Prólogo

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Nota de la Autora: ¡Bienvenido a mi espacio! Antes de que empieces tu lectura quiero aclararte de que aquí solo vas a encontrar las primeras páginas de esta novela. Quizá en el futuro, me anime a escribir algo directamente en Wattpad :) Todas mis novelas puedes buscarlas en Amazon y si quieres relatos gratis, suscríbete a mi blog.

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Alyssa se encontraba sentada en la mesa del jardín trasero de la casa de Amelia, su abuela materna. Como cada año, su abuela se esmeraba al máximo con la decoración para la fiesta y a pesar de que la niña le agradecía gustosa el gesto, siempre esperaba que a alguien se le ocurriera la idea de preguntarle ¿Cómo quisiera decorar y celebrar su fiesta de cumpleaños?

Suspiró abatida viendo los aburridos globos rosa pastel que adornaban algunos sitios del jardín.

Sería incapaz de decirle a su abuela que aquello la aburría al extremo y que deseaba una fiesta diferente. No, no podría hacerle pasar una desilusión a su abuela que era lo más cercano a la bondad pura que conocía a sus escasos siete años y lo más cercano a su madre también.

Lo comentó con su padre que, en algunos casos, le ayudaba a decir las cosas que más le costaba; este la vio con compasión y le explicó que, ese año, ya no se podría hacer nada porque la abuela lo tenía todo preparado.

Alyssa pensaba que iba con tiempo de sobra para decirle a su padre que no quería más de las decoraciones de su abuela, al parecer, tener esa conversación un mes antes de la fecha no había sido suficiente. Se prometió que para el siguiente año, tendría la misma conversación con su padre con al menos seis meses de antelación, así podrían comentarlo con Amelia sin correr riesgos.

No podía imaginarse cuál excusa usaría porque su corta edad solo le daba argumentos que no eran muy convincentes y que, en la mayoría de los casos, hasta a ella le sonaban crueles.

Y es que así es la infancia, cruel con la gente que se tiene al rededor porque esa «vergüenza» a decir algo indebido es un mundo desconocido hasta que alguien comenta que ya estás mayor para hablar de esa manera tan irrespetuosa y mal educada.

Alyssa nació con esa vergüenza incluida ya que no se atrevía a decirle la verdad en su cara a nadie, solo por temor de hacerle sufrir.

Sonrió con pesar recordando lo mucho que odió el regalo que una vecina le dio el año anterior. Nunca, en su corta existencia, había visto una muñeca de porcelana tan espantosa. «¿Quién regalaba muñecas de porcelana en esa época?» se preguntó tras rasgar el envoltorio. En ese momento, supo que debía controlar sus facciones porque si no, su dulce y encantadora vecina se sentiría muy triste de saber que a ella, esa muñeca, le parecía espantosa. Por fortuna, la muñeca fue a parar en el fondo de un baúl que la niña ya casi ni abría porque sus gustos cambiaban con rapidez. Ese baúl estaba lleno de bebés de plástico con sus accesorios; además de una buena cantidad de animalitos de peluche que, en algún momento, fueron los suplentes de los falsos bebés que ahora les acompañaban.

Hasta el año anterior, le pareció que decorar su fiesta con su personaje de Disney favorito era bueno. Después de ir a la súper divertida fiesta de cumpleaños de Marcy, empezó a encontrarle algunos defectos al titánico esfuerzo de su abuela. Y todos los globos rosa, así como los personajes de Disney, empezaron a parecerles insoportablemente aburridos.

Quería algo más sencillo, con menos rosa, quizá más negro o gris y algún otro color que le combinara que no fuesen tonos pasteles. Estaba cansada del clásico plan «princesa» que solía usar su abuela. Claro, Marcy contaba con su madre que era una experta decoradora; y con su padre, que siempre estaba con ella para todo lo que necesitara.

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