Si tuviera el valor y la oportunidad, lo haría.

En cierto momento llegué hasta donde se alzaban tres maniquís. Uno de ellos lucía un vestido de verano. Era de color azul cielo con unos tirantes delgados, delicados. Me resultó de lo más bonito, sencillo pero bonito. No tenía vestidos. Debió de ser por eso que me atrajo tanto. Nunca me había puesto un vestido en mi vida y de repente quería ponérmelo. O más que eso, quería usarlo y que Poe me viera con él. ¿Le gustaría?

Estaba tan sumida en mis pensamientos e ideas sobre el vestido que solo me di cuenta de que había extendido la mano para tocarlo, cuando mi mano chocó con otra. Justo al otro lado, frente a mí, una chica había tenido la misma idea.

Aparté la mano con rapidez.

—¿Ibas a probártelo? —preguntó ella, afable.

—No, no —dije igual de amable—. Solo lo tocaba. ¿Tú ibas a probártelo? Si es así, adelante.

—No —negó entre una risa que se me antojó nostálgica—. Yo solía usar ropa así, pero ya no. Nada más quería recordar la suavidad de la tela.

Miró el vestido con algo de tristeza. A simple vista no parecía encajar en la tienda. Tenía el cabello rubio, pero se le asomaban unas raíces oscuras por lo que debía de ser teñido. Llevaba una vieja sudadera negra y unos jeans raídos. Lucía cansada. Unas ojeras violáceas y la piel tan blanca la hacían parecer enferma. Me preguntó si lo estaba. De repente, me pregunté por qué ya no usaba vestidos así.

—Pero tú deberías probártelo —comentó ella de pronto, sonriéndome—. Lo estabas mirando con ganas, ¿verdad?

—Nunca he usado algo así —confesé—. Además, no es lo que usarías en un viñedo.

—No en un viñedo, pero sí para una salida casual. —Se encogió de hombros.

—No tengo salidas casuales —dije entre algunas risas—, pero ojalá.

Ella entornó los ojos y me miró con suspicacia.

—¿En serio? No te creo.

—Soy más de estar en casa.

Soy más de estar obligada a quedarme en casa.

—Pero si te gusta, hasta en casa puedes usarlo —comentó la chica, como si eso fuese algo que todo mundo hiciera—. No sabes lo increíble que es solo vestirse para una misma.

Ella echó un vistazo a la ropa que había doblada alrededor de los maniquís. Me inspiró cierta confianza, así que solté de repente:

—¿Tú crees que esto le guste a algún chico?

La chica alzó la mirada y ladeó de la cabeza.

—¿Hay alguno que vaya a verte con ese vestido?

—Probablemente.

Ella alternó la mirada entre el vestido y yo. Estuvo así unos segundos.

—Créeme que sé que a una pelirroja todo le queda asombroso —dijo finalmente—. El azul haría resaltar tu cabello. ¿El chico es tu novio o algo?

Mi novio. No creía posible tener uno nunca. No con esa vida.

—No es mi novio, pero me gusta —admití, sorprendiéndome a mí misma por decirlo. Aunque era muy fácil si él no lo escuchaba, o estaba a kilómetros de distancia. También sentí fácil decírselo a ella, decírselo a alguien—. Bueno, es solo un amigo de mi hermano que va a quedarse con nosotros por unas semanas. Es probable que no lo vuelva a ver más nunca. Solo que... nos besamos y eso.

Mi semana con Poe ©Where stories live. Discover now