Puesto que ciudad Guzmán era una pequeña localidad tradicionalista con vestigios de pueblo, (cuyas costumbres eran tan estrictas, arraigadas y radicales, que a veces parecíamos vivir en un siglo anterior), no era de extrañar que las familias de clases inferiores sintieran cierta admiración y respeto por las familias más antiguas y acaudaladas. El prestigio de los Montoya, por ejemplo, se debía a que, además de pertenecer a la categoría de las familias más antiguas de la región, eran dueños de una de las empresas productoras de tequila más prolíficas del estado de Jalisco, la cual estaba bajo la dirección del abuelo de Ric, don Severo Montoya. También eran propietarios de un afamado bufete de abogados que presidía el padre de Ric, el señor Mauricio Montoya. Los Basterrica, a su vez, se distinguían por ser los dueños de un hospital general privado llamado «Hospital Tzapotlatena» que en la actualidad dirigía el padre de Estrella, el doctor Edmundo Basterrica.

No recuerdo qué historia le inventé a mi madre para evitar darle detalles de las circunstancias en que había intimado con Ric y Estrella, solo recuerdo que ella fue hasta el ropero de la habitación y extrajo una bolsa recelosamente sellada donde estaba "mi supuesta libreta de anotaciones", la cual depositó en mis manos. Finalmente me besó las mejillas y salió de la habitación para tener la cena dispuesta para cuando mi padre llegara.

No a bien se había retirado mi madre cuando Centella se acomodó en mi regazo.

Sin duda Centella era lo más parecido que tenía a un amigo: no hablaba, pero aún así era mejor que conversar con una muñeca. Ningún gato era tan grande, inteligente y peludo como él. Su pelaje era tan blanco y frondoso que parecía resplandecer aún en la oscuridad.

Centella, además de mamá, era el único ser viviente sobre la faz de la tierra que se alegraba cuando yo llegaba a casa después de la preparatoria; tan pronto como me oía se apuraba a venir conmigo, poniendo sus gruesas patas en mis pies para que lo abrazara. Tenía cuatro años de edad, y, desde que lo rescaté de aquél basurero de la casa de los Montoya, se había convertido en mi consuelo y mi compañía.

Al paso de los días de haberlo encontrado descubrí por casualidad que Centella en realidad no había sido abandonado en el basurero de los Montoya, como yo lo había supuesto, sino que, al ser en aquél tiempo un pequeño gatito de apenas dos meses de nacido, había escapado y entrado a las bolsas sin proponérselo. Como era de raza fina «bosque de Noruega», en los medios de comunicación locales bombardearon a la localidad anunciando su trágica desaparición. Como es obvio, por terror a ser acusada de ladrona de gatos guardé silencio como la más perversa de las delincuentes, y Centella se había quedado conmigo.

Mientras él ronroneaba, abrí la bolsa que resguardaba la supuesta libreta de anotaciones y noté que la primera página de tenía unas manchas transparentes que solo eran perceptibles al reflejo de la luz. Así descubrí que aquellas manchas traslúcidas hacían parte de una nota secreta, cuyas letras se habían hecho invisibles gracias al viejo truco de la tinta del zumo de limón, únicamente perceptible por la luz. Elevé, pues, la libreta, y con ayuda de mi lámpara de buró, resolví leer su contenido:

Sábado 10 de junio

Han pasado tres días desde que jugamos al Mortusermo y las cosas han sido diferentes desde entonces. Rigo y Estrella han aprendido a hablar en lenguas (no solo latín) y yo... bueno, he descubierto que tengo una extraña facultad que, ¿cómo la ha llamado Estrella? Ah, sí, es como una especie de "proyección astral". Mi espíritu puede salir de mi cuerpo si me lo propongo, pero a la vez me da un poco de miedo, porque en mi última ejecución me costó trabajo retornar a él; creo que mi espíritu se alejó demasiado de mi cuerpo y cuando pretendía regresar a él me costó mucho. Supongo que debo de aprender a medir la distancia a la redonda en la que puedo estar lejos de mi cuerpo sin riesgos. Cuando logro escapar de él... todo se vuelve un poco oscuro, puedo mirar lo mismo que los vivos, pero en una dimensión más fría, impalpable, sombría y de olores fétidos, donde los vivos no me pueden ver a mí, pero yo sí a ellos.

