Prólogo

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Sus dedos tocaron con suavidad y superficialmente las teclas del grandioso piano que dominaba el salón. Los invitados seguían llegando a la fiesta y aún nadie reparaba en ella, aunque lo agradecía enormemente, nunca se había sentido tan fuera de lugar como en ese momento.

Desde que sus padres habían muerto en un accidente aéreo ella había vivido en esa casa junto a su madrina y Eric, hijo de ésta. Ellos a pesar de todo siempre la trataron como una más de esa pequeña familia, nunca hicieron diferencias, y ella se los agradecería toda la vida, pero en esos momentos lo único que deseaba era volver al conservatorio de música en que estaba internada para volverse una gran concertista.

No quería estar en ese lugar, todas las células de su cuerpo le pedían que saliera ahora que podía de ahí... pero no, ella se lo había prometido y por él era capaz de todo, inclusive de caminar sobre lava ardiente.

Eric le había pedido que tocara para él en esta ocasión tan espacial, y ella no fue capaz de negarse, ni aunque esto significara que su corazón saliera perjudicado, porque hoy finalmente Eric se había casado.

El ama de llaves de los Grey le hizo un gesto con la cabeza, lo cual significaba que era hora de comenzar con la función.

Se sentó frente al piano, cerró los ojos con fuerza, comenzó a tocar con suavidad la melodía que Eric le había pedido especialmente para ese momento, la sala se vio inundada con la dulce melodía, uno a uno los invitados dejaron de hablar para prestar atención a la pianista, pero ella no se dio por enterada o no quiso hacerlo, siguió tocando imprimiendo toda la pasión y emoción que sentía en esos momentos a cada una las notas.

Las puertas del salón se abrieron, haciendo que todas las personas se voltearan a verla, Selina quiso seguir manteniendo la vista en la partitura que tenía frente a ella, aunque desde hacía rato había dejado de leerla. No quería ver hacía la entrada por que sabía con lo que se encontraría, pero no pudo evitar levantar la mirada.

Ahí estaban los dos, él elegantemente vestido, nunca lo había visto tan guapo como en ese momento y ella con un esplendido vestido de novia de seda y un velo que tapaba su rubia cabellera, haciéndola parecer una princesa de cuentos... Sarah era lo que ella nunca lograría ser, bella, sofisticada, inteligente, la esposa de Eric.

Llevó la vista nuevamente hacia Eric y si alguna vez abrigó alguna esperanza de que todo esto era un error, esta se esfumó en ese preciso momento, al darse cuanta del amor que irradiaban sus ojos por la mujer que estaba al lado de él.

Rápidamente fijo sus ojos en las teclas del piano, su corazón comenzó a latir casi dolorosamente, mordió con fuerza su labio inferior para poder reprimir las lágrimas que en esos momentos lo único que querían eran salir libremente de sus ojos. Tocó toda una hora casi como una maquina, sin saber si quiera que pieza tocaba o como lo hacía, lo único que quería era que las horas pasaran lo más rápido posible y así ella desaparecer de ahí.

- Aprovecha de disfrutar tú última visita a esta casa, por que si de mi depende no volverás a pisar este lugar –escuchó una voz femenina en su espalda.

Dejó de tocar inmediatamente, aunque nadie se dio cuenta de ese hecho, y se volvió hacia la mujer que le habló.

La mujer era realmente hermosa, pero toda belleza se perdía al mirarla a los ojos, unos ojos fríos y calculadores que pocos eran capaces de ver.

- Pero mi madrina... -trató de defenderse.

- Tu madrina hará lo que yo quiera –dijo la rubia mirándola con fijeza-. Ambas sabemos que ella siempre me quiso como esposa de su hijo, y créeme que ella preferirá darle el gusto a su nuera que a una recogida como tú. En cuanto a Eric -la mujer la recorrió con la mirada de pies a cabeza con una mueca burlona en la cara-, deja de soñar una vez por todas, no tienes oportunidad alguna frente a mi.

La novia caminó hacia donde se encontraba su nuevo esposo ante la mirada de ella, Selina se observó hacia ella misma, la mujer tenía razón, se dijo con tristeza, nunca lograría competir con ella.

Se pasó una mano helada por la cara, le haría caso a Sarah no quería poner en un dilema a su madrina al tener que elegir entre ella y su nuera, lo mejor era tratar de no volver a pisar la mansión Grey.

Se levantó del taburete y camino hacia las escaleras, para poder subir hacia su habitación, sentía como si tuviera cien años, en vez de los dieciséis que tenía, sus pasos cada vez se hacían más densos.

- Lina, ¿ya te vas? –escuchó la voz de Eric tras de ella.

Selina se voltio con lo que intentó fuera una sonrisa en la cara.

- Sí, estoy un poco cansada, además mañana partiré temprano hacia la academia.

Eric frunció el ceño.

- Pensé que te quedarías por lo menos algunas semanas acompañando a mi madre.

- Cariño, déjala lo más seguro es que quiera estar con adolescentes de su edad, o quizás tenga algún novio por ahí –dijo Sarah con malicia sin soltar el brazo de su marido.

- Hazle caso a Sarah primo, ella casi siempre tiene la razón en todo lo que dice –comentó un hombre que se ubicó al lado de la novia.

Se trataba de Oliver, nunca confió en él, era como si estuviera actuando todo el tiempo, tratando de caerle bien a todos. Además, el rechazo era mutuo, a él nunca le gusto que su tía la hubiera acogido bajo su protección.

- Tienes razón Sarah nunca se equivoca, por algo aceptó casarse conmigo –dijo mirando amorosamente a su esposa.

Pero en los ojos de Sarah no se veía amor alguno, solamente orgullo y satisfacción, para la mujer, Eric no era más que un trofeo ganado, una meta conseguida.

Selina era consciente de que si se lo decía a Eric él no le creería.

Observó a Eric con pena, deseo con todas sus fuerzas por el bien de él estar equivocada y que Sarah lo amara realmente, porque de lo contrario era consciente del dolor que él pasaría cuando se enterara del engaño de la mujer, por que lamentablemente sin lugar a dudas se enteraría.

RapsodiaWhere stories live. Discover now