IV

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Me desperté tipo seis. El silencio me indicó que Lucía no estaba. Era la gloria.

Sin embargo, la felicidad se esfumó al encontrar la mesa sin levantar y el equipaje sin subir. Suspirando, apilé los platos y los llevé a la cocina. Cuando decidí preparar mate, golpearon la puerta.

Creyendo que era mi hermana, abrí sin mirar. Era Xilofón. Se sostenía del marco con dificultad y tenía la respiración agitada. Apoyó una de sus manos sobre la mía; la retiré al instante. Me produjo el mismo rechazo que una serpiente.

—¿Está? −preguntó.

—Lucía no está −respondí, escondida detrás de la puerta−. Se fue a la playa, debe estar por volver.

Quise cerrar, pero no me dejó. Sin decir una palabra, abrió la puerta. La bloqueé como pude y empujé con toda la fuerza que me dio el pánico. Xilofón me sujetó la muñeca y me estremecí del asco; sentí que la sangre me abandonaba. Traté de zafarme, sin éxito, y miré alrededor. Justo a la altura de mi cabeza estaban colgados los llaveros. Estiré el otro brazo para agarrar una llave y se la clavé en la mano. En cuanto me soltó, salí corriendo sin mirar atrás. Lo oí golpearse y gruñir.

En pocos segundos atravesé el living y la cocina, y llegué al patio. No había lugar para esconderse, así que tomé la pala que estaba detrás de la parrilla y esperé.

Era una pesadilla. Era una montaña ondulante de carne derretida; una mano se arrastraba por el piso mientras la otra se estiraba y contraía apuntando al cielo. La cabeza había desaparecido, solo quedaban dos protuberancias en cuyos extremos estaban los ojos. Y la boca era una atrocidad, un remedo de boca humana que cambiaba de forma constantemente. Llena de muelas. Sin lengua. Lo que tenía frente a mí era una aguaviva gigante que se arrastraba en mi dirección con una decisión enloquecedora.

No había forma de escapar. Estaba paralizada. Los movimientos de aquella cosa me fascinaban y aterrorizaban al mismo tiempo. Cerré los ojos.

Escuché un grito:

—¿¡Qué carajo es eso!?

Los extraterrestres no tienen pestañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora