Lucius cerró su boca, respirando con dificultad. Lucía furioso, pero Draco podía decir que había dado en el clavo.

—¿Sabes qué, padre? —dijo Draco con más calma ahora—. No sabía a dónde podrían llegar a ir las cosas con ella. Estaba interesado en saberlo, ver si ella me daría una oportunidad después de la forma en que la he tratado, pero no era algo seguro. Solo quería ver. Ella es... diferente. Es intrigante. Benevolente. —Dejó escapar una risa triste y desesperada que sonaba un poco como un sollozo, su fachada de calma se deslizaba—. Ella nos trata mejor de lo que merecemos, también. De hecho, me siento feliz cuando paso el tiempo con ella. No puedo pensar en nadie más que tenga ese efecto en mí. Tú no solo has arruinado eso, la mínima oportunidad de algo romántico, pero también arruinaste mi oportunidad de tener una amiga de verdad también. Ella realmente es la única persona en mi vida en este momento. La única persona que puede perdonar lo suficiente para ser mi amiga. Todo el mundo quiere que yo desaparezca. —Era difícil de decir estas cosas en voz alta. Aunque Draco sabía que era verdad, eran realidades muy deprimentes y él había sido feliz ignorándolas. Aparte de su padre, no tenía a nadie. En momentos como este, extrañaba a su madre más de lo que podía explicar.

Lucius estaba mirando el suelo, la culpa nublando sus duras facciones.

—¿Qué va a suceder, padre? —dijo Draco aún más calmado ahora—. Digamos que por el bien de todos que el Señor Oscuro cae. ¿Realmente crees que alguien además de ella nos dará una oportunidad? Si lo crees, estás soñando. La Orden nos odia; ellos solo nos mantienen cerca por esos insignificantes pedazos de información que les brindas. Estoy realmente sorprendido de que nos mantengan aquí con lo poco que les dices. El otro bando, bueno, sabemos cómo se sienten acerca de nosotros. El público no será indulgente, tampoco. Ellos querrán matamos. ¿Quién más que ella?

Lucius no respondió. Se veía tan viejo en ese momento, Draco se sorprendió. El monólogo había terminado; él sabía que había expresado bien sus razones. Hermione era su esperanza, y Lucius la había frustrado.

—Tal vez fui apresurado con mis palabras —dijo su padre finalmente—. Reconozco que ella nos ha dado más de lo que merecemos. Y lo siento si te he negado la oportunidad de tener su compañía, como un amigo o de otra manera. Por supuesto que mereces ese tipo de felicidad. No lamento mis motivaciones, pero tal vez yo no estaba pensando en el futuro de la misma manera que tú. A veces olvido de cómo han cambiado las cosas.

Draco suspiró y miró por el pasillo hacia la habitación de Hermione.

—Ella debe sentirse herida —dijo en voz baja—. Ella se preocupa por ti también, padre. Sabes lo que hace. Debe estar tan herida.

Lucius maldijo entre dientes. —Tal vez debería hablar con ella.

—No —dijo Draco—. Yo lo haré.

Él dejó a su padre sentado solo y caminó hasta la puerta de Hermione. —¿Granger? —dijo tocando la puerta. Trató con la perilla, pero estaba cerrada. —¿Granger? ¿Puedo hablar contigo?

No hubo respuesta. En todo caso, no escuchaba nada, indicando a Draco de que ella había lanzado un hechizo para evitar ser molestada. No se sorprendió, pero se entristeció. Después de ese fuerte momento que habían compartido antes, la sensación de sus manos debajo de las suyas, sus labios sobre su mejilla, tenía que terminar así. Mierda estaba enojado con la intromisión de su padre. Había esperado para evaluar su estado de ánimo durante la cena; ver cómo reaccionaba a sus anteriores avances. Ver si es que había una oportunidad para que él vuelva a intentarlo. Pero nada de lo que podría haber ganado había sido borrado. Ella no quería ver a ninguno de ellos.

Se acercó de nuevo a la sala de estar, derrotado.

—Ella ha bloqueado y resguardado la puerta. Tal vez ella va a hablar con nosotros mañana —dijo sin poder creer sus propias palabras—.Voy a ir a ver si hay algo en la nevera.

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