Capítulo N° 49

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Camila se despertó en plena noche. Se sentó erguida mientras jadeaba en voz alta sobre la cama. Su corazón latía rápido y todo su cuerpo estaba cubierto por un fino brillo de sudor. Sus hermanos y hermana estaban dispersos alrededor, algunos durmiendo uno encima del otro en la pequeña sala. La pequeña Sofía, había acurrucado su cabeza en el estómago de la castaña y se retorció cuando esta se despertó. La castaña suavemente colocó a la pequeña en el piso y salió de puntillas fuera de la habitación.

Su corazón se sentía inquieto y la habitación estaba insoportablemente caliente con nueve de ellos todos juntos. Cuando salió, sintió de inmediato como el frío del invierno que ya se avecinaba, le calaba los huesos. Tembló y frotó sus brazos para entrar en calor. Ella había soñado con Lauren. La señorita gritaba su nombre, pero era difícil saber si realmente había sido la ojiverde que clamaba o habían sido sus propios pensamientos. Una pequeña parte de ella culpó a Lauren cuando la vio ese mismo día, pero sabía que la ojiverde no era culpable. Ella solo podía lamentar que aquella chica se pareciera tanto a la Duquesa y no podía sino sentir odio muy dentro de ella. Ahora que ya estaba más calmada, se sintió culpable por haberla tratado como lo hizo, pero no podía regresar a la mansión Jauregui, sin querer atacar a la Duquesa. Y aún después de ese sueño añoraba a su señorita.

- Cogerás un terrible resfriado aquí - Camila jadeó y saltó cuando escuchó la voz. Su madre salió, envuelta en una manta fina que abrió para compartirla con ella. La castaña murmuró un "gracias" rápidamente antes de acurrucarse junto a su madre. Las dos se hallaban sentadas en el pasto frío y su madre detallaba su cara.

- Estás más hermosa que cuando te vi la última vez – dijo su madre. Camila la miró con sorpresa.

- Tu vista no debe estar como antes - Camila rió. Su madre llegó y le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.

- No. Siempre has sido hermosa, Camila. Pero ahora brillas con un resplandor que viene con etapa de la madurez.

- Todavía debes estar dormida - Camila dijo otra vez, con el rubor sobre sus mejillas. Su madre sonrió a sabiendas.

- Sé que hay amor en tu rostro - Dijo descaradamente, tratando de relajar el ambiente. Sin embargo, Camila no bajó su cabeza. La preocupación se sintió en el pecho de su madre - No debí haberlo dicho - Camila sonrió.

- Está bien, mamá - Camila respondió tranquilamente. Esperaba que su madre la dejara en paz. Pensando en Lauren, y en lo difícil de no volver a ella. Ahora su familia la necesitaba. Como si su madre pudiera leer su mente, suspiró.

- Estás aún enamorada - No fue una pregunta, era una afirmación. Camila le restó importancia a la manta y la quitó un poco de encima de sus hombros. No quería responder con un " NO". Era una mentira muy grande.

- Todo el mundo me necesita ahora - Dijo con determinación - Me necesitas.

- No - La voz de Sinu fue firme - Él te ama y debes volver - "Ella", Camila mentalmente la corrigió.

- Madre, incluso si lo hago... - Su madre le interrumpió poniéndose de pie. La luz de la luna, dibujó una sombra sobre la castaña.

- Hay alguien que te ama. Eso no es un asunto para tomarlo a la ligera. Eres demasiado joven para saber cuál es el verdadero remordimiento si dejas pasar la oportunidad - Sinu tomó la mano de Camila. La castaña observó las arrugas en la piel de su madre, pero su agarre era fuerte.

- Debo ir contigo - Camila repitió - Es justo.

- Lo dije una vez - le recordó Sinu - Nunca renuncies al amor verdadero - Camila encontró algo de razón en esas palabras. Era cierto. Ella había abandonado el amor de Lauren una vez. Su madre tocó con sus dedos su cara, limpiando las frescas lágrimas que comenzaban aparecer en su bello rostro.

- Tu padre nunca te hubiera perdonado si hubieras elegido seguirnos - Camila se puso de pie y abrazó a su madre, llorando sobre su hombro. Sinu envolvió en sus brazos a su hija mayor, sabiendo que esa era un despedida personal. Habría un adiós por la mañana, pero era la hora de decir adiós a su hija de una manera única. La amaba, más de lo que Camila pudiera imaginar.


Era un medio día gris cuando Lauren despertó. La casa estaba tranquila, aunque todos los sirvientes estuvieran arriba. Camila ya no estaba allí para despertarla y estaba segura de que ninguno de sus padres les había molestado que hora eran. Toda la mansión se sentía tensa. Se dio cuenta, que muy bien podría ser la última vez que veía a su madre. Salió sin hacer mucho ruido hacia la habitación donde sus padres dormían. Colocó su oreja contra la puerta, no estaba segura si escuchaba algo. Tocó a la puerta. Cuando nadie respondió, abrió y entró.

Su madre se sentaba frente la peinadora, lentamente para peinar su larga cabellera. No había ningún indicio de que se diera cuenta de que allí estaba Lauren. La ojiverde se acercó a su madre, en silencio, esperando que Clara dijera algo. Pero su madre solo la ignoraba. Lauren solo esperaba a que dijera alguna palabra, que se disculpara, que al menos dijera que estaba triste porque tenía que irse, pero ni pista que se preocupaba por lo que sucedía. A cambio, allí estaba Clara, cepillando su cabello en silencio.

- ¿Por qué lo hiciste madre? Ahora que sabes que has fallado, qué esperabas lograr con esto? - Preguntó Lauren con brusquedad. Su madre dejó de peinarse. La ojiverde nunca le había visto tan desnuda como ahora. No llevaba maquillaje, su pelo estaba algo gris y pudo ver las arrugas alineando los bordes de los ojos.

- Tu padre es un tonto - Respondió Clara evadiendo la pregunta real - Sabía que me defendería cuando llegaran las acusaciones. Sabía que el hombre diría que fui yo quien le dio la orden. Pero incluso si fuera cierto, incluso si el Rey le creyera, ¿qué crees que hubiera hecho? El hombre que contraté no es nada, mientras que yo soy una noble. El Rey Julian se hubiese disculpado en un instante - Volvió la mirada hacia Lauren.

- ¿Pero por qué? ¿Por qué hiciste eso?

- Para hacer que Camila te odiara - Replicó - Era la única forma realmente en que podía separarlas. Si ese estúpido hubiera tenido éxito, Camila vería a los nobles indultando a la mujer responsable de la muerte de su familia. Ella me vería en ti, porque eres mi hija. Y en ti vería sus propios fracasos. ¿Cómo crees que no dejaría de amar a alguien como tú? Obviamente te odiaría.

- Nuestro amor es más fuerte - Lauren dijo en voz baja pero con firmeza. Su madre sonrió.

- ¿Lo es? Se preguntó en voz alta - Es una pena que nunca lo sabremos. Cuándo regresará? - Sus palabras hicieron temblar a Lauren dejando a la Duquesa allí, a solas, con la tristeza dibujada en su rostro lauren dejo la habitación.


Poco tiempo después, su madre descendió escaleras abajo a donde esperaban el Duque y Lauren. Habían preparado un carruaje para llevarla a su destino, donde nunca más regresaría. Los sirvientes llevaron abajo sus pertenencias. Cuando bajó, llevaba un vestido simple y su cabello largo suelto, trayendo un torrente de recuerdos a la mente de Michel. Recordó la primera vez que la vio. Alrededor de su cuello, colgaba un sencillo collar de madera. El Duque había visto el collar sólo una vez, fue esa triste noche cuando él asesinó a su amante. Su mirada cayó al suelo, sabiendo exactamente que el corazón de su mujer pertenecía aún a un solo hombre y no era él.

La Duquesa no dijo ni una sola palabra cuando pasó por su lado con los sirvientes siguiéndole de cerca. Lauren levantó la cabeza un poco para ver cómo su madre subía al carruaje. Sabía que debería haber sentido algo parecido al dolor o arrepentimiento, pero sólo sintió su cuerpo entumecerse. La mujer que los estaba dejando nunca había sido una madre para ella. Michael vio estoicamente como el carruaje arrancó. Amargos sentimientos se acumularon en su pecho. No podía negar que aún la amaba. Era su karma. Pero era un hombre adulto con responsabilidades y él no tenía por qué quedarse en el pasado. No podría decir lo mismo de su esposa.

- Ven, Lauren - Envolvió sus brazos sobre los hombros de la ojiverde y cuando se dio cuenta los hombros estaban casi igualados en altura. Ella le miró a través de sus ojos como se veía debilitado. Era un hombre maduro. Y el detallaba el rostro juvenil de su hija. Lauren tenía la misma cara de su madre y ya se estaba convirtiendo en adulta. ¿Cómo pasaron los años tan rápido?

- ¿Padre? Lauren llamó. ¿Cuánto tiempo llevaba que no le decía " Papa " en lugar de "Padre"? Ocurrió de repente que acababa de perder a su esposa, y pronto perdería a su hija también. Una vez que el Príncipe pidiera su mano en matrimonio, él se quedaría sólo - Padre ¿qué pasa? - Sacudió su cabeza y le palmeó el hombro.

- No es nada - Mintió - Volvamos dentro 

- Lauren le siguió obedientemente al interior. A la vez que entró por la puerta, se volvió hacia atrás por última vez. En la distancia, vio como aparecía una chica castaña, de estatura promedio, caminando hacia la casa. Su corazón saltó dentro de su pecho y dio la vuelta parándose de nuevo delante de la puerta esperando pacientemente hasta que Camila estuvo parada delante de ella. La ojiverde no paraba de sonreír y Camila estalló con una gran sonrisa. A pesar de todo lo que había sucedido, todo parecía que volvía a la normalidad pero aunque hubo paz nuevamente en la casa, alguien tenía que pagar un terrible precio. El Duque no podía darle descanso a su corazón vacío y herido. Peor aún, no sabía cuáles eran las consecuencias de sus acciones. Un pequeño guijarro había caído en aguas ya inestables y las ondas de su alegato por salvar a su esposa, se extendían por todo el país.

Una Caja Musical me Llevo a TiOù les histoires vivent. Découvrez maintenant