La última vez que lo hice tuve una mala experiencia, me pasó lo que no me había sucedido en las seis ocasiones anteriores en que intenté proyectar mi espíritu; vi entidades horribles que comenzaron a perseguirme. Eran tan espantosas que no pude dormir durante las últimas dos noches. Desde entonces me dije que ya no volvería a ejecutar la "proyección astral" hasta que sea necesario de verdad. De todos modos, no he dejado de investigar en libros y en internet sobre ello. He descubierto que la proyección astral existe de verdad. Estrella y Rigo escriben los conjuros que aprenden en hojas y luego estudian sus efectos. Se les ve muy entretenidos haciéndolo.

Hablando de otras cosas, pero a la vez de lo mismo, debes de saber que aquella noche, después de que depositaste tu sangre en la estrella y encajaste la llave negra en el tablero, caíste rendida en el suelo, comenzaste a convulsionar y posteriormente moriste al menos por diez minutos. Tu corazón ya no latía. ¡No sabes cuánto nos asustamos! Ahora asumo que ese tiempo fue el mismo que te demoró en ir al inframundo y volver.

Por otro lado, Estrella está ansiosa porque le cuentes cómo es el inframundo. Yo le he ofrecido mis servicios para hacer que lo vea por sí misma permanentemente, pero aún no se ha animado a que mi auto le pase por encima de su atolondrada cabezota.

¡Ah! Se me olvidaba, cuida bien tu pieza del juego (el emblema de Excimiente), porque es como un muñeco vudú. Rigo nos platicó que ayer se le cayó su figura de León a la pila de agua, y de no ser porque su hermanito lo logró rescatar, seguramente Rigo habría muerto ahogado como perro, ¿ves a lo que me refiero? Sí, estamos ligados en cuerpo y alma a dichas figuras, y lo que les pase a ellas, te sucederá a ti.

Una cosa más, deberías de sugerir a tus padres que reemplacen cuanto antes la puerta de cristal que da a tu balcón, fue muy fácil forzarla y entrar a tu recámara para depositarte en la cama aquella noche. Por el momento me despido, Sof, desde que el alba rompió mis sueños presentí que hoy despertarías. Estamos en contacto. Ansío pronto poder estrechar tus manos de nuevo. Nos vemos el lunes en la prepa.

Tu Guardián, Ric.

No supe realmente qué cosa de la narración me sobresaltó más, si el hecho de que yo hubiera muerto durante diez minutos, que los contendientes estuviésemos ligados a nuestras piezas del juego, que Rigo y Estrella hiciesen conjuros, que Ric tuviera el don la proyección extracorporal, o que éste me hubiera cargado entre sus brazos y hubiese forzado los cerrojos del ventanal para depositarme en mi cama. Me decidí por prestar atención a mi emblema de Excimiente antes de que mis pensamientos ilusorios, que promovían la idea que Ric me había dejado un mensaje oculto en las últimas líneas de la nota, terminaran por idiotizarme.

"Tu Guardián, Ric". —había escrito.

Más tarde mi madre y yo cenamos juntas en la mesa y platicamos sobre los últimos acontecimientos con más tranquilidad. Por fortuna mi temible padre aquella noche no llegó, (aunque avisó por teléfono que llegaría al día siguiente por la mañana), y finalmente me quedé dormida mientras mi madre me leía el poema XV de Pablo Neruda. Ese fue el único momento de tranquilidad que tuve en mi vida.

MORTUSERMO: EL JUEGO DE LOS ESPÍRITUS ©Место, где живут истории. Откройте их для себя