Capítulo Dos: La llamada.

101 4 3
                                    

Aquella mañana me asusté al despertarme en una cama desconocida. Salte de ella en un acto reflejo y me quedé de pie a su lado. Luego recordé que el incendio no era ningún sueño y que la muerte de mi padre era real. Suspiré profundamente conteniendo las lágrimas que, de nuevo, abrasaban en mis ojos. Relajé la tensión de los hombros y volví a sentarme en la cama con pesadez.

Vi la ropa que el policía nos había ofrecido la noche anterior y decidí darme una ducha.

Había decidido no dirigirle la palabra a mi madre e ignorarla si ella me hablaba por no permitirme escuchar también la conversación, pero mi desesperación era tal que, cuando la vi, no pude más que correr a abrazarla y dejar escapar algunas lágrimas.

Me hizo bajar a desayunar al comedor del hotel diciéndome que ella bajaría en seguida y me contaría, gracias a mi insistencia, la noticia que el inspector había preferido ocultarme.

Estuve quince minutos esperando, con ansia, la llegada de mi madre mientras removía mi vaso de leche con cacao nerviosamente, incapaz de probarlo siquiera.

Desesperada por la demora de mi madre me levanté apartando la silla con brusquedad. Lo único que conseguí fue que el mantel quedara moteado con manchas de leche, que por suerte no se llegó a volcar entera; hacer un estrepitoso ruido cuando las patas de la silla rozaron contra el parqué del comedor y un montón de miradas curiosas siguiendo cada paso que di hasta salir de la sala, lo cuál me estresó aún más de lo que estaba.

Subí a la habitación de mi madre, malhumorada y con la intención de exigir información referente a la muerte de mi padre, tal y como me había prometido. Pero cuando llegué allí me encontré la habitación vacía.
Miré en la mía, que estaba al lado, e igualmente estaba vacía.

Me enfadé todavía más e irritada empecé a buscarla por algunas plantas del hotel. Después volví al comedor a ver si estaba buscándome ella a mi, lo cual dudaba, y, como sospechaba, tampoco se encontraba allí.

Mi última opción, después de buscar por quinta vez en su habitación, era preguntar en recepción haber si había salido.

Detrás del mostrador había una mujer de entre cincuenta o sesenta años con el pelo corto y teñido de un granate demasiado fuerte y con unas gafas cuadradas y rosas, que hacían juego con sus uñas, colocadas dramáticamente sobre el puente de su nariz.

-Buenos días, señora-saludé amablemente. Ella pareció feliz de tener a alguien con quien hablar.-¿Has visto una chica alta, pelirroja y de ojos grises? Dicen que me parezco algo a ella...-pregunté.

-Ah si, si la he visto-contestó como si estuviera recordando un buen momento y sonrió ampliamente.

Yo, sorprendida porque se acordará de alguien que no conoce con tanta rapidez, continué:

-Eh bien..., ¿dónde la ha visto? ¿ha salido?

-Oh si... y él se ha ido con ella-dijo suspirando.-Que chico mas guapo, ¿cuántos tenía? ¿veinticinco?-volvió a exhalar la mujer.-Muy joven para mi, ¿sabes? Pero era tan... hermoso...-decía por un momento pensé que habría venido Carlos Lago y la recepcionista esta exagerando la belleza del chico.-Ni si quiera mi amiga la Paqui se atrevería a juzgar la larga cicatriz que le recorre la cara, sigue viéndose guapísimo...

-Espera-grité sobresaltando a la mujer.-¿Una cicatriz?-no recordaba a ningún policía con una cicatriz en la cara, aunque, tal y como estaba podría haberlo tenido delante sin darme cuenta...-¿Tenía un uniforme de policía?

-¿Qué? ¡Claro que no!-exclamó molesta.-Él parecía más bien el ilegal-dijo volviendo a sonreír.-Con esa ropa toda negra y las botas de motorista, su pelo negro despeinado, y sus ojos...Ay sus ojos-suspiró de nuevo-tan azules como el hielo...

-Se-señora, esa no puede haber sido mi madre-negué interrumpiendo su descripción.

-¿No? Ah bueno, se parecía bastante a ti como para no serlo, pero tu dirás...-Abrió mucho los ojos, como acordándose de algo y dijo:-¿Eres Jessica Montoya?

-Eh... si-contesté.

-Entonces supongo que la pelirroja si que te conocía porque ha dejado esto para ti-dijo mientras sacaba un pequeño paquete marrón de detrás del mostrador. Me lo dio y se puso a trabajar con el ordenador dando por finalizada la conversación.

Llegué a mi habitación y me senté en la cama cruzando las piernas, como un indio, con el paquete encima.

Era un paquete un poco mas grande que mi mano y tenía una etiqueta blanca con mi nombre escrito con la letra de mi madre. Lo abrí intentado no romper la caja, estaba nerviosa y con motivo. Mi padre muerto, la casa en llamas, mi madre se va con nosequién que además tiene una cicatriz en la cara... y ahora un misterioso paquete con mi nombre.

Suspiré y terminé de abrirlo. Sorprendida levanté el objeto del interior de la caja ante mis ojos.

-Un... ¿un móvil?-murmuré para mi. Porque razón mi madre me dejaría un móvil antes de irse, sin avisar, con un hombre desconocido.

Mi móvil se había quedado en la casa cuando salimos a toda prisa la noche anterior y suponía que el de mi madre también entonces, ¿a quien iba a llamar? Miré en "Contactos" y habían tres: Mamá, Mensajero y Jefe.

Lo miré extrañada antes de marcar el de Mamá, y... después de cinco tonos se puso el contestador.

Resoplé enfadada antes de marcar el de Jefe.

-Hola, amor- dijo una voz profunda, tranquila y persuasiva.

-¿Quién eres?- pregunté cortada.

-Tú me has llamado- se burló el hombre.

-¿Está mi madre contigo?- seguí preguntando, no quería caer en su juego.

-Si supiera quién eres, podría contestar esa pregunta- contestó sarcásticamente.

-Ella se llama Teresa- dije yo intentando no decir mi nombre.-¿Está contigo?

-Ah, puede que sí y puede que no- respondió.

-Y, si está contigo, ¿puedo hablar con ella?- pregunté, entrando ya en su juego.

-Me temo que no, amor- dijo.- Aunque eso ya lo sabías, ¿verdad? Te hubiera contestado al móvil de haber podido.

-¿Qué? ¿Está bien? ¡¿Qué le has hecho?!- le grité.

-Un consejo: por el bien de tu madre, no llames a la policía- dijo en un tono peligroso.-Adiós, amor. Ha sido un placer hablar contigo- se despidió antes de colgar.

Joder. No podía ignorar sus amenazas, él tenía a mi madre, pero tampoco podía quedarme de brazos cruzados.

Suspiré profundamente. Pensaba a hablar con Carlos, no podía ser que me estuvieran vigilando, al menos no todo el día. ¿No?

Sinceramente, estaba muy equivocada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 26, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Verdad ocultaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora