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Era una noche fría de invierno, Navidad acababa de pasar hace un par de días y todo había vuelto a la normalidad para los empleados de los Estados Unidos de América, y los doctores, enfermeros y personal administrativo de un hospital más en el centro de una ciudad, no eran la excepción. La nieve caía como era costumbre en esa época del año, y en los interiores del hospital se encontraban personas haciendo su trabajo para que otras lucharan por sus vidas durante un tiempo más. Dentro de las frías habitaciones y a lo largo de los blancos pasillos con olor a desinfectante todo parecía bastante tranquilo, no había tanto trabajo como otros días, incluso había algunos afortunados que podían tener algo de tiempo libre de vez en cuando, aunque no eran muchos tampoco.

Dentro de la pequeña cafetería que el hospital ofrecía para que sus empleados pudieran alimentarse, se encontraba Leo de la Iglesia, uno de los enfermeros que laboraban en aquel lugar, y uno de los pocos que realmente disfrutaban visiblemente su empleo; se situaba en una silla metálica de una mesa para unas cuatro personas, sin embargo, nadie más estaba sentado con él en dicho lugar. Tenía un rato libre, debido a que por el momento sólo cuidaba de una paciente que pronto sería dada de alta, cosa que le alegraba inmensamente, pues se llevaban bastante bien, él siempre la había escuchado y cuidado adecuadamente y ella respondía alegre a sus tratos, era una mujer joven que tuvo complicaciones con su embarazo y que por poco pierde a su bebé, cosa que afortunadamente no ocurrió; Leo estaba realmente tranquilo cuando le avisaron que ella saldría pronto de ahí, no toleraba ver a las personas sufriendo en un lugar que podía llegar a ser tan desagradable en ciertas ocasiones.

Mientras revisaba sus mensajes en silencio, Mila se acercó a él con una expresión que delataba su falta de descansos y su mal humor; su cabello rojizo estaba algo despeinado y sus ojos tenían unas notables y oscuras ojeras debajo de ellos, no era lo usual, ya que ella normalmente estaba alegre y se mostraba llena de energía para con todos, Leo supuso que aunque no había tanto trabajo para él no sería lo mismo para el resto de los enfermeros.

–¿Disfrutando el descanso?- suspiró con cansancio la joven, que se había tomado la libertad de sentarse en otra de las sillas que estaban cerca.

–Algo así... te ves como si estuvieras muriendo- respondió él con un tono de pesar, pero intentando sonar relajado, aunque no recibió más que una mueca sarcástica por parte de la chica que parecía estar diciendo un "¿Tú qué crees?" muy cansado como para expresarse con palabras–¿Qué haces aquí?

La pelirroja se apoyó en el respaldo de la silla y dejó caer su cabeza hacia atrás mientras formaba una mueca algo apenada y triste, cosa que el contrario alcanzó a notar.

–Bueno... tienes un nuevo paciente que atender cariño, el viejo de Yakov me pidió que te avisara- ella hizo una cara algo incómoda y se incorporó en su asiento para continuar– segundo piso, camilla 226-mencionó para luego extenderle al castaño una tablilla con algunos documentos en ella.

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