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Las villanas de las novelas juveniles tienen varias cosas que hacen que sean temidas en el colegio, muchas veces las hacen tan groseras que me quedo pensando: ¿qué clase de persona las podría soportar? Porque en lo que mí respecta los mejores villanos son los hipócritas, fingen ser buena gente al frente tuyo, pero a tus espaldas hablan mal de ti, añadiendo que la gente tiene un problema con hacerlas todas rubias—lo que lo culpo a que sean obsesos fans de Mean Girls— y con un séquito de amigas de distintas etnias. Lo más gracioso en estos casos es que ves tu realidad y te das cuenta que eso no es real, que las chicas populares muchas veces son los más inteligentes del salón mientras que los chicos populares son gente amable—ignoremos el hecho que si han tenido muchas novias y a veces se portan como asnos—, ahí te das cuenta que todo depende del carisma y la actitud que muestres a los demás.
Seguro andas pensando ¿y? ¿qué me quieres decir protagonista juvenil mal pagada? Pues lo que te voy a decir es que Daniela no tiene nada de esto y solo ver su sonrisa malévola mientras yo me estoy quejando de lo frío que está la bebida me dan ganas de gritar, sin embargo, debo intentar mejorar y...
—Ups lo siento se me regó el vino—no, no y no. No me voy a comportar. En este preciso momento le voy a decir todo lo que he guardado.
—¿Por qué no mejor se te riega el cerebro? —Ay, eso no se escucha tan bien si lo digo en voz alta.
—Sería tu sueño ¿no? — me cuestiona—. Te gustaría tener a Daniel para ti sola.
¿Y a esta qué le pasa? No me gusta el rubio. Recién lo estoy conociendo ¿qué clase de psicópata se enamoraría tan rápido?
—Claro que no— niego, suspirando me limpio la mancha morada de mi pobre camisa de Hello Kitty.
—Entonces ¿por qué le hablas? —inquiere arqueando las cejas. Yo le imito el cejo, sin embargo, le agrego un ceño fruncido. Un chico y una chica pueden ser amigos. No todo se trata de atracción, querida—. No me gusta que ninguna chica se acerque a mi hombre— enfatiza las últimas palabras con tanta rabia, que me voy alejando de ella con miedo que me haga daño, sus ojos se ven nublados, su boca está pintada por una mueca cruel y me inspira una alarma que se dispara en todo mi organismo, choco con un cuerpo, solo el inhalar sé de quién se trata y no me va a gustar.
—¿Nat? —no había escuchado su voz hace mucho tiempo, me quedo sorprendida al ver que suena más gruesa que antes. Sus ojos castaños conectan con los míos, nos quedamos observando, recordando todos los buenos, malos y agrios momentos cuando aún éramos amigos.
—Sam—nombrarlo produce un agrio sabor en mi boca, igual que si me tragara un caramelo amargo.
—¿Qué está pasando? —señala mi mancha, yo solo hago una mueca abatida. Me separo rápidamente de él. La mirada de Daniela se clava en mi cuello, la viro a ver y solo me sonríe, tan linda la niña. Es una loca, desquiciada y tóxica.
—Nada—comenta la morena.
Bueno, ¿quién le preguntó? Porque nadie en esta sala le importa su hermosa opinión.
