La prenda

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Elizabeth estaba aturdida, le dolían los pies de la noche anterior, era la primera vez que había tenido que bailar tanto; a decir verdad, hubiera deseado no tener que hacerlo. Pero habría sido muy descortés y una falta grave, que una joven debutante no cumpliera con su tarjeta de baile. En cierto modo, envidiaba al grupo de jóvenes que estaban sentadas en un rincón del salón, hubiera preferido mil veces ese lugar que el de tener que compartir cada pieza con un caballero diferente. Todos —sin excepción— trataron de llamar su atención de alguna forma, realmente fue agotador.

—Ya tengo a los niños listos para dar el paseo, están entusiasmados con la idea de explorar el jardín de la tía. Vamos Bethy si no Robert se irá hastiado de esperar.

—Oh no, eso no puedo permitirlo...sería una falta de cortesía enorme por mi parte —contestó sin querer parecer preocupada ante la idea de que Talbot se marchara. Se incorporó rápidamente y enfundó los pies, con ampollas, en unos botines blancos ideales para pasear y, que por fortuna, no magullarían más a su tierna piel.

Las dos hermanas Cavendish salieron de la estancia con la compañía de una doncella que las ayudaría con los pequeños. En el recibidor ya estaban la Baronesa y Lord Talbot, parecía que discutían sobre algún asunto relacionado con la política. En realidad, la Señora Royne nunca había congeniado con el joven Talbot en cuanto a ideología, pero no por eso dejaba de apoyar a la dulce Bethy; que aunque no se había pronunciado aún en sus sentimientos y, quizás nunca lo haría, era evidente que no había otro hombre para ella que ese gañán.

Dadas las salutaciones y reverencias correspondientes, salieron los cuatro al gran jardín de los Pembroke en el cual, debido a la temprana hora, apenas había nadie más paseando. Audrey lo había planeado de esa forma para que Elizabeth pudiera estar más cómoda y así poder mostrarse un poco más a su amigo Robert, decidió quedarse a una distancia prudencial junto a la Baronesa viuda y a los pequeños, mientras observaban a la joven pareja andar a un paso relajado tan sólo unos metros por delante.

— ¿Es su primera vez en casa de los Pembroke?

—Ha. había venido alguna vez de pequeña con...con... mi padre para visitar a nuestra tía pero nunca había venido para el evento anual...— respondió más nerviosa que nunca y es que sólo con sentir toda la atención de Robert puesta en ella ya temblaba.

—Entiendo, ¿le gusta montar a caballo Señorita Cavendish?

—La.la verdad es que monto pésimamente se. señor...Talbot... pero sí que me agrada, mi hermana Karen sí que es una buena jinete y Audrey también se desenvuelve bastante bien...

—Tengo entendido que su tía, la Condesa, ha organizado una carrera de caballos, ¿me dará su pañuelo como prenda? —preguntó directamente Robert que no era precisamente el hombre más sutil, provocando que Bethy se detuviera en seco y se bloqueara haciendo que sus carabinas también se detuvieran un tanto preocupadas.

"Vamos Elizabeth no tartamudees, Lord Talbot se está mostrando interesado en ti, esfuérzate en responderlo como se merece", se convenció a sí misma mientras el enérgico joven la miraba acongojado, temeroso de haber ido demasiado de prisa.

—Puede contar con ello Lord Talbot —consiguió responder lo más decidida posible sin levantar la mirada del suelo y haciendo que la respiración volviera en Robert.

El paseo se reanudó y terminó con conversaciones cordiales y educadas a pesar de que el Marqués de Salisbury se moría por dar un beso a la joven Cavendish, cada vez que la veía sonrojarse o tartamudear, le resultaba de lo más atrayente. Si dejara correr su sangre escocesa mandaría todo el protocolo inglés al diablo y la besaría delante de todos para demostrar que esa dama era suya, pero no quería que Elizabeth se pudiera sentir de alguna forma asustada u obligada a ello, en realidad no sabía cuáles eran sus sentimientos, aún no sabía si ella quería lo mismo que él y no quería tenerla a la fuerza.

Tirabuzones del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora