Ella

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Todos los domingos, a las ocho en punto, ella, vestida de blanco, con sus rizos rubios condecorando sus hombros, entraba a la iglesia. Yo me quedaba observandola, desde afuera, y rara vez, la miraba desde un ventanal. No puedo explicarme que la hacía tan angelical, si sus ojos azules, su diminuta nariz, o los oyuelos de su sonrisa.

Me daba temor hablarle, o tan siquiera entrar a la iglesia con ella. Tenía miedo de que me rechazase, o de que no fuese como yo la imaginaba. Prefería adorarla desde la puerta, preferia soñar con su perfección, prefería amarla en secreto.

Había veces que la veía fuera de la iglesia, sentada bajo un árbol leyendo, en el cine, o en el teatro.

Ella era siempre puntual. Recuerdo una vez, que entré a la sala del cine unos minutos antes, y ella, en punto, se sentó justo a mi lado. Tenía una pollera negra que le pasaba los tobillos y una camisa roja.

Recuerdo tantas veces que la tuve cerca, revuerdo tantas veces que sentí su sonrisa hablandole a mi alma. Recuerdo todos los pares de zapatos que tenía, recuerdo los libros que leía. Recuerdo su sonrisa en la mañana, y en la noche. Recuerdo tanto de ella, sin siquiera saber quién era, pero así lo prefiero. Prefiero que así haya sido, prefiero recordarla como un ser luminoso. Prefiero no haber roto mis ilusiones con un humano, prefiero haber amado un ángel.

Prefiero todo esto, porque así quise que fuera. No me arrepiento de nada.

EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora