La feria del libro

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Las historias eran muy buenas y me conmovieron bastante. Llegué a una curiosa conclusión, los temas eran semejantes y algunos otros rasgos, pero no era lo que yo había escrito en mi historia. Me saqué los audífonos, los guardé en mi mochila, llevé el libro al lugar donde lo encontré. La mañana era fresca, los vehículos pasaban, ningún libro había sido cagado por algún pajarito, a pesar de que la mesa de libros infantiles estaba debajo un enorme árbol de la plaza. Mi estómago rugía de hambre, un tipo de unos cincuenta años pasaba por ahí ofreciendo tamales, sólo tenía cincuenta centavos para pagar a la señora que cuidaba las motos. Más allá estaba la sección de poesía. Tampoco no se veía a nadie que leía poesía, fui para allá. el tamaño de los libros variaba, pero todos eran finos y no pasaban las cuarenta hojas, mis ojos recorrían carátulas distinguiendo títulos amazónicos por todos lados, dos personas se habían acercado al otro extremo de la mesa, uno cogió un libro de poesía y comenzó a explicarle al otro de lo que se trataba y que contenía el origen de los versos, y no sé qué más. Mis oídos dejaron de escuchar. Seguí observando las portadas, cogía un libro, le echaba un vistazo a su interior y enseguida me daban la impresión de que describían un árbol, tenían bonitas palabras enlazadas, cerraba los libros, los dejaba en su lugar y cogía uno nuevo, otra vez examinaba los juegos de palabras. Otros hablaban de tierras amazónicas desconocidas para mí, lugares y palabras que yo ignoraba, aun así, eran hermosas conjugaciones. Continué revisando y una portada me llamó la atención, tenía el marco oscuro con un piso que parecía brillar y un zapato de tacón alto negro cuyo pie dentro se desvanecía si querías ver más arriba, la autora era Grecia Martel y el titulo estaba en letras grandes y amarillas diciendo "PERDIDOS EN GRECIA" con la editorial Pasacalle en la parte inferior. Había leído otros libros de la misma editorial, pero no recordaba cuales. Pude encontrar la foto de la autora, se veía bastante bien, parecía universitaria, vi la fecha de nacimiento, 1986, yo había nacido en 1997 y estábamos en el año 2018, el libro se había publicado en el 2006 y yo no sabía qué diablos hacía calculando las fechas si seguramente jamás la conocería, pensaba. Pasé un par de hojas y mis ojos se fueron al comienzo de un poema. De todos los libros de poesía que había echado una ojeada, a éste al fin lo entendía, o eso me pareció. Me gustó el primer párrafo que leí, era como un pequeño relato. Traté de buscar un asiento para poder leer mejor, mi estómago vibró en ese instante y el señor de los tamales pasó de nuevo. Había un banco que pertenecía a la plaza, era lo suficientemente amplio como para que se sentaran cinco personas de contextura delgada. En un extremo del banco estaba una negra, tenía un bonito cuerpo, su pelo estaba amarrado, pero pude advertir que era crespa, vestía como una gitana, en su regazo estaba un bolso de tela que en otra época fue blanca, ahora la tenía percudida con una tenue amarillez. Me senté al otro extremo del banco y comencé a leer el libro. La autora escribía como alguien que lo había perdido todo, pero que las palabras venían entre sufrimientos y tragos, específicamente vinos baratos. La negra se levantó de pronto y fue a por otro libro, la vi caminar, su falda le tapaba hasta los tobillos, pero se podía distinguir unos buenos muslos que se movía con ritmo hipnotizante, me di cuenta que otros hombres que estaban por ahí cerca se quedaron viendo aquel culo menearse. Volví mi mirada a las páginas de mi libro cuando la negra regresó con un nuevo libro, se sentó otra vez al extremo del banco, sacó un cigarrillo, lo encendió y se dispuso a leer. Yo continuaba leyendo el fragmento de un verso que decía...

El mundo es tan triste. Y no lejos de aquí se encuentran los ricos tratando de ocultar los vacíos de sus almas...

La negra detuvo su lectura, buscó en su bolso y sacó un cámara, fotografió su poema favorito, luego volvió a guardar su cámara. Yo seguía leyendo otro fragmento de poema...

Y vi como él se llevaba todo, lagrimas, sentimientos, promesas, esperanzas y vida. Sí, todo muere...

Entonces la negra se levantó de su asiento, caminó meneado ese hermoso cuerpo, dejó el libro en donde lo encontró. Giró inmediatamente hacia mí, enseguida y antes de que pudiera percatarse, me puse en una posición que reflejaba una profunda concentración a lo que estaba leyendo. Entonces la negra aprovechó el momento, sacó su cámara nuevamente y desde donde estaba me fotografió. Se me escapó una sonrisa. Cuando levanté mi mirada vi que la negra seguía su camino contoneando esas bonitas piernas, perdiéndose de vista. Aún no terminaba el libro y aunque tenía mis distracciones continué leyendo. Cuando iba por la mitad dos sujetos se sentaron en asientos personales un metro más allá de mí, habían llegado hasta ahí charlando, escuché que uno le preguntaba al otro

- ¿Cómo estas Carlitos?, ¿cómo te ha ido?

- Por el momento estoy mejorando, aquí encuentro paz.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que pasó?

-He salido de una desgracia, todo me fue mal en el viaje del año pasado.

- Sí, me comentaron que habías ido a un pueblo, que tenías proyectos y cosas por el estilo.

- No fue cómo lo esperaba.

- ¿Qué pasó?

- Todo fue una desgracia Hugo, en ese viaje lo perdí todo, mis proyectos fueron anulados, mis planes estancados, me había llegado una carta donde mi esposa me pedía el divorcio, mi hija quiso irse con su madre, en el transcurso perdí mi casa, la SUNAT me la embargó por las deudas que tenía, no producía dinero Hugo, nadie compraba mis libros, no podía completar para regresar, estaba en la calle, me habían robado la primera noche que llegué, se habían llevado todos mis ahorros, quise contactar a mi hijo el mayor pero me cortó sin importarle lo que le decía, no podía escribir, la poesía se había ido de mí, la inspiración me había abandonado , tuve que pasar hambre muchos días para poder restablecerme solo, mis hijos me abandonaron junto con mi esposa, y yo estaba en la calle enfermo y de hambre.

- ¿No llegaste a publicar ningún libro el año pasado?

-no pude hacerlo, como te dije, dejé de escribir, no encontraba nada hermoso por ningún lado, mi hambre me carcomía las tripas.

- Pero lograste restablecerte, ahora te ves mejor.

- ahora hay un poco de paz, traté de olvidar por completo a mi esposa, por suerte vendí algunos libros después de mucho tiempo y con eso pude levantarme, ahora me encuentro bien, pude salir de ese infierno, sí, ahora estoy mejor.

Me distraje por un momento por la conversación de aquellos tipos, ya era medio día, en el cielo no se veía ninguna señal de lluvia, que buen día escogieron, pensé. Los libros seguían en la mesa, el viento les levantaba las hojas y parecían como si invitaran a las personas a curiosear en ellas, desesperadas a que las leyeran, nadie se acercaba. Mi estómago rugió nuevamente y el tentador tamalero pasó otra vez ofreciendo su venta. Yo había terminado de leer el libro de poesía, pero volví a la página veintisiete a releer un párrafo que me llamó la atención

Y la diferencia entre la vida y la muerte

es el dolor

sentirlo nos hace saber que estamos vivos.

En cierta forma tenía razón, aunque aún no tengamos idea que puede haber después de la muerte. La historia del poeta de algún modo tenía alguna relación, su sufrimiento pasado y su actual paz. Yo me puse a pensar en los sucesos de la vida en ese momento, pero pasó una mujer de unos veintiséis años, hermosa, con un buen cuerpo y se robó mi atención. Sonó el timbre de mi celular, era Liz, me preguntó que en donde me encontraba, le comenté sobre la feria del libro en la plaza y que tuve la oportunidad de leer la obra que el profesor dijo que yo copié. Ella se disgustó por el hecho de que no la había traído

-no quería molestarte, me dijiste que no te gusta leer, no habría razón que vengas a un lugar donde leen si no te gusta leer.

Liz pareció entender y se escuchó su risa. Ya iba a ser la una de la tarde, tenía que llevarle comida a mi padre, fui a poner el libro en su lugar. Me dije que cuando tenga dinero algún día lo compraré y estará en mi biblioteca. Pagué a la señora que cuidaba mi moto, le había puesto un cartón en el asiento para cuando me sentara no me calentara mucho el trasero, encendí mi vehículo de un solo intento y me fui.

FIN

DíasWhere stories live. Discover now