Capítulo 54.

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Entré en casa y me dejé caer sobre la puerta hasta quedar sentada en el suelo.

Enterré mi rostro entre mis rodillas y empecé a llorar en silencio.

Necesitaba soltarlo.

Había sido una idiota por creer que todo saldría bien. Harry siempre sería Harry y yo… yo siempre sería yo.

Tenía que dar con una solución para el follón que acababa de montar, pero estaba exhausta y aturdida, no podía pensar con claridad.

Sentía martillazos en el interior de mi cabeza, los escuchaba destrozarme por dentro sin piedad alguna.

Dormir, necesitaba dormir.

Me incorporé apoyando mis manos sobre las frías baldosas del suelo y me metí en mi cuarto.

Saqué mi pijama de debajo de la almohada y al segundo lo lancé al otro lado de la habitación sobresaltada por el sonido de unos golpes provenientes del salón.

Salí alarmada y vi cómo la puerta se sacudía.

-          ¡Mich!

Mierda.

-          ¡Mich! ¡Sé que estás ahí! ¡Abre!

Siguió golpeando la puerta, cada vez más fuerte. Yo no podía moverme, no me atrevía.

-          ¡Maldita sea! ¿Quieres abrir de una vez?

De pronto se detuvo.

-          Mich-dijo mucho más calmado- por favor, abre la puerta. Por favor.

Me acerqué temerosa, giré la llave y abrí.

-          ¿Podemos hablar?

Estaba muy nervioso. La vena de su cuello estaba hinchada y sus ojos llorosos. Bajé la mirada y solté un grito ahogado al ver los nudillos de su mano izquierda hinchados y amoratados.

-          Pasa, hay que curarte eso.

Estiré de su brazo sano y lo hice sentarse sobre la minúscula encimera.

Saqué un par de hielos del congelador, los envolví en un trapo y los presioné suavemente contra la zona afectada.

-          ¡Ay!-se quejó.

-          Lo… lo siento.

-          No pasa nada, es culpa mía.

No supe qué decir y no podría soportar un silencio incómodo en ese momento así que dije lo primero que se me ocurrió.

-          Tengo una crema muy buena para esto ¿Quieres que te la ponga?

-          Mich.

Rodeó mi muñeca con su mano libre y estiró un poco para llamar mi atención.

Lo miré nerviosa y me deshice de su agarre.

-          Te irá bien, de verdad.

Abrí el armario donde guardaba medicamentos, tiritas y demás productos farmacéuticos y saqué el tubo de crema que estaba buscando.

Dejé un poco en sus dedos y empecé a masajear delicadamente la zona.

-          Mich-repitió- estoy siendo paciente porque sé que esto no es fácil, estoy intentando tranquilizarme para ponerte las cosas más fáciles, pero sabes que tenemos que hablar.

Asentí y bajé la cabeza.

-          ¿Estás embarazada?

Volví a asentir, pero me negué en rotundo a mirarle.

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