0. El héroe suicida

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«La guerra no es una aventura

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«La guerra no es una aventura. La guerra es una enfermedad».

---Antoine de Saint-Exupéry.


Alleister Dundalk arrastraba los pies mientras caminaba por un oscuro sendero. El bullicio de la gente ebria celebrando con ron y atiborrándose de comida mientras bailaban al son de la música disminuía de volumen con cada paso, mientras que el ruido del océano se escuchaba con mayor intensidad. Era una despejada noche con la solitaria luna en lo alto alumbrando el camino del deprimido mago.

El leve tambaleo en su caminar se debía a un conjunto de malestares entre los que destacaban la falta de sueño, el ayuno y la embriaguez.

En esa ocasión había salido de su casa sin siquiera estar plenamente consciente de ello, sin motivos para salir; no tenía ánimos de ver a nadie, ni hablar, ni siquiera de seguir viviendo...

---¡Eh! ¡Alleister! ¡Hasta que por fin te apareces! Ven aquí, héroe. Te invito a una cerveza. Anda, alégrate, que fuiste capaz de regresarle a Eclair su libertad, ¡disfrútala!

---...

---¡Oigan todos! ¡Me he encontrado con Alleister! ¡Démosle una gran bienvenida a nuestro gran héroe!

Voces de un cercano, pero a la vez distante pasado hicieron eco en la mente del mago. Él no había aceptado la invitación, de hecho, ni siquiera habló, solo se limitó a ser arrastrado por aquella persona desconocida.

Alleister no recordaba los rostros de los que le habían hablado. Ni del lugar en donde lo invitaron a tomar alcohol. Y también desconocía cuánto tiempo había pasado desde entonces.

Para él, un mes y una hora eran lo mismo. Su cabeza era un gran remolino de pensamientos incongruentes.

---Hombre, ahora que te miro a la luz... ¡Qué demacrado te miras! ¿No has comido, verdad? Estás de suerte, mi mujer ha hecho carne asada...

---Querido, y ese hombre... ¿¡Acaso él no es Alleister!?

---Claro que sí, mujer. Ni yo lo pude reconocer cuando me lo encontré tirado en la calle.

---Por Dios... está bien pálido... ¿Se encuentra bien?

---Nada que una buena comida y un par cervezas puedan arreglar.

---¡Oye! ¡Héroe! ---un tercero intervino---. ¿¡Y en donde te has metido!? Todo el pueblo ha estado buscándote... héroe... hey, ¿me estás escuchando?

De la comida y las cervezas pasaron al ron y la fiesta. Y terminó siendo una bulliciosa celebración por la reaparición de uno de los magos más talentosos del país, el héroe de Eclair.

Pero todo eso era una completa basura para él. El mago nunca sintió que merecía ser llamado de esa manera. A su forma de pensar, podría decirse que él no era más que un falso héroe que se alzó victorioso sobre una pila de cadáveres.

Hasta que vuelvas a sonreír (pausado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora