Promesas

14 1 0
                                    



22 de Febrero de 2010

¡Hola de nuevo! Ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí, así como desde que te vi. Creo que puse mis expectativas muy altas; fui muy tonta al esperar que te encontraría en la vida real. Tardé mucho en comprender que no pasaría. Jamás. Pero hoy que necesitaba de la compañía de alguien...

Dicen que cuando una persona esta triste necesita cariño... o algo así escuché. El punto es, que te agradezco mucho la aparición triunfal que hiciste la noche anterior. Los árboles con flores y frutas que me encantan, todo mi pequeño gran mundo imaginario era perfecto.

Dormíamos abrazados, el calor de tu cuerpo era muy agradable, tus brazos muy cómodos. Sí, creo que me estoy... ¿cómo se dice? ¿Enamorando?, esos ya eran mitos para mí. Es... bueno, no soy una persona muy... agradable, puedo llegar a ser muy violenta y con un carácter sumamente explosivo, sádica, agresiva. Pero así, con una posición muy negativa... puedo también llegar a ser excesivamente dulce, linda, tierna, romántica... inclusive adorable (aunque ni yo misma lo admita), hasta cierto punto.

Tus brazos estrechándome la cintura me regresaron a la realidad. Bueno, más bien, mi "realidad" en ese momento. Abrí mis ojos y me topé con los tuyos, observándome de una manera muy curiosa. Me ruboricé de inmediato y escondí mi rostro en tu pecho, el aroma que tú traías, sumado al del ambiente en el que nos encontrábamos definitivamente me hacía enloquecer con la delicia de ellos. Eran mis aromas favoritos. Tus ojos de obsidiana brillaban y me hipnotizaban, no podía retirar la mirada de ellos, eran la cosa más preciosa que tenía en frente; me acerque lo más que pude a ti, no quería que quedara el más mínimo espacio entre nosotros dos.

-¿Buenos días?

La dulzura de tu voz desbordaba bondad. Reí.

-Buenos días,-dije con una sonrisa ancha- ¿dormiste bien?

-Lo que le sigue, definitivamente. Adoro dormir así.- un mechón de cabello me cayó en la frente y con suma delicadeza lo colocaste de nuevo en su lugar, mientras acariciabas mi rostro con una increíble ligereza en los dedos.

-Igual a mí. Aunque sea sólo en este breve momento, y no te conozca.

-¡Pero claro que nos conocemos! ¡Tengo todo lo que adoras!... Soy todo lo que tú misma eres.

-Lo sé, por eso me parece imposible que existas.

-Existo, sí. Yo existiré mientras tú existas y quieras que yo exista. Siempre estaré aquí esperándote. Cuando más me necesites, yo estaré justo aquí, completamente para ti y lo que tú desees... Recuérdalo.- dijiste tus últimas palabras mientras acercabas nuestras manos en mi corazón y me dabas un tierno beso en la frente.

Todo se sumió en la oscuridad de nuevo... la última frase resonaba en el eco de la nada, suspendida en un aire que cada vez me aprisionaba más y más hacia el vacío y el eco fue desapareciendo poco a poco.

Las sábanas de mi cama estaban en el suelo y en la orilla desordenadas por completo. El destructor de maravillas sonaba con gran estruendo al ritmo de una canción de mi banda favorita.

Quisiera que fueses real, de manera física, sentirte conmigo. Pero me conformo por ahora con soñarte (inclusive si tiene que pasar un siglo entero para que eso suceda). Te quiero mucho.

Con cariño

Tu princesa.

Cartas a un desconocidoWhere stories live. Discover now