—¿Dónde está?

—F-fue a Beauxbatons —dijo casi en un susurro—. Comentó algo sobre una...

Harry no le dio tiempo de terminar. Salió corriendo del campo de Quidditch con Ron siguiéndole el paso.

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—¿Cómo dejo que esto ocurriera? —le gritó enfadado a McGonagall. Unos minutos antes habían entrado a su despacho y le habían contado sobre Hermione y la salida a Beauxbatons con Malfoy y Zabini. Sus palmas estaban apoyadas sobre el escritorio y le miraba amenazantemente.

—No entiendo cual es el problema, señor Potter —le respondió ella tranquilamente, acomodándose los anteojos.

—¿Qué? ¿Es todo lo que dirá profesora? —volvió a gritar Harry—. ¡Después de que la dejó irse sola con esos... esos... Slytherin!

Ron asintió, pero no dijo nada. Sabía que era mejor no hablar cuando Harry estaba enojado.

—Cálmese señor Potter —le pidió McGonagall, sin apartar su mirada de él. La despreocupación que mostraba la mujer ante la situación solo conseguía aumentar su ira.

—¡No puedo tranquilizarme cuando ella está sola con esa gente!

—No está en peligro —le respondió, su voz permanecía tan firme como siempre. Harry podía sentir que comenzaba a sentirse irritada—. Les dije que podían elegir con quien ir. El señor Zabini escogió al señor Malfoy, y la señorita Granger, bien, escogió ir sola. Aunque no puedo entender la razón considerando que, unos meses antes, me dijo que iría con ustedes dos.

—Ella... ella no dijo que Malfoy iría —dijo Harry, más para sí mismo que para los demás.

Repentinamente lo vio todo con claridad. Se volvió hacia Ron, quien de alguna manera sabía en lo que estaba pensando. Después de todo, no había sido culpa de la profesora McGonagall. Ellos dejaron que esto sucediera. Ellos dejaron que las serpientes de Slytherin devoraran a Hermione. Ellos la dejaron sola e indefensa.

—La señorita Granger está perfectamente a salvo al cuidado del profesor Flitwick, se los aseguro —continuó la profesora. Qué equivocada estaba—. Ahora, por favor regresen a sus clases antes de que los castigue a los dos.

—¡No está a salvo! —volvió a gritar Harry—. ¡Tiene que dejarnos ir a Beauxbatons! ¡Por favor, profesora!

—Señor Potter, está poniendo a prueba mi paciencia. Vuelvan a sus clases.

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La academia de la Magia de Beauxbatons era un brillante palacio, probablemente más nuevo y brillante que Hogwarts. Los pasillos estaban adornados con arcos dorados, haciéndolos parecer un lugar hecho para los mismos dioses. Las altísimas ventanas de cristal llegaban al piso y unos intrincados candelabros colgaban del techo. Era una vista increíble, aunque era una pena que nada de eso captara la atención de Hermione. Estaba más concentrada en lo que sucedía en el palacio que el lugar en sí mismo.

Había pilas de libros y autores por todas partes. Era como un sueño para ella. Parecía que no sabía por dónde empezar, pues se perdió rápidamente entre la multitud, tratando de hablar con diferentes autores y separando todos los libros que despertaban su interés.

Simplemente era feliz.

Draco la observó todo el tiempo, no tan alejado desde donde ella se encontraba. En el instante mismo en que la castaña había entrado a la convención, su rostro se había iluminado.

Sus hermosos y aterradores ojosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin