Era de noche, un día, cuando se encontraba haciendo el amor con Cintia, alguien llamó a la puerta, Frank tuvo que interrumpir su calurosa faena para ir a ver quién tocó el timbre, salió de la cama, dejó a su mujer desnuda y mojada, pensando en que seguramente alguien lo había hecho por broma. Cuando abrió el ancho portón de fierro que daba a la calle, vio a un hombrecillo un poco más bajo que él, tenía la piel más oscura y maltratada, un aspecto fornido y cansado, llevaba un pantalón corto y una camiseta que por los rasgos Frank supo que era del ejército, en la mano lleva un maletín con los mismos rasgos. Era su sobrino. El hombrecillo dejó su maletín a un costado y abrazó afectuosamente a Frank. ¡Tío! ¡cómo estas! ¡hace mucho que no te veo! Frank se sorprendió de aquella visita, pero no mostró molestia, lo acogió con agrado, le separó un pequeño lugar en su casa, siempre tenía listo un cuarto para cualquier visita. Esa misma noche Cintia tuvo que salir de la cama, vestirse y preparar algo para el sobrino de Frank, ella lo saludó amablemente, no pareció sorprenderse demasiado. Con tu permiso tío, quiero saber si me puedo quedar un par de semanas en tu casa, no será mucho tiempo, sólo hasta que consiga un trabajo, y capital para poder vivir por mi cuenta, acabo de salir del ejército, y con lo poco que me dan, no me alcanza si quiera para una semana, le dijo el sobrino. Por su puesto Alvarito, respondió Frank. Esa noche después de que su sobrino cenara un poco, Frank volvió a la cama con su mujer a continuar en lo que estaban. El visitante lo escuchó todo, los sonidos que se producían entre los muslos de los amantes y hasta los gemidos de Cintia. Alvarito era joven, apenas pasaba los veinte. Frank estaba cerca de los cuarenta y cinco años, y Cintia ya había llegado a los treinta años, pero aún se veían y esplendida, como si los años no le pesaran. Cuando amaneció, Álvaro se había levantado temprano, Frank lo encontró barriendo. Hay muchas cosas que hacer aquí sobrino, cosas que mi mujer no puede, yo tampoco puedo porque tengo que ir al trabajo, y bueno si no sería molestia, me puedes ayudar, hay que cultivar las hiervas que están creciendo en el patio, entre otras cosas más, le decía Frank. Por supuesto tío, es lo menos que puedo hacer, de esa manera te pagaré mi estadía, le respondía Álvaro. Entonces Frank se marchó a trabajar, es ese momento, su sobrino no perdió el tiempo, preguntó a la mujer de su tío, que estaba aún desnuda en su cama, desde afuera de su cuarto, dónde estaban las herramientas para cultivar. Cintia se puso algo de ropa, un pantalón corto sin bragas y una blusa holgada sin algo que sostuviera sus grandes senos redondos, y salió del cuarto para mostrarle a Álvaro lo que pedía, él la vio, observó sus perfectas piernas blancas atléticas, y la forma de sus pezones a través de su blusa. Se quedó callado y sólo siguió a Cintia al lugar donde estaban las herramientas de cultivo distrayéndose en su sensual andar, se tropezó con un estribo que estaba en el camino, pero Cintia no se dio cuenta y el siguió como si nada hubiese pasado. Comenzó a cortar las hierbas y la mujer de su tío se fue a lo suyo, la hierba había crecido bastante, Frank había descuidado un poco el patio, las hojas estaban largas y resistentes, pero el entrenamiento recibido en las fuerzas militares lo ayudaban a resistir. El desayuno fue algo rápido, Cintia lo llamó después de que ella había desayunado, Álvaro encontró en la mesa unos huevos y plátanos fritos justo a un vaso de leche. Le encantó. Continuó su labor y a la hora del almuerzo Cintia hizo lo mismo que en el desayuno. El sobrino comió confianzudamente, cada vez que terminaba una comida, descansaba por un rato, se sacaba la camiseta militar y se quedaba mirando el césped ya cortado, estaba haciendo un buen trabajo, se enorgulleció por un momento. En una oportunidad, cuando alzó la vista para ver a la ventana del cuarto de su tío, ésta estaba abierta, vio pasar a Cintia desnuda, ella parecía estar distraída en otra cosa, Álvaro vio sus blancos pechos desnudos pasar fugazmente y no apartó la mirada creyendo que volverían a pasar en cualquier momento, pero no lo hicieron. Cada vez que su tío regresaba del trabajo encontraba el patio cada vez mejor. Estas haciendo un buen trabajo sobrino, te vas a ganar tu propina cuando termines, y el sobrino agradecía por las buenas palabras, cuando Álvaro iba a dormir podía escuchar siempre chacoteos y los gemidos de Cintia, entonces al acordarse de la forma de vestir de la mujer, las blancas piernas y los blancos pechos, se comenzaba a masturbar. A la mañana siguiente otra vez los mismo, el desayuno, el almuerzo, el césped cortado, el patio cada vez mejor, la vista a la ventana abierta del cuarto de su tío, a veces tenía suerte y la miraba otra vez con los senos al aire y en las noches las felicitaciones de su tío, los chacoteos y los gemidos y las masturbaciones hasta dormirse.

DíasWhere stories live. Discover now