Capítulo IV: Trampas

5.8K 258 80
                                    

Lali empieza a girar en el colchón hasta estirar los brazos y las piernas. Los ojos los mantiene cerrados porque no quiere comenzar el día y en la habitación no entra ni un tercio de luz porque el ventanal está cerrado. Con una mano tantea el velador de la mesita y al mismo tiempo que lo enciende, el brazo de Santiago le rodea la cintura. Ella sonríe por inercia y cuando vuelve a girar, abre los ojos y sonríe al reencontrárselo del otro lado de la cama, con los ojos un poco cansados por haber dormido pocas horas y una sonrisa chiquitísima por culpa del mismo insomnio. «Buen día» le susurra ella con la poca voz que tiene al levantarse, con la garganta picándole y cerrando otra vez los ojos. Él le responde inentendible y eso a Lali la hace reír. Entonces se quedan un rato más en silencio porque aprovechan a sumar horas de sueño.

−La próxima vez haceme acordar que no tome tanto tequila -Lali rompe el hielo y los dos vuelven a levantar los párpados- no, mejor la próxima vez digámosle a Mery que nos deje optar por agua o gaseosa.

−En un momento fui a buscarle algo a la heladera y lo único que había era vodka -y ella se ríe hasta refregarse los ojos para sacarse las lagañas mañaneras.

−Ahora se entiende por qué Mila siempre está con tanta adrenalina -y después de que él sonríe, arrastra un poco más el cuerpo para hundir la cabeza en el hueco del cuello de ella. Y se quedan ahí un rato prolongado, como intentando hallar la eternidad- tenemos que ensayar con las chicas... −piensa en voz alta- tenemos que practicar las coreografías nuevas.

−¿Ya no las tenían sabidas?

−Sí, pero Denise quiere hacer unos arreglos así que tenemos que juntarnos a practicar y ver cómo quedan.

−¿Se pusieron de acuerdo con la locación para la filmación del videoclip?

−No, pero teniendo en cuenta que en dos meses nos vamos de gira a España, estoy tratando de convencerlos para filmarlo allá -y todo lo dice con los ojos cerrados mientras con una mano se rasca la panza y con la otra le acaricia a él el mentón.

−No tengo ganas de ir hasta Villegas -dice Santiago después de un rato.

−No vayas -y ella se hace más chiquita para abrazarlo con todo el cuerpo por debajo de las sábanas y frazadas- ¿Por qué tenés que ir hoy? Es domingo.

−Es lunes, Lali -le recuerda al esbozar una risa. Pero Lali abre los ojos y tiene que tirar el cuerpo un poco hacia atrás para mirarlo- ¿Qué pasa?

−¿Hoy es lunes? -Santiago asiente. Lali mira el reloj de su mesa de luz y las pupilas las abre un montón al darse cuenta que son más de las nueve de la mañana- la puta madre... −y se levanta torpe, golpeándole a Santiago una pierna y dejando lucir su bombacha negra de encaje por debajo de la remera que a veces usa de pijama.

−¿Qué pasó?

−Hoy tenemos la última reunión con el equipo de la película -y Santiago se ríe porque ella se mueve atolondrada levantando ropa del piso, buscando un par de zapatillas con plataforma y corriendo de una esquina a la otra- no entiendo qué es lo gracioso, a mí no me estaría causando. ¡Por qué no me despertaste! -no le pregunta, le grita.

−Porque no sé todos tus horarios, mi amor -la simpleza- anda tranquila, aviso que me voy a retrasar así te espero y almorzamos juntos.

−No sé cuánto tiempo nos va a llevar... -se va caminando al cuarto de baño- María y la putísima madre -y al cerrar la puerta, lo último que escuchó fue la carcajada de él.

Lali se mete en el auto cual bolsa de papas. Ni siquiera se abrocha el cinturón de seguridad y conduce con una mano mientras que con la otra escribe un mensaje de texto que cae en la bandeja de entrada de Peter, quién ya está desayunando en la sala de reuniones junto a María Onetto, Malena y Marco. Él se encarga de avisarle a Nicolás, entonces todos aprovechan a relajarse a esperar a su compañera. Juana es quién está esperándola en la entrada del edificio y, al mismo tiempo que la saluda con un beso, le pide que deje de llegar tarde porque nadie del equipo tiene por qué esperarla más allá del horario pautado. Lali pide perdón a medida que sube corriendo las escaleras y también recuerda la misma frase que alguna vez le susurró al oído su mentora. Y antes de abrir la puerta en donde ya están todos reunidos, se ríe; no llega tarde porque se crea una estrella o porque el ego le subió a la cabeza. Simplemente le sucede porque es una dificultad que todavía no pudo aprender a corregir.

DESTIEMPOWhere stories live. Discover now