El Cruce de Miradas - 8

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Él también gira la vista para observar, pero sus miradas nunca llegan a cruzarse.

-Ese amigo tuyo... es un poco gay, ¿no? -pregunta Laura una vez en la calle.

-¿Cómo? -dice Javier sorprendido. Las imágenes de aquella tarde de hace unos meses regresan a su mente en cuestión de milisegundos, y los nervios se apoderan de él-. Bueno, sí, quizá un poco... pero vamos, no lo sé.

-¿Que no lo sabes? ¡Si se le ve a la legua! -dice ella riéndose-. No me digas que no te habías dado cuenta.

-Sí, bueno. Un poco amanerado sí que es, pero eso no tiene por qué significar nada.

-Ya, ya sé que no tiene que significar nada, pero esos gestos, esa forma de hablar y de mirar.

-¿De mirar? -pregunta intranquilo.

-Sí, de mirar -dice ella extrañada, sonriendo-. Han pasado dos tíos que no estaban nada mala nuestro lado, y sus ojos no han perdido detalle de lo que pasaba por ahí.

-Y por lo visto, tú tampoco -dice Javier, regañándola en broma.

-Una no es de piedra -responde ella, soltando su mano y metiendo la suya en uno de los bolsillos traseros del pantalón de Javier-. ¿Desde hace cuánto es cliente?

-¿Quién, Óliver? -ella asiente-. No lo sé... Quizá un año, o no sé. Creo que ya estaba ahí desde antes de que yo llegase.

Otra vez lo está haciendo. Miente con tal de no decir la verdad, pero lo hace de tal forma, que es como si desease volver a hablar con él.

Conscientemente quiere sacarlo completamente de su vida, pero en su inconsciente siente que sí que es verdad que, tal como dijo Óliver, aún quedaron cosas por decir, y es por eso por lo que no quiere sacarle de su vida.

Javier tiene miedo que llegue el momento en que el teléfono suene y se un mensaje de él. O peor áun, que sea una llamada y se vea en la obligación de cogerlo, para seguir aparentando normalidad frente a su novia.

Y la tan poco ansiada señal llega esa misma noche, mientras preparan la cena (un poco de pescado al horno con espinacas). Javier toma el teléfono y ve un mensaje de un teléfono desconocido. Claramente se debe tratar de él.

-Hola, buenas noches. Soy Óliver. ¿Que tal todo?

-Todo bien. Ahora vamos a cenar. Te escribo y ya hablamos, ¿ok?

-Ok.

Y ya. Tan sólo tres lineas de conversación.

Javier se ha puesto nervioso, pero ya todo ha pasado. No hay de qué preocuparse.

Ese "te escribo y ya hablamos" podía significar que ya hablaría en unas horas, unos días, en un par de semanas o quizá en la próxima vida. Quién sabe.

Laura y Javier siguen su vida con normalidad. Charlan mientras cenan, se tumban a ver un poco la televisión, hacen el amor, caen rendidos en la cama, se despiertan a la mañana siguiente para seguir viviendo la rutina de todos los días... pero la de Javier se había visto un poco trastocada, y se vería mucho más en un par de días.

Es por la tarde. y Laura ha terminado destrozada de su trabajo. Nada más llegar a casa se tira a la cama y se queda dormida. Javier aprovecha para ordenar un poco la casa (sin hacer mucho ruido) y jugar un poco a cualquier videojuego, pero no llega a pasarse ni el primer nivel cuando suena el sonido de un mensaje entrante en su móvil.

-¿Cómo va todo? -pregunta Óliver.

-Todo bien, descansando.

-¿Qué haces?

-Jugar un poco a un videojuego... ¿y tú?

-Aquí, tirado en la cama.

-Ajá...

-...

-...

-Al final no me llamaste en este tiempo.

-Ya, estuve bastante liado.

-Veo que te va bastante bien.

-La verdad es que sí, no me puedo quejar.

-Y tu novia es guapísima.

-Vaya, gracias -respondió Javier sonriendo, mirando de reojo a su novia dormida, que de vez en cuando soltaba un pequeño ronquido.

-La verdad es que debe estar genial tener un novio como tú.

-¿Y eso?

-Así, tan majo, tan simpático, abierto, guapo, con ese cuerpo...

-Bueno tío, no empieces -dice Javier, tirando el móvil a un lado. Tan sólo son palabras en una pantalla iluminada, pero le traen a la mente el momento en el que Óliver tocaba su muslo de forma indiscreta en aquella cafetería, con el peligro de ser vistos en cualquier momento.

Intenta seguir jugando, pero el sonido del teléfono le interrumpe un par de veces. Finalmente, pausa el juego y enciende su móvil otra vez.

-Bah, no te enfades. Ya sabes que lo digo sin malicia.

-Ya, ya, pero es que... no tengo ganas.

-¿Ganas de qué?

-Ya sabes, de repetir aquello.

-No estoy diciendo que lo repitamos. Tan solo he dicho que eres un tio que no está nada mal.

-Ya, bueno... Es que todo esto es un poco raro.

[Continuará...]

El Cruce de MiradasWhere stories live. Discover now