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La mayor cerró la puerta con fuerza y dejó caer la caja de fresas y el bote de nata encima de la cama. Tzuyu la miraba con curiosidad, intentando descifrar cuál era la intención de su amiga.

-Vamos a jugar a algo -pronunció por fin la morena-. Sé que te gusta la nata, cosa que yo odio. A mí me encantan las fresas, cosa que tú odias.
-¿Qué tiene eso que ver co-?
-Déjame acabar. Conoces el Adivíname, ¿cierto? -la taiwanesa negó con la cabeza-. Es muy simple. Yo te pregunto algo sobre mí; si aciertas, yo me llevo un castigo, si fallas, serás tú quien se lo lleve.
-Parece sencillo. ¿Cuáles serán los castigos?
-Es ahí donde entra la comida. Tu castigo consistirá en lamer una parte de mi cuerpo, la que tú quieras, pero que tenga una fresa encima. El mío será igual, pero con la nata.

La mirada de la menor se tornó confusa. "¿Realmente ha entendido las reglas del juego?", se preguntó Jihyo a sí misma ante la falta de reacción de su menor. Tras unos segundos, Tzuyu asintió con la cabeza, musitando un "A ver cómo sale esto" apenas perceptible.

-Una pregunta antes de empezar -se atrevió a comentar-. ¿Tiene que ser lamer? ¿No vale morder? Va a ser difícil lamerte con una fresa de por medio, no lo sé.

De la boca de la mayor escapó una breve risa. Acarició con cariño el pelo de la taiwanesa y le respondió "Lo que quieras, está bien para mí". Así pues, ambas se dispusieron a comenzar el juego. Abrieron la caja de fresas y el bote de nata, se lavaron las manos y volvieron a sentarse en la cama de la más pequeña.

-¿Quieres empezar tú? -Jihyo le tendió el bote a Tzuyu, pero ésta no lo tomó.
-Tú primero.
-Está bien. A ver... cuando tenía nueve años, había un peluche con el que siempre me sentía protegida y a salvo. Te lo he nombrado un par de veces. ¿Cuál era su nombre?
-Tienes que estar de broma -una sonrisa divertida se coló entre los labios de la mayor, al ver a la otra con el ceño fruncido-. Dudo que incluso tú te acuerdes de eso. Me rindo, directamente.
-Ya... me siento traicionada. ¡Escúchame cuando te hablo de mi infancia! Pequeña desagradecida, con todo lo que he hecho yo por ti. Se llamaba Seon, era un panda enorme con el que dormía todas las noches.

La menor suspiró y se llevó la palma de la mano a la frente. Es cierto que había hablado de ese panda en más de una ocasión. Pero, siendo sinceros, cuando Jihyo hablaba, en lo que Tzuyu se fijaba no era precisamente en lo que estaba diciendo.

-Ahora cumple con tu castigo, traidora -la morena sacó una de las fresas de la caja y la sostuvo delante de los ojos de la otra, que la miraba expectante-. Esto... ¿dónde?

La más pequeña señaló su mejilla derecha, a lo que Jihyo se mostró mínimamente decepcionada. Se colocó la fresa que aún sostenía en la zona que Tzuyu le había indicado y esperó a que ésta se acercara. "Sin miedo", susurró cuando notó la presencia de la taiwanesa a escasos centímetros. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando, por fin, los labios de Tzuyu tocaron su piel. Fue un roce sutil, casi sin querer, pero lo suficientemente largo como para que la menor pudiera comerse la fresa y la mayor disfrutara del contacto. Acto seguido, Tzuyu murmuró algo en chino que Jihyo no llegó a entender; aunque, en su opinión, con la voz de su amiga todo sonaba bien.

-¿Qué has dicho?
-¿Hm? Ah, nada, sólo que siguen sin gustarme las fresas. Aunque de esta forma saben mejor.

La coreana tragó con dificultad. ¿Qué se suponía que significaba eso? ¿Sería lo que ella estaba pensando? Miró fijamente a su menor, con la esperanza de resolver sus dudas simplemente con una mirada. Como era de esperar, nada sucedió.
Ante la falta de respuestas, Jihyo tomó las caderas de la pequeña con suavidad, acercándose más a ella, y con seriedad pronunció:

-¿A qué estás jugando, Zhou Tzuyu?

La nombrada miró a los ojos a su mayor, con cierta confianza. Una sutil sonrisa escapó de sus labios y, lentamente, se acercó al oído de Jihyo. Las palabras que susurró la menor le dejaron sin aliento.

strawberries & cream ; jitzu [one shot]Where stories live. Discover now