Capítulo 1: Hola Cira

146 11 0
                                    


Terminé de ducharme y fui directa a secarme el pelo, la verdad es que había sido un día agotador, tuve que hacer demasiados trabajos para clase y, aunque, algunos me gustasen siempre llega un punto donde te cansas. Cogí el secador y cuando iba a encenderlo me llegó un mensaje, era Lea. Realmente no me gusta hablar mucho con las personas por mensaje, pues me gustan más las conversaciones cara a cara, pero siempre respondía a Lea, si no ella me mataría, cosas de mejores amigas supongo.

Le respondí al mensaje y dado que ella me comentó algo gracioso me reí como una foca loca yo sola, mientras le escribía empecé a sentir un dolor vagamente familiar en la cabeza, no era un dolor muy fuerte y no me preocupe mucho, ya llevaba varias semanas con dolores de cabeza y me negaba a ir al médico.Sentí que no me haría nada que no fuese recetarme una simple pastilla. A medida que pasaba el tiempo el dolor se fue intensificando y empecé a ver la pantalla del móvil borrosa como una pequeña mancha en mis manos, era un dolor abrasador y todo me daba vueltas, era demasiado extraño, en todos estos días el dolor nunca pasó de ser una leve molestia, hasta ahora.

Me tumbé y sin saber cómo ni cuándo el dolor desapareció como si nunca hubiese estado allí, me soprendí, pero decidí ignorarlo. Aunque ahora me plantearía lo de ir al médico.

Al día siguiente entre al instituto, tenía clase de educación física a primera hora, que bien, nótese el sarcasmo. Mientras caminaba Lea se acercó a mí para ir a la clase juntas.

—Hey, ¿qué tal? —me dijo con emoción, ella era así, siempre tenía energía da igual cual fuese la hora o la situación en la que nos encontrasemos.

—Pues sin ganas de dar clases, ¿cómo iba a estar si no? —respondí con mi característico sarcasmo, me gustaba usarlo y si encima estaba cansada y con sueño entonces era mi arma letal.

—Ya veo que alguien se ha levantado con el pie derecho. —comentó mientras caminábamos hacia la clase.

—Es el pie izquierdo tonta. —me reí mientras ella me ponía mala cara.

—Me he equivocado, ¿vale? —mi amiga rio también y finalmente llegamos al aula.

Cada grupito se encontraba hablando como de costumbre entretenido en sus propios temas, y se oían palabras sueltas por toda la clase. Cuando entró el profesor nos fuimos al gimnasio, hoy nos tocaba salir a hacer senderismo. Se estaban acercando las vacaciones de verano y el tiempo era ideal para salir un poco al campo que teníamos cerca.

Llevábamos trotando poco más de media hora y, aunque, estaba acostumbrada a hacer ejercicio regularmente, sentía que me dolían las piernas como si se estuviese sosteniendo un gran peso en la espalda. Pero entonces oí a mi amiga y disminuí la velocidad.

—¡Cira, espérame! Ya no puedo más, me voy a desmayar. —gritó Lea desde la lejanía mientras se acercaba corriendo sin aliento y a punto de caerse al suelo.

—Estoy yendo despacio, creo que deberías practicar más deporte te vendría bastante bien. —propuse quitándole importancia al asunto.

—Bueno siento no ser una atleta olímpica como tú. —dijo mientras nos parábamos para que pudiese recobrar el aliento.

—Yo no soy ninguna atleta olímpica, simplemente estoy acostumbrada a esto.

—Bueno pues yo no, así que me esperarás Cira. —ordenó con la mirada tan loca que solo ella tenía y me hizo un poco de gracia.

—Chicas no podéis parar debéis seguir corriendo, no pueden bajar vuestras pulsaciones, o si no os bajaré puntos. —soltó mi profesor de educación física sobresaltándonos a mí y a mi amiga y tan rápido como llegó se fue, sin embargo, vi que nos miraba de vez en cuando para asegurarse de que no nos parábamos.

Los guardianes del infiernoWhere stories live. Discover now