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Muchas veces pensé en dejar de existir, como una herramienta de escape, como una vía de lo que sería mi liberación. Nunca he superado las barreras que se me ponen en frente. Siento como si alguien allá arriba no quisiera que yo continuara mi camino.

Por más que intento ponerme de pie, algo me tira. Intento caminar hacia mi éxito, pero algo me arroja de nuevo al suelo.

Y cada vez estoy más cansada, se vuelve agotador después de un tiempo. Al punto que me he acostumbrado al inminente fracaso.

Intenté acortar mi vida en una ocasión, pero no tuve el valor suficiente para hacerlo. En su lugar, rape mi cabeza.

No es algo que cuente todos los días, pero pienso que tengo más valor al escribirlo que decirlo.

Hace aproximadamente ocho años mi padre decidió abandonar el hogar, con una seca despedida sus cosas estuvieron fuera en tan solo una semana. Y las cenas en familia se acabaron, aquel característico sonido que hacía al llegar se fue. La música a todo volumen, ya no se escuchaba. Y la casa se volvió algo vacío para mí.

Quise convencerme a mí misma que era la mejor solución, que era lo correcto, que mi madre era libre, que mi padre era libre. Eran libres de un matrimonio que se había deteriorado con los años. Pero no podías mentir al corazón.

La primera grieta había aparecido.

...

Después de ello, el intento de llenar un vacío volvió a mi madre una adicta a las redes sociales. Mi hermano se aíslo en sí mismo y fue entonces que tuve que sostener a mi familia. Cargue con cada responsabilidad mental. Madure tan rápido que no disfrute los pequeños momentos que me quedaban de niñez. Soñé con días en los que todo se hubiera resuelto de la noche a la mañana.

Pero era francamente imposible.

Así fue durante seis meses, pero yo seguía de la misma manera. Las cosas continuaron su curso, pero yo me sentía estancada. Sin amigos, sin personas cercanas. Todo era monótono.

La gente a mi alrededor parecía retomar el camino de su vida, mi padre consiguió una nueva pareja, mi madre continuaba buscando la suya. Y yo lloraba en silencio.

Reteniendo cada emoción, sin decir ni una sola palabra. Porque en mi mente era mejor quedarme callada, después de todo, aunque dijera algo, no era tomado en serio. Solamente era una niña en busca de atención, en una niña que no sabía comportarse, en alguien que solo buscaba palabras vacías para aparentar felicidad.

Pero no era así.

Yo solo deseaba un abrazo. Algo que me indicara que no estaba sola.

¿Recuerdan cuando dije que me había rapado?

Mi padre solo asintió con la cabeza, me dijo que no lo volviera a hacer y se marchó.

Entonces, la segunda grieta se hizo presente.

...

Mi madre decidió olvidar el incidente y me trato como si fuera alguien que lo haría cada día. Pero no tenía la fuerza para eso.

Me encerré en la música, colocaba mis auriculares y me desconectaba de todo. Era lo mejor. Para todos lo era, ignorar los hechos y hacer como si nada hubiese ocurrido.

Cuando mi primer amor llego, me sentía por las nubes, una persona que se preocupaba cada día por mí, alguien que me deseaba los buenos días y las buenas noches. Alguien que me daba palabras de ánimo cuando las necesitaba. Un chico que parecía comprender cada aspecto.

Cicatrices de una escritoraOn viuen les histories. Descobreix ara