Son las tres menos ocho de la madrugada
y vuelvo a ser peonza sin cuerda
que me devuelva a tu mano,
o a cualquiera que me lleve a casa
y me mantenga a salvo.No hago más que dar vueltas y vueltas
en un colchón demasiado estrecho para dos
y mi lado de la almohada está empezando a empaparse;
ya se me han caído tres lagrimas y por más que lo busco,
no encuentro tu olor.Sólo puedo rezar por que el demonio
que me abraza por la espalda
esta vez no huela el miedo
e intente volver a robarme los labios y dejarme sin aliento.No consigo abrir los ojos
y dejar de vernos allí tirados todo el día
contándonos los sueños;
cosiendo heridas
y suavizando las esquinas de nuestros rotos:
puliéndonos los dos,
poco a poco y con sucio cuidado
para intentar encajar los lados.Me hundo entre las sábanas frías
y juro que aún puedo escuchar cómo respirabas en mi oído
y sentir cómo se te ralentizaba el pulso
cuando por fin te quedabas dormido.Y ya no sé si es peor soñarte despierta y vivir en pesadilla,
o dejar que el sueño tormentoso que me acecha
me abata con un tiro certero
y me arrebate el anhelo de sumirme en tus sentidos
y tus manos frías.Sólo...
Sólo quiero saber si sigue habiendo cama libre
en ese hostal al que llamabas Corazón.Si mi vinilo favorito sigue en el tocadiscos
esperando a tocar la banda sonora
de la secuela maldita de ésta viscera marchita,
que se prende en llamas cuando cae la noche
y las sombras del pasado
susurran a gritos en silencio tu nombre.
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A sus ojos verdes
PoetryA un par de pozos verdes sin fondo; la oscuridad más tentadora a la que jamás me había enfrentado.