Capitulo 9; Mi zapatito de cristal

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Zafira:

Me quedé estática al escuchar sus palabras. ¿Qué quería decir con eso?

― ¿Que quiere decir con eso, señorita? ―preguntó el duque dirigiéndose a Cenicienta y quitándome las palabras de la boca.

― Es cierto que bailé con el príncipe... ―dijo dirigiéndose un segundo al duque para luego, volverse hacia mí―. Pero he sabido recientemente que su mirada enamorada no iba dirigida a mí.

― ¿Por qué dices eso? ―dije sin poder contenerme. Mis ojos se habían entrecerrado y las lágrimas volvían a amenazar con salir.

― Porque mientras paseábamos, pude ver un objeto que parecía ser importante. Cuando le pregunte por dicha joya, el príncipe me dijo que le pertenecía a alguien muy preciado para él. A alguien que quería más que a nada ―dijo con dulzura y... ¿tristeza?

― ¿Pero... si eso es cierto, por qué debería buscarte a ti? ―dije a la defensiva―. ¿Y por qué supones que ese alguien no es su madre o su padre o algún familiar?

― Es cierto, señorita, podría referirse a cualquiera. Y de todos modos, él dijo que se casaría con la mujer que le fuera la zapatilla ―coincidió el duque haciendo que sus palabras me dolieran más.

―Al principio creí eso, pero... hace apenas unos minutos supe que no era así.  ―Mis ojos empezaban a hervirme por culpa de las lágrimas retenidas.

― ¿Cómo ha descubierto eso? ―dijo el duque con curiosidad. Cenicienta sonrió al duque y luego me miró a los ojos. Vi como cogía algo que llevaba guardado en su delantal y me lo mostraba con ternura.

― Ojalá la promesa del zafiro hubiese sido suficiente... ―dijo repitiendo mis palabras.

Mi rostro se quedó helado al ver mi zafiro en su mano. ¿Por qué lo tenía ella? ¿Qué hacía con mi zafiro? ¡Se suponía que debía tenerlo Axel!

― ¿Cómo...? ―dije mientras me acercaba a Cenicienta para poder coger mi zafiro. Ella me lo tendió y me lo puso en las manos con cuidado.

― Fue sin querer. Lo cogí para verlo mejor, me parecía precioso. Y justo cuando me lo probé las campanas sonaron y... ―Yo entendí enseguida a qué se refería. Se había ido del baile con la joya encima...

― Oigan, señoritas... No entiendo nada. ¿Qué tiene que ver esta joya con el príncipe? ―dijo el duque. Cenicienta se giró hacia él. La verdad era que ni yo entendía demasiado bien lo que había ocurrido.

― Verán, el príncipe bailó conmigo anoche, sin embargo, la mayor parte paseamos. No faltaba mucho para media noche, y yo debía irme entonces, así que mientras le preguntaba por el zafiro que asomaba por su chaqueta él sonrió con melancolía. Creía que se trataba de algo importante, y así era. Así que cuando llegué a casa y descubrí que me había llevado el zafiro por error supe que querría recuperarlo. Y no me equivoqué ―explicó Cenicienta.

Yo me había quedado tan estática que no sabía si volvería a moverme nunca.

― Al día siguiente, mi madrastra dijo que vendría el duque para probarle la zapatilla de cristal, mi zapatilla, a todas las mujeres del reino. Y la afortunada sería con la que se casaría el príncipe ―continuó―. No obstante, y aunque creí que era esa la verdad, la cosa cambió cuando Anastasia pronunció esta frase.

― Ojala la promesa del zafiro hubiese sido suficiente... ―murmuré mientras las palabras empezaban a tener sentido.

― Exacto. Entonces supe que no me buscaba por mí, sino por el zafiro. Quería encontrar a la mujer de la zapatilla de cristal... porque era el único modo de encontrarme y con ello encontrar su zafiro. El zafiro que le regaló la persona más importante para él ―dijo mientras me miraba a los ojos―. Tú.

Mi zapatito de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora