Las dos únicas cosas que podía observar, eran un árbol vetusto, arrugado y gastado por el paso del tiempo; y un pájaro. Un ave solitario. Él, y la inmensidad del mundo. Sentía rabia, envidia y admiración al mismo tiempo. Soñaba con poder volar, aventurarme por todo el globo. Ser libre en todo sentido. Poder disfrutar del cielo y la tierra. Desplazar las alas y salir sin destino, sin rumbo. Me quedé anonadado por ese animalito. Yo sentía su felicidad, su autodeterminación. Era tal la atracción, que mis sentidos se nublaron, para quedarse sin color, sin nada. Solo el árbol y el pájaro. Naturaleza pura.
No se cuánto tiempo habrá transcurrido, pero estoy seguro que fue demasiado. Una especia de autismo en horas y horas. ¿Dios? No lo creo. Lo único que sé es que era un día soleado, de tarde.
Me sacó de éste encierro un llamado, un grito y susurro a la vez. Melodía en voz femenina. Una mujer preciosa, ojos azules, tez pálida. ¡Ha Libertad!
Cuando volví a fijar la mirada sobre el ave, ya no estaba.
