U N O

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Elle, catorce años.

Le tenía miedo a la oscuridad.

Era ese tipo de miedo paralizante que no te dejaba respirar. Cada pequeño sonido me asustaba, y, dado que por las noches habitaba un silencio sepulcral, podías escuchar de todo. No era la gran cosa, en realidad. Como vivía algo apartada de la civilización, lo máximo que podías escuchar eran ruidos escalofriantes de animales. Yo diría que lo peor que he escuchado alguna vez, definitivamente, fue la vez que varias camionetas iban por la carretera camino a la ciudad, con músicas a todo volumen, haciendo el karaoke más deplorable y desafinado que había escuchado en toda mi vida. Sólo pensarlo me da escalofríos.

También solía tener pesadillas.

En algunas, me estaba ahogando bajo el agua o quemando viva, todas muy desagradables, y me despertaba sudando y con la piel hirviendo.

Cuando mi hermano mayor se fue a estudiar de intercambio al exterior, hace cinco meses, me mude a su cuarto sólo porque quise. Había pasado mucho tiempo, pero aun no me acostumbraba al vacío. Se sentía extraño estar sola en una cama. Frío. Antes, cuando Rhaelan estaba aquí, solía quedarse conmigo. Después de que todos se acostaban, yo iba silenciosamente a su habitación, o él a la mía, en su defecto. Lo hicimos casi todas las noches desde que le conté de mis pesadillas. Desde que salí del hospital.

Ahora no estaba, y era difícil hacerle frente a la realidad cuando me había acostumbrado a estar acompañada.

Pero nunca fui una persona dependiente y no lo empezaría a ser.

Me acostumbré.

También me acostumbré a todas las risas, chillidos y música de Lucy y Liana al otro lado del pasillo a altas horas de la madrugada, no es que durmiera mucho ya, de todas formas. Siempre tenía esta extraña sensación, como si me estuvieran vigilando. No una persona, y dudaba que los fantasmas existieran.

Cada vez que me iba a acostar, cuando ya estaba envuelta en mi sábana y mamá apagaba todas las luces, lo sentía. Era como si algo estuviera parado en la esquina de mi habitación, vigilándome.

Lo sentí por primera vez esa noche en el hospital, cuando desperté sin saber ni mi propio nombre. La presencia envolviéndome, manteniéndome despierta día y noche. Eso retardó aún más mi salida del hospital, así que me obligué a dormir algo, aunque sea algunas horas. De todas formas, eso nunca se iba. No fue hasta que estuve devuelta a casa que desapareció.

La felicidad no duró mucho.

Al anochecer, eso apareció de nuevo, al igual que al anochecer del día siguiente y del que sigue a ese y así hasta el día de hoy.

A decir verdad, ya no le tenía miedo, no como antes. A veces esperaba inútilmente que un día desapareciera, pero estaba en mis venas y entre cada latido.

Lo sentía.

Y lo odiaba.

...

Elle, en la actualidad.

Estaba en la orilla de un risco esta vez.

Por un segundo no me moví, presa del miedo. Rocas puntiagudas y mortales amenazaban contra la vida de cualquier persona que se atreviera a aventurarse por sus salientes.

Muchos metros mas abajo, se extendía un mar que se fusionaba con el cielo. El sol en lo alto sólo hacía de la vista aún más increíble.

Era hermoso.

El agua era de un verde cristalino de ensueño, el color recordándome a una esmeralda, pero estaba lo suficientemente alto como para no acercarme a comprobarlo. ¿Y si resbalaba y caía?

No es real, me recordé.

Suspiré, sentándome en el borde del risco, mis pies balanceándose. En otra circunstancia no habría hecho esto, pero, dado que esto no era real, no podría importarme menos.

A veces solía tener sueños lúcidos, pero esta era la primera vez que estaba en un lugar como este. Nunca había vista nada igual. Todo era tan brillante. Tan vivo. El entorno me hacía sentir plena, como si nada pudiera perturbarme. Mucho tiempo atrás aprendí a diferenciar la fantasía de la realidad.

Observe mi entorno desde la roca. Detrás de mí, donde terminaban las rocas que conformaban el borde del risco, había un claro. Césped bajo, flores y una leve corriente que se deslizaba entre sus tallos.

Muchos metros más allá, después de atravesar el claro, había un profundo bosque que rodeaba todo. Los árboles eran altos, más altos que cualquier árbol que haya visto antes, hermosos y de gruesos troncos.

Abandoné el borde del risco con la intención de acercarme más al bosque. Caminé con cuidado, tratando de lo pisar las flores. Eran la cosa más exótica que había visto alguna vez. Su centro era de un rojo puro, como el color de un rubí, luego iba ascendiendo a un naranja fuerte que parecía brillar como el fuego, para terminar con un azul cielo en los bordes. Parecía que todas las flores eran del mismo tipo, pero de diferentes colores. Nunca había visto nada igual.

Me adentré en el bosque, caminando a través de él, rozando con la punta de mis dedos la corteza de los árboles y cuidando no pisar ninguna flor. Hacerlo debería ser sacrilegio.

