—Querida, acompañemos a nuestros invitados al comedor. Seguramente les gustaría disfrutar de la bienvenida—pronuncio aquellas apartándose de mí y aunque demostrarle afecto al rey frente al zar y su hermana, iba en contra de mi buen juicio, mi cuerpo disfrutaba de su compañía y al dejar de abrazarlo y alejarme de él sentí un vacío inmenso.

—Por supuesto—sonreí porque tuve que hacerlo, no porque lo deseara.

Caminamos por el pasillo y guiamos a nuestros invitados William por supuesto camino al lado del zar y para mi desgracia yo caminé detrás de ellos en compañía de Ileana, pero debido a nuestro enfrentamiento fue fácil ignorarla gracia a la condesa de Yhules quien me informo sobre los preparativos del banquete y otras diligencias que necesitaban de mi supervisión.

El banquete transcurrió sin contratiempos, pero justo antes del atardecer cuando creí que mi presencia ya no era requerida debido a que la conversación entre William y el zar se había tornado más seria, el zar me miro y sonrió.

—No creí que algún día te decidirías a tomar esposa— interrumpió cambiando drásticamente el tema. William lo miro confundido.

—¿Disculpa?—musito William, tal vez sin entender al igual que yo, por qué había mencionado aquello.

—Sabes a qué me refiero—insistió— eres demasiado retraído y reservado como para interactuar con una mujer tan hermosa y dulce como supongo debe ser tu reina.

Mire a William al percatarme que el zar me observaba de una forma perversa como si deseara devorarme, seguramente lo que había dicho no era precisamente un halago, sino más bien una insinuación.

—Podría decirse que tengo mucha suerte— la dulce sonrisa que mostro al pronunciar esas palabras me ruborizaron a pesar de la presencia del zar y su hermana quien se encontraba a su lado, ella no dejaba de mirarme como si deseara matarme.

—Por supuesto tienes mucha suerte, una reina hermosa y una consorte igual de atractiva, no dudo que tu descendencia sea basta en muy poco tiempo.

—Mi intención por el momento no es tener hijos, no a menos que mi reino sea un lugar seguro para poder criarlos y si decidiera tenerlos, mi reina tendría que estar de acuerdo con ello— aludió William mostrándose irritado.

—Por supuesto, la reina tendría que aprobar la legitimidad de los vástagos que nazcan del vientre de la consorte para poder estar en la línea de sucesión.

—No— dijo William, tomo su copa, la cual contenía vino blanco, le dio un sorbo y luego de dejarla en su lugar, miro al zar— si debe haber un heredero al trono deberá ser hijo legitimo de la reina, tal y como lo estipula la ley. Las amantes tan solo son un juego para que pueda entretenerme, pero no soy tan desalmado como para degradar a una mujer de esa forma o al menos habia intentado no hacerlo hasta este momento.

—Tienes valor al pronunciar tal estupidez frente a mi William, de estar en mi reino esas palabras te habrían costado la lengua—respondió el zar levantándose de su lugar súbitamente, los pocos invitados que aun disfrutaba de una copa de vino giraron en nuestra dirección, la tensión entre ambos gobernantes podía observarse a simple vista.

—Pero no lo estas— respondió él, su altanería no pareció importarle, de hecho, William estaba demasiado tranquilo— además no entiendo tu disgusto, por lo que sé tú también gozas de la compañía de algunas consortes, pero ningún hijo y por supuesto ninguna zarina. ¿Cuándo le darás el gusto a tu reino?

El zar mantuvo la mirada fija sobre William, su expresión era seria, pero después de unos segundos volvió a tomar asiento, los sirvientes detrás de él levantaron los utensilios que él habia arrojado al levantarse tan bruscamente y aunque todos le miraban asustados el único que no le temía era William. Habia descubierto que mi esposo tenia el talento para ofender a las personas y salirse con la suya.

Amor De CristalWhere stories live. Discover now