Un Cielo después del Lago

Capítulo 2

La historia Cuando Llueven Estrellas pretende seguir el canon de Free!, por lo tanto se encuentra en hiatus hasta obtener más material de la tercera temporada. Mientras tranto, estaré escribiendo Un Cielo después del Lago, que es más breve y sencilla... creo.

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UN CIELO DESPUÉS DEL LAGOCAPÍTULO 2

Los recuerdos más antiguos que tengo son de los paseos al gran lago durante los calurosos días de verano. Solíamos levantarnos muy temprano por la mañana y Rin se encargaba de vestirme y de asegurarse de que todo estuviera en orden dentro de mi mochila. En la cocina, Haru preparaba el desayuno y alistaba los últimos detalles en la canasta de víveres que llevaríamos. El viaje duraba cerca de cuatro horas, así que yo aprovechaba ese tiempo para envolverme entre algunas mantas y dormitar sobre el largo asiento trasero mientras mis padres se ocupaban de conducir. Todavía puedo escuchar la alegre voz de mi madre anunciando, rato después, que ya estábamos entrando al sector del campamento, diciendo que había más personas en el lugar y que, al fondo del camino, se podía ver el enorme lago reflejando los rayos del sol de la mañana. Yo me levantaba entre las mantas y me asomaba por la ventana para descubrir, ansioso, cómo otras familias con niños de mi edad también llegaban al igual que nosotros. Habían tiendas para acampar que la gente había dispuesto entre los árboles, así que escogíamos un espacio adecuado y desplegábamos nuestra pequeña mesa de aluminio sobre la que colocábamos el mismo mantel azulado que ocupábamos cada año en esas fechas.

Ir al lago era algo así como una tradición familiar de verano, cuando mis padres hacían coincidir convenientemente sus vacaciones. Rin solía trabajar en la estación de policías y, debido a su empleo, muchas veces debía interrumpir sus descansos para ir a apoyar a algún operativo policial. Tenía horarios complicados, a veces debía pasar toda la noche sin dormir en la estación, pero, pese a las dificultades, él amaba a su trabajo y aceptaba cada desafío con una sonrisa en su jovial rostro. Haru era el chef principal de un concurrido restaurante en el centro de la ciudad. Tras haber llegado por recomendación de mi tía Gou y sin tener muchas experiencias laborales previas, había sido puesto a prueba en la cocina y había sorprendido magistralmente a sus superiores, por lo que había sido contratado al instante como parte del personal. Aunque él solía decir que su empleo no era la gran cosa, lo cierto fue que continuó por siete años trabajando en el restaurante y preocupándose constantemente de aprender nuevas técnicas y de hallar nuevos ingredientes para innovar en sus platillos. Tanto mi madre como mi padre eran personas llenas de responsabilidades. Pero, en medio de sus ocupadas agendas, había una semana, en la mitad del verano, que estaba destinada única y exclusivamente para nosotros tres. Los viajes al lago eran, en aquel entonces, una de las mayores actividades que disfrutábamos en vacaciones.

Mientras mis padres se encargaban de ordenar nuestras cosas sobre el mantel azul, yo aprovechaba de observar con curiosidad a los niños que merodeaban entre los árboles. Les veía alejarse algunos metros de sus respectivas familias para ir a conocer a otros chicos con los que rápidamente se hacían amigos; les veía correr a todos juntos y reír mientras se colgaban de los árboles o atrapaban insectos. Recuerdo que, en al menos un par de ocasiones, algunos niños se percataron de mi presencia escondida atrás de un árbol y se acercaron amistosos para invitarme a jugar. Yo nunca respondía por mi cuenta, siempre buscaba con la mirada a mis padres esperando su aprobación.

—Ve con cuidado —era lo que siempre advertía Rin—, y recuerda no entrar al lago todavía.

Mis nuevas amistades no tenían una larga duración. Bastaba con que las familias se asentaran bien en las mesas entre los árboles y dieran la aprobación a los niños para meterse en el agua, para que yo quedara completamente relegado atrás de todos. Los paseos al lago eran para jugar en el agua, no para quedarse a un costado, como yo, viendo cómo los demás se divertían.