Fugaces

Mi fin.

El reloj marca un minuto más, la voz del profesor se disipa por el aula y disminuye hasta que solo queda el sonido de mi respiración y el segundero avanzando. El hedor de adolescentes transpirando por 5 horas encerrados dentro de las mismas 4 paredes inunda mi nariz causándome nauseas.

Falta un minuto y todos comienzan a guardar sus cosas, platican sobre lo que harán al llegar a sus hogares, 40, 39, 38 segundos, todos se desesperan ruegan por salir, 25, 24, 23, es eterno, ya no aguanto, 14, 13, 12, quiero salir, necesito salir, no aguantare, 7, 6, 5, la chicharra suena, el chillido de las bancas moviéndose retumba en mis oídos, unos corren, otros empujan, ¿yo?, ¿Qué pasa conmigo?, yo no importo, si salgo primero o al último, no importa nadie lo nota, nadie me platica, nadie me mira, me pongo en pie, cojo mis cosas y salgo entre todos, por los pasillos las risas, los gritos, las pláticas poco a poco seden.

Un profesor corre, me golpea el hombro voltea y me pide una disculpa llamándome por un nombre que obviamente no es el mío, sigue su camino es todo, no sonríe, no nada; salgo del instituto y corro, corro lo más rápido posible, no respiro, no puedo más, el corazón se me sale del pecho, me ahogo en mis lágrimas, no veo nada, estoy cansada, sigo corriendo, un auto dos, corro, un claxon, un fuerte golpe, muchos sonidos, gritos, luces, sangre, nada más, eso es todo, no hay más de mí.