Capítulo 5

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La casa de Alex no se parecía en nada a él. Nada más cruzar el umbral de la puerta te dabas de cara con un amplio espacio, sin ninguna especie de recibidor, eso sí, muy luminoso para ser un piso. Era un salón comedor completamente unicolor, los sofás, las estanterías, los marcos e incluso los sillones eran de un color crema que a pesar de ser muy bonito, acababa cansando un poco. Solo rompían esa monotonía el piano, negro y reluciente a un lado de la habitación y la chimenea, que era de un mármol rojizo que a pesar de dar un toque elegante, distaba mucho con el resto de la casa. Eso sí, los muebles eran muy delicados. Tenía estanterías de estilo rococó llenas de libros y diferentes objetos, la mayoría antiguos, que daban un aire romántico a la casa, y los cuadros, que no eran pocos, mostraban paisajes de mar o puerto que transmitían una tranquilidad y una comodidad que se agradecía. Las alfombras, hasta tres conté solo en el salón, eran persas y parecían estar hechas a mano y costar mucho dinero, incluso viéndolas a distancia. Era una casa simple pero a la vez con extravagancias, como si hubiera sido decorada por dos personalidades completamente opuestas. Aún así, nada más entrar pude impregnarme con el olor de Alex, ese aroma que solo él tiene y activa cada célula de mi cuerpo, el que pocas veces había sentido de cerca y al que me tendría, gustosamente, que acostumbrar.

Me quiso enseñar el resto de la casa pero preferí verla otro día, teníamos poco tiempo y muchas cosas de las que hablar.

– Ponte cómoda ¿Quieres beber algo? – Parecía más nervioso que yo.

– Quiero que te sientes aquí conmigo ya – Contesté señalando su propio sofá. Pensar que ahí se había sentado, por no decir otras cosas, con su querida mujer me provocó cierta repulsión, pero yo sabía donde venía así que no podía quejarme.

Se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo. Ese era mi lugar favorito del mundo entero. Me besó la frente.

– Estas muy guapa, como casi siempre.

– ¿Casi?

– Cuando te comportas como una niña no estas nada guapa, reina.

Me daba mucho rabia que siempre me echara eso en cara y justo en el momento en el que mejor estábamos, como si él fuese maduro las 24 horas al día. Preferí dejar el tema, otros me interesaban mucho más.

– Lo que tu digas. Cuéntame pues.

– ¿Contarte el que?

– Hombre no hemos venido aquí para que vea tu mal gusto decorando casas.

Rió. Menos mal que no se lo había tomado mal.

– La mayoría de la casa está decorada por Julia.

¡Bingo! Primer descubrimiento: la susodicha se llamaba Julia.

– Vaya ya no podré llamar a mi futura hija Julia, que pena.

Me miró fijamente

– Te tomas pocas cosas en serio ¿verdad? – quiso saber.

– Tu te tomas demasiadas.

– Lleguemos a un punto intermedio.- sonaba como un profesor más que nunca.

– Señor, sí señor.

– Alicia...

– Alex que si, relax. Ahora sigue contándome, tengo curiosidad, dónde nació, a qué se dedica, como es, donde trabaja, ya sabes.

– ¿Acaso planeas matarla?

– Anda pero si sabes hacer chistes.

Me pellizcó.

– Vengaaaaa, no soy muy paciente.

– Se llama Julia y es profesora, igual que yo. Así nos conocimos, estudiábamos en la misma universidad.

Querido Profesor IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora