—Me encanta como lo haces —apenas podía hablar del placer y la levantó del cabello —pero necesito metértela. Quiero que me sientas adentro y te quiero sentir... —la dirigió del cabello hasta la cama —. Acuéstate.

Ella no dudó ni un segundo y así lo hizo bajándose el bikini con su ayuda. Ahora los dos estaban completamente desnudos. Ella abrió las piernas invitándolo a posarse dentro y él así lo hizo.

—Eres divina —le susurró en el oído derecho mientras le quitaba el sudor de la frente con la mano izquierda, cerró los ojos cuando la penetró lentamente, sintiéndola, deleitándose.

Una vez adentro comenzó a moverse salvajemente, haciéndola gritar y gritar de placer... como adoraba oírla. Quería tenerla así todos los días, en su cama. Jamás había llevado a otras chicas en su departamento, ni siquiera sabían en donde vivía, todo para evitar molestias, ellas solo eran para una noche, tal vez dos, pero con Zoey todo era distinto, se sentía tonto cuando estaba frente a ella, se sentía en cierta forma dominado... y era él quien dominaba a las mujeres.

—Más rápido... —ella pidió clavando suavemente sus uñas en su espalda y él gruñó excitado.

La obedeció, embistiéndola más rápido, tanto que la cama comenzó a moverse con su ritmo. La besó de nuevo a su vez mordiéndole el labio inferior haciéndola gritar de placer y dolor.

No más de diez minutos ambos se habían dejado correr. Habían alcanzado el clímax casi al mismo tiempo no obstante alguien llamó a la puerta. Él aún permanecía dentro de ella, se observaron en silencio. La puerta volvió a ser golpeada y Ryan se puso de pie.

—Serán los vecinos... —dijo Ryan —. Tus gritos seguramente los han asustado —bromeó colocándose el pantalón.

Zoey se recostó sobre sus codos, tomó la almohada que estaba ahí y se lo tiró cayendo este sobre sus pies.

—Imbécil —escupió con frialdad y vergüenza.

—Tranquila tigresa —sonrió colocándose la remera y le dio la espalda para salir de la habitación, pero se giró nuevamente y saltó sobre ella haciéndola gritar de la sorpresa —. Te gusta gritar a ti ¿no? —se burló.

—Y a ti te gusta hacer del imbécil ¿no? —contraatacó.

—Solo un poco —la besó.

Ella cerró los ojos y rodeó su cuello con sus brazos. Segundos después Ryan rompió el beso y la dejó algo atontada, ella quería seguir besándolo así que acercó nuevamente su rostro al de él pero este llevó la cabeza hacia atrás haciéndola fruncir el ceño.

—No sabes cómo me encanta verte de esta forma, loca por mí.

—Oye, solo me gusta como besas —se defendió.

Volvieron a golpear con más insistencia esta vez.

Ryan rodó los ojos, pero que vecino más pesado. Salió de la habitación sin decir nada y abrió la puerta mirando a una mujer de no más de veintiocho años con una niña de dos en sus brazos.

—Señor, llevo más de diez minutos tratando de hacer dormir a mi bebé y los gritos de su mujer no cesan y la habitación de mi pequeñita lastimosamente está pegada a la suya, al parecer —dijo con enfado besando la cabeza de la niña —...y si no para tendré que quejarme con el portero, cochino.

Ryan llevó la mano a la boca para evitar reír « ¿cochino? » si ella tiene un bebé en brazos y no la están llamando "cochina" que mujer más infantil.

—Perdona... —escupió de manera irónica, alargó el cuello hacia ella, como si quisiera contarle un secreto —. Prometo comprar una mordaza para la próxima, porque tengo planeado dárselo por el culo, y no queremos que su pequeña no pueda conciliar el sueño, nuevamente, ¿le parece? "cochina"

La mujer lo miró asqueada y deformó completamente el rostro.

—Cerdo asqueroso.

—Cállate, Stephanie, que estás ardiendo de la envidia porque nunca acepté ninguna oferta tuya. Es una pena que no me vayan las casadas con un buen hombre de marido.

— ¡Pero serás...!

—Lárgate antes de que le cuente a tu esposo que de tu puerta salen tres hombres distintos cada semana.

La mujer no dijo nada, simplemente bufó y se marchó asustada con aquella amenaza. Cerró la puerta satisfecho, esa mujer no volvería a molestarlos.

—Vaya, vaya... —Zoey estaba recostada por la muralla del pasillo, observándolo, con una sábana liada a su cuerpo cubriendo su desnudes —. Eres un hombre muy solicitado, Ryan —hizo una mueca con los labios, torciendo los labios hacia abajo.

Él la miró sin saber bien que decir.

—Emm... ¿desde cuando estás ahí parada? —frunció el ojo izquierdo temiendo la respuesta.

—Desde... «Prometo comprar una mordaza para la próxima, porque tengo planeado dárselo por el culo» —fingió sonreír y levantó las cejas esperando una respuesta.

Ryan apretó los labios, la había cagado.

—Fue...ella...—balbuceó —. Es qué...

—Ahora lo cumples —sentenció y se marchó a la habitación dejándolo solo, sorprendido y contento.

—Ahora lo cumples —sentenció y se marchó a la habitación dejándolo solo, sorprendido y contento

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LA ASISTENTE ©Where stories live. Discover now