Sentí una mano deslizarse por mi cintura y abandoné mis pensamientos.

—Ven Alena, dejémoslo dormir —me dijo Poe al tiempo que me impulsaba con suavidad a salir de la habitación.

Por un instante no quise. Sentí la necesidad de quedarme vigilándolo, cuidándolo, pero todavía estaba nerviosa y todavía sentía algo de temor. Incluso eso me afectaba... temerle a mi propio hermano.

Salimos al pasillo y Poe cerró la puerta con cuidado.

—Tú eres como él —solté, incapaz de reprimir lo que me pasaba por la mente—. ¿Sabes por qué le suceden estas cosas?

—Sí, se llama el Hito —respondió con tranquilidad.

Avancé unos pasos, pero ya había quedado algo desconcertada.

—¿Qué es eso? —inquirí con confusión.

Poe avanzó hacia la puerta de su habitación, la abrió y me hizo un gesto con la cabeza al mismo tiempo que decía:

—Es un poco largo de explicar.

Unos segundos después, entraba detrás de él. Entonces, apenas estuvimos solos, me lo contó todo:

El Hito es una fase por la que pasa todo noveno. Suele aparecer entre los diecisiete y los diecinueve años. Es el momento en el que la persona se debate entre el impulso noveno y su humanidad. Puede compararse perfectamente con un ring de boxeo: cada parte es un contrincante. La parte novena es la más agresiva e inicia la guerra. La parte humana se ve obligada a reaccionar. Como resultado, todo el tiempo ambas están peleando. La idea es que ninguna venza a la otra, sino que lleguen a un equilibrio.

Conseguir el equilibrio es el desafío.

El Hito suele durar entre seis meses a un año. Es algo natural, no se evita. No hay mucho que hacer, solo esperar que, en este caso, la parte humana de Adam no se rinda. Si lo hace, su instinto noveno lo dominará por completo y lo enloquecerá. No habrá una persona allí, sino un animal necesitado de sangre y muerte.

—¿Crees que lo logrará? —no pude evitar preguntar.

Me temblaban las manos. Siempre había pensado que la naturaleza de Adam era tan oscura que solo quedaba respetarla. Ahora que descubría que había algo mucho más allá de ser un asesino, que su propio ser al mismo tiempo podía consumirlo, me sentía en extremo preocupada.

—Sí, la verdad es que no le está afectando tan fuerte como puede ser capaz —respondió Poe. Estaba recargado en la pared de la habitación—. Hay Hitos más graves en los que el noveno se descontrola tanto que hace cosas que ni siquiera recuerda. Sus impulsos son el motor de su cerebro en ese momento. —Mi cara debió expresar todo el horror y el miedo que eso me causaba, porque él añadió como si quisiera tranquilizarme—: Este todavía es tu hermano, solo que con algunos ataques de histeria. Significa que está luchando bien, pero no significa que no podrías salir lastimada entre tanto.

Me había dejado tan inquieta que tuve que moverme por la habitación. Ni siquiera noté que me estaba apretujando mis propios dedos hasta que me dolieron.

—¿Estás seguro de que no hay nada que podamos hacer para ayudarlo?

—Solo hay que esperar a ver qué pasa —dijo con simpleza. Él hablaba de aquello con tanta naturalidad. ¿A cuántos novenos había visto pasar por el Hito? Sospeché que a muchos—. Mientras, no te le acerques en momentos así.

—¿Entonces sí me puede matar? —La pregunta me salió temblorosa.

Poe dio algunos pasos hacia mí. Se acercó hasta que pudo coger uno de los mechones de mi cabello. Lo enredó entre sus dedos y jugó con él, mirándolo con cierta fascinación.

Mi semana con Poe ©Where stories live. Discover now