Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo

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—¿Estamos bajo arresto, acaso? —murmuró la psiquiatra con sarcasmo.

—Eso quisieran, de seguro —añadió Cody, algo más tranquilo pero igual notoriamente cansado—. ¿Cuánto tiempo más nos van a tener aquí sin siquiera interrogarnos?

Matilda no respondió nada; en parte porque no tenía una respuesta a esa pregunta, y en parte porque aún no estaba con los ánimos adecuados para entablar una conversación. Lo ocurrido en aquella sala de emergencias, lo que vio, sintió y escuchó... Instintivamente llevó sus manos a su cuello, esperando tocar con la yema de sus dedos alguna marca de herida o presión en su piel, mas no había ninguna. Su cuello se encontraba totalmente intacto. Y aun así, no podía quitarse la sensación de aquella mano invisible cortándole la respiración hasta el límite de la asfixia.

El pequeño sonido de un mensaje recibido en un celular la hizo sobresaltarse de pronto, dándose sólo hasta ese momento cuenta de lo ensimismada que se había quedado en su propia cabeza. Creyó que había sido el suyo, pero Cody fue quien sacó primero su teléfono de su bolsillo y lo revisó. Se quedó viendo unos largos segundos la pantalla en silencio, y luego apagó el teléfono, guardándolo casi de inmediato y sin la menor intención visible de querer responder.

—¿Qué ocurre? —Le cuestionó Matilda casi in pensarlo, y olvidándose por unos segundo de sus pocos deseos de hablar en estos momentos. Cody se viró hacia ella, le echó una mirada rápida a través sus anteojos, y luego se recargó por completo contra su respaldo y se cruzó de brazos.

—No, nada... es sólo un pequeño asunto que dejé pendiente en Seattle.

—Creí que habías perdido permiso —inquirió la castaña, algo confundida. Cody negó con su cabeza.

—No es de trabajo, es... —cortó él mismo sus palabras, y luego divagó un rato sobre qué decir con exactitud—. No importa, no tengo cabeza para eso en estos momentos.

Matilda no tenía intención alguna de insistirle, y no lo hizo. Ella entendía muy bien la parte de "no tener cabeza para eso en estos momentos". Sin embargo, el que Cody no quisiera hablar de su misterioso asunto pendiente, no significaba que no quisiera hablar de nada.

—¿Cómo sigues? —le cuestionó muy despacio, como si temiera que su guardia los escuchara.

—Mi tobillo ya no me duele —le respondió Matilda con normalidad.

—No me refiero a eso —susurró Cody aún más despacio. Miró sobre su hombro al oficial, y luego volvió a susurrar—. ¿Qué fue lo que te hizo esa niña exactamente? ¿De qué clase habilidad estamos hablando?

Matilda suspiró con cansancio, y recorrió su nuca con su mano derecha, intentando apaciguar un pequeño rastro de dolor que se había acumulado en esa área. Suponía que era justo decirle a Cody todo lo que podía, que en realidad no era mucho. Estaba metido en todo ese embrollo gracias a ella después de todo; de no ser por su petición de acompañarla, estaría en esos momentos tranquilamente terminando sus clases del día. Lo menos que podía hacer era informarle.

—No fue ella, fue alguien más —declaró con firmeza, igualmente lo suficientemente despacio—. No sé quién era ni qué hizo exactamente, pero fue la sensación más horripilante que he experimentado en mi vida. Sentía como me succionaba la vida como si fuera sólo aire. Creí realmente que moriría...

Su voz tembló un poco para el final de sus palabras, de una forma que no era para nada común en ella, y que a Cody dejó bastante sorprendido.

—¿Había alguien más con ella entonces? —Preguntó dudoso.

—No físicamente. Fue un ataque a distancia, de eso estoy segura.

—¿Cómo? —Exclamó Cody pasmado, subiendo la voz de más sin darse cuenta—. Pero no puede ser, las protecciones psíquicas que Eleven nos colocó...

Resplandor entre TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora