parte 2

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Parte 2•
Sin advertencia, él se paró frente a ella, obligándola a apoyar su espalda en el estante. La enjauló con sus brazos y le lanzó una sonrisa malvada. 
—¿Exactamente cuánto quieres esas cartas?
Oh, Dios mío. Esto no puede estar pasando. O este hombre era un psicópata (en cuyo caso ella estaba en un montón de problemas, ya que era muy probable que nadie entrara en esa habitación en un futuro cercano) o estaba flirteando con ella.
Debería sentirse ofendida por esto último. ¿Estaba sugiriendo que pagara por sus servicios con su cuerpo? ¿Estaba considerando decir que sí? Le sonrió, esperando recordar cómo se coqueteaba después de meses de hallarse encerrada con su ordenador portátil y una pila de libros mohosos. 
—Estoy determinada a encontrarlas, sin importar el costo.
—¿En serio?
—Sí. 
La palabra apenas salió a través del nudo de su garganta. ¿Esto estaba sucediendo realmente?
—¿Sabes cuántas personas vienen a esta parte de la biblioteca un día sábado?
—¿Tan pocas que no te extrañarán si no te encuentras en tu escritorio por un largo tiempo?
Él sonrió. 
—Sí. De hecho, es poco probable que alguien entre a esta parte por el resto de la tarde.
Ella lamió sus labios, 
—¿Qué es lo que quieres?
—Algo que nunca haz hecho.
—¿Cómo sabes lo que he hecho?
—Vas a decirme una de tus más oscuras fantasías, y voy a realizarla. Luego, y solo entonces, te ayudaré a encontrar tus cartas.
El corazón de ________ latía con fuerza. Se preguntaba si él podía escucharlo. 
—¿Se trata de un servicio que la Biblioteca Williams ofrece a todos sus clientes?
Él sonrió. “Es algo nuevo a partir de hoy. Créeme, tengo mucho tiempo para fantasear sentado en ese escritorio”.
Ella sonrió. 
—Apuesto a que sí.
—¿Qué es lo que vas a hacer?
El calor se precipitó por las mejillas de _______. ¿Cómo podría revelar sus fantasías a este completo extraño?
—Estoy esperando.
—Nunca.- dije
—Sí lo hiciste. Me deseaste desde el momento en que atravesaste la puerta.
Ella frunció el ceño. 
—No eres más que un bastardo arrogante.
Se inclinó hacia ella, y su gruesa polla presionó contra su vientre. 
—Puedo serlo, pero soy muy bueno. Vas a tener una tarde bastante agradable.
—Supongo que tener sexo en una biblioteca no es suficiente.
—Ya lo haz hecho de todos modos.
—¿Cómo lo supiste?
—No lo sabía, pero ahora sí.
—Maldita sea. Al menos dime tu nombre.
Él sonrió y se inclinó para recorrer con su lengua su cuello. 
—luke. Ahora dime lo que quieres.

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el bibliotecario [one shot] luke hemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora