verdaderos amigos.

La revolución.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt