—Lo prometo— gruñó de mala gana.

Al sonido de su voz, la adolescente lo soltó, incluso esperó un poco a que se acomodara los pantalones con un gesto de tranquilidad mientras ella cruzaba los brazos.

—Ahora lárgate antes de que me arrepienta de dejarte suelto.

—Algún día de estos voy acabar partiéndote la cabeza como sigas así de gilipollas, Roma.

—Atrévete si tienes pelotas— amenazó con los ojos entrecerrados.

Ángel se adelantó hasta ponerse al lado de su pareja y apoyó la mano en el pecho de su compañero de equipo para que no se atreviera a acortar distancias otra vez con la insensata que no parecía tener miedo de hablarle de esa forma. Tyler le sostuvo la mirada, molesto, aunque se desembarazó de su tacto al suponer que, dentro de lo que cabía, la mejor opción de todas sería aceptar el tambaleante trato de paz para volver con su grupo de amigos sin llevar la situación a peor.

—¿Se puede saber por qué has acabado hablando con él?— preguntó Roma en dirección a Nick.

Éste, ya fuera para ganar algo de tiempo o porque realmente estaba algo inquieto, se acarició la mandíbula y siguió el recorrido hacia su nuca hasta que la cubrió al completo.

—Ha sido Tyler el que ha venido a hablar conmigo. Le ha dado la paranoia de que he contado lo que me hizo en la fiesta de Adam. Lo de besarme, no lo de dejarme el ojo morado— concretó. Hizo una pausa, el bufido que dejó escapar resultó irónico—. Prefiere que lo vean como un agresivo de mierda que como un "maricón"— Usó los dedos que tenía libres para hacer comillas en el aire.

Se quedaron en silencio, Ángel buscó a Roma de reojo por si con alguna clase de señal pretendía darle a entender que era momento de decir algo. No encontró ninguna.

—Esta vez también me ha dicho que si yo me voy de la lengua él hace lo mismo conmigo— murmuró Nick con la vista perdida en la nada, pensativo.

Dejó caer las manos y las escondió en los bolsillos mientras miraba por encima del hombro hacia el escenario, la música aún no había despertado, sólo se escuchaba la constante serenata de los estudiantes, su ruido.

—¿Qué gana él haciendo eso?— se extrañó Ángel.

—Pues hombre, no me hace especial ilusión que mis padres se enteren de que soy gay. Como Tyler lo cuente y sabiendo cómo es este pueblo, lo sabrían en menos de una semana.

El joven de ojos dorados soltó un "Aah" mudó, esta vez miró durante más tiempo a Roma para que ella se encargara de la conversación en la que, suponía, él no tenía gran cosa que aportar.

—¿En qué piensas, Nick?— dudó ella, pues no había pasado por alto sus facciones relajadas y su vista ida.

Su amigo agitó la cabeza para volver al presente y la contempló. Frunció el ceño al cabo de un rato, las sugerencias e ideas que pasaban por el interior de su mente lo hacían sentirse un tanto inseguro. Ni él tenía muy claro en qué pensaba, mucho menos cómo iba a actuar después de su discusión con Tyler.

—No lo sé. Pero ya no me apetece tener miedo— susurró, sus ojos volaron de regreso al escenario cuando súbitamente la música volvió al gimnasio—. Id con los otros, yo voy ahora.

—¿A dónde vas?— preguntó Ángel antes de darle la oportunidad de desaparecer al completo entre los estudiantes que, animados al recuperar el ritmo que habían perdido debido al problemilla técnico, recuperaban el ambiente del baile.

—¡A meter la pata hasta el maldito fondo!

Nick desapareció entre las figuras danzantes bajo la atenta mirada de su amigo, sus mechones rubios fueron lo último que perdió de vista.

Un Ángel para RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora