Capítulo 7

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—¿Por qué no puedo ir? ¿qué te está sucediendo Auryn?

Rodeé los ojos ante aquello. Amanda se estaba haciendo la pobre amiga abandonada, cuando yo era la traicionada aquí. Además, iba a llevar a Ignacio a conocer la ciudad, había tenido demasiada tarea como para hacerlo, y al fin estaba libre. No podía estar más días encerrado en mi casa, eso era inhumano, y él merecía tratar de tener una vida normal... y bueno, yo lo quería cerca y ser la responsable de algo bueno luego de la locura de los días anteriores.

Amanda seguía parloteando detrás de mi, al parecer ahora que me estaba alejando, recordaba que éramos amigas de esas que se tienen confianza. Franco también me había preguntado si me sucedía algo, pero simplemente me excuse y traté de evitar cruzarme con él en cada oportunidad. 

La hipocresía en estado puro, no era como si en verdad le importara.

Me di la vuelta exasperada, estaba haciendo mucho esfuerzo por no insultarla y reclamarle lo mal que se había portado. Quizás en un tiempo podría perdonarla y hacer como si no pasara nada, pero ella me seguía reclamando cosas que no tenía ni el más mínimo derecho.

—Ay,  Amanda. ¡Por Dios! — suspiré —. Simplemente estoy ocupada, no puedo estar pendiente de lo que tú necesitas en todo momento.

Me observó con el ceño fruncido, estaba enfadada, lo notaba, y eso me molestaba a mi. Sin permitirle responder, me di la vuelta y seguí mi camino, tenía cosas más importantes que hacer.

Cuando estaba por cruzar la calle, un cuerpo bastante alto se interpuso en mi camino, levanté la mirada para observarlo y me encontré a Lucas, miembro en el club de literatura. Compartíamos la misma pasión, escribir, y éramos los únicos que leíamos lo que él otro creaba, solo nos hablábamos para eso y luego darnos opiniones. Era una rara relación, como ese compañero con el cual compartes algo en común y solo hablan de ese tema, sin una amistad ni algo parecido.

Lucas observó a nuestro alrededor asegurándose de que nadie nos viera, y tal como si fuera a entregarme droga, deslizó su pequeña libreta desde dentro de su chaqueta, para luego entregármela sin palabra alguna.

Me guiño un ojo y sonrió para a continuación dejarme el camino libre y seguir el suyo. Si, él era raro, pero escribía como los dioses.

Guarde la libreta de color verde en mi mochila y me apresure a ir con Ignacio antes de que otra cosa se interpusiera.

Parecía un niño pequeño sentado en aquella banca, esperándome. Sonreí, y camine en su dirección. Antes de llegar, cuando me encontraba a unos metros, vi a un grupo de chicas cuchichear y observarlo. No me gustaba eso, él era mío... bueno, de Mandy, pero mío ahora, y cuando una de las chicas se comenzó a acercar, sin que él se percatara, fui más rápida y sin pensarlo, lo abrace tomándolo por sorpresa.

Observe como la chica retrocedía desilusionada y luego de otro cuchicheo, se fue de allí con sus amigas.

Por alguna razón, no lo solté, bueno, sabía la razón, me gustaba abrazarlo, era la segunda vez que lo hacía, la anterior había sido hacía un par de días. Él estaba bastante mal, aún sin entender cómo era que su vida había desaparecido, y la única manera que encontré de calmarlo, fue con un abrazo.

Luego de eso se separó de mi, me sonrió, y me dijo que a partir de ese día, si no me molestaba, quería que yo fuera como su hermana menor. No me quedó otra que asentir y pensar en lo irónico de todo eso.

—Wow, ¿y esto a que viene? —preguntó dejando escapar el aire caliente de su boca en mi nuca.

Me separé un poco avergonzada y sonreí.

—Solo te saludo, ¿no puedo?

Rió dejando escapar un bello sonido y asintió.

—Puedes, las hermanas pueden hacer lo que deseen con los hermanos.

Era bueno que siempre me recordara que era una estúpida por desear mal las cosas.

—Si—asentí —. ¿Listo para conocer el lugar?

Asintió poniéndose de pie, imité su acto ya que me había sentado para abrazarlo, y lo lleve a recorrer algunos lugares. Uno que otro parque, la playa, mi antigua casa, la parte céntrica, todo lo que pude. Parecía de buen humor y despejado, pero cuando nos sentamos en aquella piedra gigante en la playa, su semblante cambio.

—¿Estás bien?

Despego su mirada del mar que se extendía frente a nosotros y suspiro.

—Estoy bien, al menos teniendo en cuenta la locura que estoy viviendo... solo que —suspiró nuevamente —, tengo una hermana.

Mordí mi labio nerviosa, tenía claro lo que causaba su hermana en él, y no sabía si estaba preparada para escuchar la destrucción de su voz al hablar de ella. Contuve las ganas de golpearme, estaba siendo muy cobarde, debía apoyarlo y dejar de pensar en lo que yo sentía. Él ya no era un personaje de ficción, no eran simples letras, pensamientos o sentimientos inventados... él ahor, era una persona de carne y hueso que extrañaba a su familia, que sufría. Era real, era como Amanda, Franco, como mi padre, como yo. Él era una persona que estaba perdido en el mundo, que había perdido a su familia, a sus amigos, a la chica que amaba, había perdido su vida por completo, y aun así ponía todo de sí para no desmoronarse. Para ver el lado bueno, como el día anterior, que fue a mi habitación y me dijo que estaba seguro que él no estaba loco y que pronto encontraría a su familia y todo sería como antes.

No había podido evitar que una punzada de dolor cruzara por mi pecho al ver el brillo de sus ojos ante esa ilusión y deseo. Esa noche me dormí deseando que Ignacio volviera a su vida, dentro de la historia, creí que lo había logrado cuando desperté y no lo encontré en la casa del árbol, estaba triste, pero alegre al mismo tiempo. Solo que de camino al colegio me lo encontré caminando. Me dijo que había salido a pasear ya que despertó y no había podido dormir más. No sabía porque desear nuevamente no había funcionado, pero estaba investigando, y no pararía hasta que ese chico volviera a su vida.

—¿La extrañas? —tomé valor para incentivarlo a seguir.

Asintió con una mueca.

—Pero no es solo eso, ella esta enferma... soy quién la hace olvidar la mierda en la que vive, y ahora estoy aquí, disfrutando de este lugar y ella está postrada en una cama sufriendo por algo más que su enfermedad. Sufriendo porque su idiota hermano fue a una maldita fiesta y apareció en un lugar que desconoce.

—No fue tu culpa, Nacho.

Me observo serio.

—No lo sé, pero no dejo de pensar que si me hubiera quedado cuando ella me lo pidió, hoy no estaría sucediendo esto.

—No —apreté mis labios —, esto hubiera sucedido igual, las cosas cuando tienen que pasar, pasan.

Desvió su mirada de mi nuevamente y observó el mar.

—Si tuviera un deseo... sería volver al momento que me pidió que me quedará con ella y decirle que si.

No sabía cuántas veces había roto mi corazón con sus palabras, pero esta vez había sido la más dolorosa.


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Mi chico de libro (Parte I y II) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora