II. Mi cabeza no tiene devoluciones

Start from the beginning
                                    

—No puedo creer que hagan tanto alboroto por una pulguita como tú, no eres más que un simple niño, me provocas risa.

—¿Risa? —pregunté intentando ocultar el miedo en mi voz y gritando para no oírme tan pequeño—. Debería provocarte llanto que te utilicen como niñera para unos simples niños.

—¿Niñera? —espetó furioso, pasó el peso de su cuerpo de un par de piernas a otras y luego pareció tomarlo a la ligera—. No, te equivocas Jonás Brown soy mucho más que eso. Dieron un precio muy dulce por tu cabeza y adivina, ahora hay descuento.

—¿Qué precio? —pregunté mientras la cuadra detrás de la espalda de la bestia se sumía completamente en la oscuridad como la puerta a un abismo de tinieblas.

Sobe se apostó alerta detrás de la bestia, listo para atacar en cualquier momento.

—Me ofrecieron darme lo que tú asquerosa raza le arrebataron a mis antepasados. El mundo de Tierra, un hermoso oasis con millones de seres que atormentar, engullir y espesos bosques donde pasar la noche. Cuando Gartet se apodere de tu mundo entonces yo seré un rey allí ¿Sabes cómo te llaman? Estrella, porque el Inmenso Supremo Gartet ofreció un deseo por quién te capturara. Lo prometió en la lengua sagrada, Estrella, no puedes romper un juramento en esa lengua, le concederá lo que sea a quién te capture.

—¿Estrella? No me digas ¿Y cómo se llama William, Fugaz?

—Dime dónde está tu compañero Creador y me los llevaré a ustedes dos sin lastimarlos demasiado ante el Supremo Conquistador Gartet —Sus ojos de canicas negras brillaron saboreando la idea de llevar ese demasiado a un demasiado muy diferente.

—Oye, chico —No sabía si llamarlo así exactamente porque no era cien por ciento eso—. ¿Sabes que Gartet quiere sólo a los trotamundos? Como todo trotador cree que los monstruos son unos animales con la capacidad de hablar y repetir palabras como pericos —observé la empañadura de mi espada como si me imaginara lo divertido que sería lastimarlo con eso—, no cree que tengan sentimientos y sin duda no respetará tus ambiciones. Se deshará de todas las criaturas de otros pasajes, es decir de ti, una vez que tenga suficientes trotamundos.

—¡Tonterías! —vociferó, cuando gritaba parecía que bramaba a través de un megáfono— ¡Quién querría a los asquerosos trotamundos como ustedes! ¡Son embusteros y engañadores! Se creen que tienen el poder sobre todas las demás criaturas —escupió las últimas palabras como si le diera asco tenerlas en los labios­—. Dicen llamarse los guardianes de los mundos pero nadie le concedió el título. Se nombraron a sí mismos los jefes. Cómo me satisface saber que en su propio pasaje los cazan.

—Digo la verdad —excusé desviando el rumbo de la conversación que no sabía cómo había terminado con La Sociedad— sólo intento ayudarte...

—¡Cierra la boca o te la arrancaré de cuajo! —amenazó colocando una de sus pinzas tan cerca de mi rostro que pude ver unos finos y poblados vellos creciendo sobre su exoesqueleto—. Dime dónde está William Payne y los llevaré en una pieza ante el Inmenso Supremo Conquistador Gartet.

La respiración se me agitó y mi pulso comenzó a acelerarse, hice un esfuerzo supremo procurando que no se notara. Sofoqué todo el pánico que se agitaba en mi interior. No podía poner a esa cosa de nuestro lado, odiaba a los trotamundos por razones que no me interesaban descubrir. Sólo tenía dos opciones: continuar hablando o pelear. Como la segunda opción llevaba a la muerte, opté por la primera que llevaba a una posible muerte.

Aunque detestara escucharlo hablar, no quería saber cuántos títulos más podría otorgarle a Gartet.

—¡Dónde está William Payne! —bramó con todas sus fuerzas, tanto que las venas de su cuello se marcaron como raíces debajo de la tierra.

Las malas acciones de Jonás Brown [1]Where stories live. Discover now