My Little One

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-¡Mamá! - Gritaba una niña de preciosa cabellera negra azulada  amarrada en dos coletas y grandes orbes zafiro, mientras corría alegremente por el pasillo. Llevaba un pequeño cuaderno entre sus manos, qué dejó caer mientras descendía por las largas escaleras como si no contuviera nada de valor para ella. Sus pasos se volvieron más ligeros cuándo estuvo a punto de tocar el suelo, divizando la figura de una mujer adulta qué extendía sus brazos hacia ella. Sin dudarlo, saltó a los brazos de la mujer, acurrucándose en el pecho de la misma. - Bienvenida a casa, Mamá. - Susurró alegremente.

- Gracias, Mi amor. - Respondió la joven de cabellos aguamarina, con una voz dulce de amor. Abrazó el pequeño cuerpo de la niña contra sí misma y avanzó unos cuántos pasos hasta la cocina, dónde una mujer aún más adulta que ella y de cabellos verdes oscuros, preparaba un aromático café.

- Con qué al fin llegas, increíblemente seca. - Mencionó la mujer adulta, llevando dos tazas de café y depositando las mismas en la mesa junto a una bandeja de galletas.

-Sí, Haruka pasó por mi hoy al trabajo y fué a guardar el auto, debe estar por llegar. - Dejó a la niña en una de las altas sillas, tocando la nariz de la misma antes de sentarse a su lado. La pequeña le sonrió mientras tomaba una de las galletas.

- Ya veo. Bella, ¿Quieres que te prepare algún té? - Preguntó, dejando un pequeño frasco que contenía azúcar, sobre la mesa. La niña asintió con la cabeza animadamente, dándole un bocado a su galleta. Setsuna se dirigió a la cocina nuevamente, mientras que Michiru soltaba un suspiro, acomodando su cabello hacía un costado.

-Dime hija, ¿Cómo te has portado hoy? ¿Hiciste renegar mucho a la tía? - Soltó entre risas debido a la indignada mirada que su retoño le dedicó.

-¡Claro que no! Yo me porto muy bien, Mamá. - Se cruzó de brazos para luego sonreirle a la joven de cabellos aguamarina. No veía a sus padres en todo el día y se sentía sola a pesar de estar con su hermana mayor y su tía.

Ambas platicaron de las actividades de la niña durente el largo día. Había estado dibujando, aprendiendo nuevas letras en el abecedario e incluso cantó algunas canciones de cuna junto a Hotaru. Setsuna regresó con el té de la menor y dejó la taza justo en frente de la misma, recibiendo un agradecimiento. Al cabo de unos minutos de plática, la puerta principal se abrió, dejando ver a una rubia completamente empapada.

-¡Papá! - La pequeña niña de cabellos negros, bajó de su silla y corrió rápidamente hasta la rubia ceniza. A Michiru le parecía graciosa la forma en qué su hija corría, sin importarle llevar un fino vestido de colores rosados.

-Escucho a una hermosa gatita por aquí... Ven, dale un abrazo a Papá. - Mencionó alzando a la menor para estrecharla en un fuerte abrazo. Cuándo por fin la dejó respirar, la niña besó la mejilla de la rubia con delicadeza.

- Bienvenido, Papá. Los extrañé mucho - Susurró con pesar, rodeando con sus pequeños brazos, el cuello de su padre. Haruka acomodó uno de los cabellos de su hija, no quería que nada cubriera ese lindo rostro.

- Yo también te extraño mucho, Gatita. Te prometo que pasaré más tiempo contigo en unos días, no es de mi agrado no poder verte. - Besó la frente de la menor cuándo la misma hizo un puchero con sus labios.

- Bella, no estés triste porque mañana te llevaremos con nosotros a trabajar y luego íremos a jugar donde más te guste como compensación por nuestra ausencia. Anda, muestranos esa preciosa sonrisa que tienes. - Mencionó Michiru, dirigiéndose a la menor. La misma mostró una sonrisa llena de ilusión.

-¿Lo dices enserió? ¿Puedo ir con ustedes mañana? ¡Los amo! -Cuándo la joven de cabellos aguamarina estuvo lo suficientemente cerca, Isabella abrazó a sus padres.

Mi adorada estrella fugaz Where stories live. Discover now