Rayos de sol se colaban entre las hojas de los árboles. Un reflector de luz incidió en una gran roca. Me puse debajo de ella, respirando, sintiendo, dejándome llevar por el susurro del viento en mi oído, moviendo mi cabello.

—Creí que nunca te volvería a ver. —Preguntó alguien. Me asuste, mi corazón disparándose. ¿Quién...? Después de procesarlo por un segundo me di cuenta de que la voz provenía de un chico. O tal vez una chica que hablaba muy grave.

Él apareció dentro de mi rango visual, no muy lejos de mí.

Tenía la ropa llena de tierra y el cabello negro y largo hasta los hombros. Parecía un clase de príncipe.

Se acercó velozmente a mí, muy velozmente, la verdad, casi inhumano. Me congelé sobre mis pies cuando acortó la distancia entre nosotros e hizo algo que logró sorprenderme mucho.

Me abrazó.

El extraño chico pelinegro, de piel bronceada y ceño ligeramente fruncido estaba, o yo suponía que estaba, llorando.

Su pecho se contraía a mí alrededor y sentía su respiración débil en mi oído. Lloraba de una manera suave, pero dolorosa. Estrechándome casi un poquito muy fuerte, como si temiera dejarme ir. Quise consolarlo, hacer algo para que dejara de sentirse de esa manera.

»Creí que te había perdido. Te busqué por todos lados, juro que lo hice. —no me mentía, de alguna manera, lo sentía. Cada palabra provocaba una sensación en mi piel. La tristeza que lo rodeaba era asfixiante, pero justo ahora había un sinfín de emociones que luchaban por tener la luz un momento. Felicidad, alivio, culpa y algo más que solamente tristeza.

— ¿Elle? —preguntó, alejándose un poco para ver mi rostro. Esta vez pude verlo con claridad. Tenía un rostro definido y poderosa mirada café, pero, de alguna manera, suave y de carácter dulce al mismo tiempo. Si tuviera que definirlo con dos palabras, diría que él es "letalmente tierno". Una sonrisa jugueteó en el borde de mis labios. — ¿Estás bien?

Definitivamente este era el sueño más extraño que he tenido en un largo tiempo. Y eso teniendo en cuenta la vez que soñé acerca de mí, en un rascacielos, cayendo a una velocidad increíblemente devastadora a través de pisos de cristal, hasta aterrizar a los pies de un chico encadenado contra la pared en una habitación con iluminación amarilla. Él me miró e intentó decirme algo, pero en ese momento desperté, para bien o para mal.

— ¿Que si estoy bien? Estoy genial —le sonreí de la manera más dulce que podía para tratar de aliviar al pobre chico. Me costaba respirar por la tristeza que emanaba de él. No me gustaba este sueño, su dolor se sentía demasiado real.

—Elle, ¿dónde estabas? Pensé... No sabía ni qué pensar. Explícame. —Me exigió. Tenía el ceño fruncido y los ojos enrojecidos. Dio un paso atrás y empezó a examinarme. Me puse nerviosa bajo su mirada, pero yo había hecho lo mismo con él cuando lo vi. Lo que es igual no es trampa.

—No sé de qué me hablas. —Y era la verdad. Él paró de analizarme y me miró a los ojos. Una vez más, su dolor se intensificó tanto que cada poro de mi piel pudo sentirlo. Él suspiró y tomó mi mano.

—Ven, hay que volver, Podemos preguntarle a Bash si puede... —Y empezó a caminar a lo profundo del bosque, arrastrándome detrás de él.

—Oye, suéltame. —Jalé mi mano de la suya. Él hizo ademán de volver a agarrarme y yo empecé a correr de vuelta al claro.

Joder, ni en mis sueños puedo estar en paz.

Corrí a través del bosque, esquivando todo lo que se atravesaba en mi camino. Empecé a escuchar sus pisadas detrás de mí. Demonios, era rápido. Aceleré y la adrenalina empezó a correr a través de mí. Lo podía sentir detrás de mí, sabía que podría alcanzarme con sólo estirar el brazo, pero sólo se quedó atrás, esperando. Ahora, ¿esperando qué?

Mis pies se deslizaron por la superficie plana del claro sin dejar de correr, tal vez pisando algunas flores. Mis ojos cayeron en el borde del risco.

Mierda.

Sin dejar de correr, tomé la única decisión que daría fin a esta pesadilla.

— ¿Elle? ¡No, espera!

El bordé estaba cada vez más cerca. Obligué a mis pies a seguir corriendo, mientras el viento azotaba mi cabello. Respiré hondo. Salté.

Alguien me sacudió el brazo muy fuerte. Abrí los ojos y me encontré a Lucy inclinada sobre mí con una expresión de fastidio.

— Ya despierta o vamos a llegar tarde. Tu alarma ya tiene harto a todo el mundo, quítala. —Y salió de mi cuarto. Suspiré.

Otro día más con mi encantadora familia.





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⏰ Última actualización: Jul 08, 2019 ⏰

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Amnesia [Las Joyas de Geraldine #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora