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Capítulo 04. Más vale malo conocido que bueno por conocer

En una cabaña a la afueras de Inglaterra vivía un viejo mago, el cual era custodiado por la iglesia, en aquel lugar el mago era libre de hacer lo que se le plazca, siempre y cuando los humanos normales no fueran afectados.

Aun así, hace más de un años compro en una subasta a la mujer que sería su esposa y eventualmente su aprendiz. Una chica pelirroja y de hermosos ojos verdes que anteriormente eran oscuros y opacos, ahora resaltaban brillosos y llenos de vida.

El clima en Inglaterra no desvariaba tanto del de Islandia, eran casi parecidos. Los dos países durante el invierno estaban cubiertos por nieve y un frio intenso. En aquellos momentos Chisel Hatori, esposa del mago antiguo Elias, mezclaba y agregaba un sin fin de cosas a una especie de charola mientras leía un libro.

—¿Qué intentas hacer, Chisel? —pregunto el mago pasando por la puerta de la habitación. La nombrada solo sonrió un tanto nerviosa ante lo preguntado.

—Intento hacer una pócima, pero aún no lo logro—explico apenada ante su fallo, puesto que Chisel tenía ya un año entero practicando la magia pero aún no era capaza de hacer una simple pócima.

—No te agobies, ya podrás después—dijo el mago. En su mente Chisel imagino que estaría sonriendo, pues la peculiaridad de Elias era que no poseía un rostro, o algo humano. Él era una creatura diferente a todas las demás, su rostro era el cráneo de un bovino, tenía unos cuernos que asemejaban a un ciervo y su cuerpo era el de un hombre. No era un hada ni un humano—La cena está servida.

—Voy—dijo con una sonrisa la chica levantándose de su lugar y dispuesta a ir junto a su esposo, sin embargo un golpeteo en la ventana de su habitación logro que parara— ¿Y eso?

Elias fue el primero en camino hacia la ventana para después abrirla, un pequeño y regordete pajarillo se metió en la habitación, revoloteando hasta la mano de Chisel.

La chica tomo entre sus manos al animal con una sonrisa dulce. El ave con cuidado dejo en la palma de la mano un pequeño sobre.

—¿Qué es? —como un niño, Elias se puso a un lado de Chisel observando el papel junto a su esposa.

—Parece una carta de...—lo movió con su mano y el pajarito salió volando nuevamente por la ventana. En el carta, con letra cursiva y en un lenguaje desconocido para la chica se presentó.

—¿Lindel? —nombro confundido Elias cuando leyó el nombre del que alguna vez fue su maestro.

—Lindel ¿Mando una carta? Pero siempre envía sus familiares por algún recado—murmuro la aprendiz extrañada.

Elias aferro entre sus manos la carta para abrirla y comenzar a leerla.

Eso solo significaba un mal augurio.

. . . .

—Lindel-san, ¿Cómo vamos a festejar navidad?

Aquella pregunta tomo por sorpresa al mago, su conocida, Aileen lo miraba con un brillo en los ojos totalmente envuelta en un espíritu navideño.

—¿Navidad? —ladeo la cabeza confundido.

No es como si desconocía la navidad, ningún mago en el mundo lo hacía, había millones más de creaturas mágicas durante esas fechas y la magia era mucho más poderosa que en otras épocas del año. Sin embargo, Lindel no era mucho de festejar, aludir, o simplemente participar en aquella celebración.

—¡¿No me diga que no sabe que es la navidad?!—la joven parecía sorprendida ante la respuesta—No se preocupe Lindel-san, en este momento iré al pueblo para comprar un poco de chocolate caliente y un rico pan—sin esperar respuesta por parte del mago se levantó del asiento donde permanecía.

The apprentice of the old magicianМесто, где живут истории. Откройте их для себя