Capítulo 11. 2ª parte: Mayday mayday Houston tenemos un problema

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El baño de la primera planta estaba ocupado y yo no estaba como para esperar por lo que subí las escaleras corriendo.

Cuando salí del baño y estaba a punto de irme, por el espejo del pasillo pude darme cuenta de que la puerta de la habitación de mi hermano estaba abierta, esa habitación nunca se abría, era como un lugar intocable de la casa.

– ¡Salid de aquí ya! –grité. Los dos amigos de Sergio estaban allí poniendo la habitación de mi hermano patas arriba. El melenudo se metió el teléfono en el bolsillo en cuanto se percató de mi presencia– ¡Deja eso es su sitio! ¡Sois gentuza! –estaba al borde del colapso. La cama estaba totalmente desecha, ropa tirada en el suelo, fotos, no me lo podía creer. –Salid de mi casa antes de que llame a la policía.

– ¿Qué pasa? –preguntaron por detrás. Reconocí perfectamente la voz de Álvaro y Joseph.

–Sacad a estos cerdos del cuarto de mi hermano–no pude más y me vine abajo. Las lágrimas que había estado intentando contener se derramaron por mis mejillas. Sentía como mis propios sollozos me ahogaban, no podía apenas respirar. Ya había olvidado cuando fue la última vez que lloré de aquel modo.

Joseph y Álvaro se aventuraron dentro de la habitación y los sacaron a empujones. Antes de que se fueran los frené y le saqué a ese imbécil el móvil de mi hermano del bolsillo, cuando lo miré a la cara y vi que no estaba para nada arrepentido, la rabia me invadió, subió desde mi estómago hasta mi cerebro nublándome por completo, tanto que alcé mi mano y la estampé contra el rostro de ese cretino.

Intentó abalanzarse sobre mí, pero Joseph no se lo permitió. En cuanto desaparecieron por las escaleras, me derrumbé en el suelo, aquella imagen era horrible. Hubiese dejado pasar por alto que entraran a cualquier otra habitación, incluso que hubiesen intentado robar en la mía, pero que hicieran aquel desorden en la habitación de mi hermano fue como traer el pasado al presente.

Sentí pasos apresurados por el pasillo, eran María, Tanía y Sandra. Me levantaron del suelo y me abrazaron, intentaron consolarme, pero yo no tenía fuerzas para recobrar la compostura.

–No te preocupes, nosotras vamos a arreglar este desorden.

–La barbacoa se ha acabado–fue lo único que conseguí decir

–Yo me encargo–dijo Sandra dirigiéndose escaleras abajo. Mis amigas me dejaron y se metieron en el cuarto de mi hermano para empezar a ordenarlo. Hicieron la cama, recogieron algunas camisetas que habían tirado al suelo y las volvieron a colocar en el armario, recogieron las fotos que había en el suelo y las volvieron a poner en el corcho de encima del escritorio.

–Esa no va ahí–frené a Tanía que iba a pegar una foto de mi hermano, mi madre y yo en el corcho, el lugar de esa foto era el margen de la pantalla del ordenador.

Me acerqué al corcho y coloqué todas las fotos que ellas habían pegado en el lugar correcto. Me sabía el sitio exacto de cada objeto en aquel cuarto, incluso el orden de la ropa del armario, hasta el último detalle que dejó Raúl estaba en mi cabeza y de ahí jamás se irían.

Saqué su móvil de mi bolsillo y lo coloqué encima de la mesita de noche en diagonal, justo como estaba antes de que esos... lo tocaran.

–Lo siento muchísimo Alejandra, sabemos lo que esto significa para ti–Joseph se veía realmente apenado, como si tuviese la culpa de lo que había sucedido, cuando él no había hecho nada. La culpa había sido mía por permitir la entrada a desconocidos.

–No tienes la culpa de nada, os agradezco vuestro apoyo, pero me gustaría estar sola–deseaba que se marchasen y poder tranquilizarme a solas.

–Está bien, pero antes de irnos te dejaremos todo lo de la piscina recogido y fregado para que no te tengas que preocupar de nada–María siempre era tan atenta conmigo ¿Cómo no quererla?

Intenté evitar que se tomaran tantas molestias, pero no aceptaron un no por respuesta, antes de que pudiera seguir insistiendo que no era necesario todo aquello, ya estaban bajando las escaleras camino a la piscina.

Una media hora más tarde, subieron a mi cuarto para despedirse. Yo ya estaba más tranquila, me había dado un baño de agua caliente y me había cambiado el bikini por ropa normal. Ellos también se habían vestido para marcharse.

María cuando me abrazó me dijo que mañana por la mañana me llamaría. Me sentía una tonta por dejar que aquello me afectara de aquel modo, pero por más que había intentado controlarme, no lo había conseguido.

Cuando escuché la puerta cerrarse y un par de motores rugir, me encaminé hacía la habitación de Raúl, se veía bien, como si nadie la hubiese destrozado hacía un rato.

Fui hasta el escritorio y me senté en su silla. Sentí una punzada en el pecho al hacerlo, recordé como en varias ocasiones había entrado a su cuarto mientras él estudiaba, sentado en aquella silla y los codos hincados en el escritorio, como me cogía y me sentaba encima de él para que viera lo difíciles que eran los apuntes de química.

Miré las fotos del corcho, prácticamente todas eran de viajes, algunas eran de fiestas en casa de amigos a las que habíamos ido juntos, siempre juntos. Había una a la que tenía especial cariño. En ella mi hermano salía dándome un beso en la mejilla y yo con la lengua fuera, esa foto la hicimos en la primera fiesta en la que nuestros padres nos dejaron quedarnos a dormir fuera

Al lado había una de navidad donde salíamos toda la familia al completo, abuelos, primos, tíos...

En cuanto noté que la respiración se me volvía a acelerar y mis emociones estaban a punto de traicionarme, decidí salir de allí, antes de hacerlo y cerrar la puerta por otra buena temporada, me di la vuelta y miré una foto de él que había en la mesita de noche, era de la graduación del instituto.

Escuché mi teléfono a lo lejos, no tenía ni idea de donde podría estar. Bajé rápido las escaleras, antes de que diera con él dejó de sonar, pero tampoco me importó demasiado. Me di la vuelta para volver al piso de arriba, pero el móvil volvió a sonar, seguí la música y finalmente lo encontré en la entrada de la casa.

Casi se me salé el corazón del pecho cuando vi quien era la persona que me estaba llamando.

–Hola Alejandra.

–Hola Daniel.

– ¿Quieres que nos veamos?

–Me encantaría–respondí demasiado rápido.

–En media hora estoy en tu casa.

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