Desde mi llegada y durante el festejo de la boda no habia logrado verla, de hecho, tal vez ni siquiera se habia presentado hasta este momento. Era clara, en su mirar, la aprensión que sentía hacia mí, pero quizás para ocultar ese hecho me sonrió, sin embargo, su sonrisa era amarga.

-Brindamos honor y gloria a quien dio su vida por el bien de otros-expresó el clérigo dirigiéndose a los presentes. De pronto una serie de aplausos se escuchó a nuestro alrededor, duro por lo menos un minuto y después solo hubo silencio-en conciliación con el todo poderoso y por el poder que se me ha conferido te retiro a ti, Sofia Isabella Volkova, la corona del pueblo de Athos para otorgarle el poder a quien hoy será la cabeza de tu hogar y la reina en tu trono, pero ve con la esperanza de que este puesto instituido por la iglesia para la guía de los hijos de dios, serán amparados por quien hoy acatara la ley, será la justicia y la benevolencia.

Una dama que le acompañaba coloco frente a la reina madre un cojín similar al mío y con ayuda de los clérigos se arrodillo. Me miró fijamente cuando su mirada se cruzó con la suya y luego frunció el ceño cuando los clérigos le retiraron la hermosa corona ornamentada en diamantes y oro blanco que habia sido colocada sobre una tiara aferrada a su cabello.

El sacerdote coloco sobre la palma de mi mano derecha un aceite que olía a gardenias para santiguarla y posteriormente me ofreció un cetro dorado. Hizo lo mismo sobre mi mano izquierda y en ella dejo un embalaje esférico que tenía por adorno una cruz de oro.

-Que su mano derecha sea la justicia, la izquierda misericordia y que esta corona sea símbolo de magnanimidad -vi sus manos acercar la corona y luego sentí el peso real de esa joya sobre mi cabeza-que sus ojos vean con claridad lo que el cielo ha preparado para su camino.

Una vez más se me fue impuesto un poco de aceite sobre mi frente para bendecirme y luego el sacerdote se alejó. Me reincorpore mientras los sacristanes roseaban incienso a mi alrededor al mismo tiempo que las campanas resonaban. En ese instante mire a mi antecesora, ella mantuvo la mirada fría hacia adelante, se negó a mirarme con temor como yo la habia visto llegar, pero no tuve tiempo de mirarla con desdén como ella lo habia hecho porque debía continuar y caminar hacia el trono, me di media vuelta muy lentamente y entonces todos me ofrecieron una reverencia solemne en silencio.

Me senté y sobre mis oídos resonó a coro la voz de mi pueblo que clamo tanto en el interior como en el exterior: "Larga vida a la reina Helena I"

Era inevitable sentirme abrumada, sentí tantas emociones al mismo tiempo, estaba asustada, era normal por las responsabilidades que habían caído sobre mí, pero también sentí entusiasmo porque se me habia otorgado el poder de cambiar la vida de las personas y yo deseaba poder darles algo mejor.

Al mirar a los presentes noté un balcón situado encima de la entrada principal y ahí, el rey me observaba, no pude deducir que era lo que pensaba o sentía por culpa de la distancia que nos separaba, pero por primera vez no lo vi con miedo sino con admiración, ser la cabeza den un reino no era sencillo y lo habia sentido desde el primer instante en que la corona me habia tocado.

El reino festejo mi nombramiento, era su reina y ellos eran mi pueblo, pero al caer la noche intuí que no podía evitar legitimar mi matrimonio, entonces eso significaba que debía entregarme a él.

La idea me inquietaba, pero al mirar al rey durante el baile de celebración distinguí desinterés, su rostro era igual de inflexible, de fría mirada y sin expresión alguna, quizás el estar con una mujer era algo que ya había experimentado, no era impropio de un monarca no tener consortes o amantes no oficiales que cumplieran sus deseos mortales mientras estaba a la espera de su reina.

Al llegar el momento de ir al aposento real, mi madre se hizo presente y me llevo de la mano junto con la condesa y las damas que me habían acompañado durante el día y había cumplido cualquier petición que había solicitado. Fue extraño que personas que yo consideraba mayores y a las que por ello les debía respeto, se inclinaran ante mi mientras realizaban esas tareas diligentemente.

Amor De CristalWhere stories live. Discover now