Aquella noche.

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Era un martes cualquiera ese mes de Abril, estaba a punto de ser medianoche y Lana se encontraba sola en su casa, sus padres no estaban, de nuevo, y ella estaba harta, harta de todo, de sus padres, de la universidad, de la sociedad, de la vida, así que había decidido poner fin a eso con el descanso eterno.

Ella estaba en la cama de la habitación de invitados en el tercer piso de su casa, mirando de manera alternativa los utensilios ante ella, con uno de ellos se quitaría la vida, pero aún no lograba decidir cuál sería el elegido.

Podría cortarse las venas con la navaja de afeitar a su derecha, "no, mucho dolor y poca rapidez"

Podría tomarse el frasco entero de las pastillas para dormir, "no, muy aburrido"

Podría colgarse del barandal de las escaleras, "no, muy clásico"

Miró hacia la ventana y tomó una decisión, se lanzaría de cabeza desde ahí, si no moría bien podría caer en coma.

Con la decisión tomada se levantó, se puso su vestido de muñeca favorito y arregló su cabello del color del trigo, no escribió una carta, que sus padres buscaran las respuestas por su cuenta, era su penitencia.

Deslizó la ventana hacia arriba y se sentó en la cornisa, dejó que sus piernas se balancearan unos segundos antes de volver dentro, miró la cama unos segundos y luego corrió hacia la ventana, de un salto se puso de cuclillas y se arrojó con los ojos cerrados, pero su cabeza chocó contra una pared humana.

Se alejó de un salto, cayendo al suelo, y observó con fastidio al hombre ante ella, el hombre que de cierta forma había evitado su final, paseó su mirada cansada por todo su cuerpo e hizo una mueca al encontrarlo vestido totalmente de negro, con un pasamontañas cubriendo su rostro.

-Toma todo lo que quieras y déjame en paz.-Se limitó a decir mientras se levantaba, el hombre le tomó la palabra y se marchó, no sin antes darle una última mirada sobre su hombro.-Las estúpidas pastillas serán.

El ladrón se detuvo fuera de la habitación al escuchar las palabras de la chica en la habitación, se quedó donde estaba, esperando escuchar algo más, y luego de unos minutos escuchó el sonido de un cuerpo al caer, dio media vuelta y entró en la habitación, encontrando a la chica tirada sobre la alfombra blanca, con un frasco vacío en su mano.

-Maldición.-Masculló entre dientes y la tomó rápidamente en brazos, salió de la casa que habría sido un buen robo y la llevó a la clínica más cercana.

Querido ladrónWhere stories live. Discover now